MUNDO Y RELIGION - M&R
   
  MUNDO Y RELIGIÓN - M & R
  ¿Fué Jesús vegetariano?
 

 

INTRODUCCIÓN 

El cristianismo se basa en la vida y en las enseñanzas de Jesús. Para los cristianos Jesús es su modelo y a la hora de decidir, cuando se presentan dudas, se preguntan: ¿Jesús habría dicho esto? o ¿Jesús habría hecho esto?
 
Los cristianos, que por norma de fe y práctica son vegetarianos, se    preguntan cuál sería el régimen alimenticio de Jesús, ¿se alimentaba Jesús de carne? o ¿Fue Jesús vegetariano?
 
1. JESÚS EN EL CONTEXTO HISTÓRICO
 
Cuando tratamos de dilucidar los hábitos alimenticios de Cristo no debemos incurrir en el error de asociarlo con los hábitos y costumbres alimenticios de nuestra propia época y mucho menos con los hábitos y costumbres alimenticios de nuestra cultura occidental. Debemos tener siempre presente que Jesús era judío y que vivió en Palestina hace ya veinte siglos atrás. Su vida se desarrolló en un tiempo y en una cultura muy distintos a la nuestra en muchos sentidos.
 
Siendo así, debemos desechar de nuestra mente la imagen de Jesús alimentándose de asados, carnes a la cacerola u otras formas o variedades de carnes preparadas, como lo haríamos nosotros hoy en día. Lo anterior, toda vez que según han demostrado arqueólogos e historiadores, la alimentación de los habitantes de Palestina hace veinte siglos atrás no era principalmente carnívora, sino vegetariana.
 
Los judíos de la época de Cristo observaban rigurosas restricciones tocantes al consumo de carne como alimento y en la práctica se alimentaban principalmente de pescado, leche y sus derivados como quesos y mantequillas, frutas, verduras, legumbres, cereales y oleaginosas. Es totalmente inexacto por ejemplo, pensar que Jesús comiera carne de cerdo, mariscos o cierta clase de peces. Esto debido a que los judíos del primer siglo se regían por la norma de Levítico 11 que regulaba el consumo de carne de animales, aves o peces de manera muy estricta.
 
Por otra parte y siendo que el desayuno era el plato fuerte del día, los judíos acostumbraban llevar en sus alforjas o bolsos, los alimentos que les servirían durante el día de labor para reponer fuerzas y combatir el cansancio.
 
Al mediodía, el almuerzo se tomaba en breves descansos durante la jornada de trabajo. Los alimentos que portaban en sus bolsos no eran alimentos preparados sino frutas frescas o secadas al sol como pasas o higos, nueces, almendras, pan y queso. Esto hacía que el hombre judío de manera general comiera muy poca o casi nada de carne, por la elaboración y cuidado que ésta requería haciendo difícil su transporte y requiriendo precaución en su consumo.
 
Fuera del pescado que las familias judías consumían preparado en casa y en la comida del hogar, los judíos de la época de Cristo no consumían generalmente otro tipo de carne, de modo que no es consecuente ni exacto hablar de un Jesús presumiblemente carnívoro o principalmente carnívoro ya que no se compadece con la costumbre popular de su época.
 
Por otra parte, el consumo de carne de animales como vacas u ovejas, era de alto costo en los días de Cristo y por ello estaba reservado casi exclusivamente para la clase económica más pudiente y en ocasión de celebraciones o eventos especiales. Esto se ve de algún modo reflejado en Mateo 22:2 y 4 y también en Lucas 15:23.
 
Consecuentemente y de manera general la Biblia asocia la comida vegetariana con la dieta de los pobres y la comida carnívora con la correspondiente a los más ricos. Vea por ejemplo: Proverbios 15:16-17.
 
Una prestigiada autora realiza el siguiente comentario sobre la vida de Jesús:
 
"Los padres de Jesús eran pobres y dependían de su trabajo diario para su sostén. El conoció la pobreza, la abnegación y las privaciones."   "Nuestro Salvador compartió la suerte del pobre" (El Desado de Todas las Gentes, pág. 52 y 54)
 
"Pocos lujos se veían en la mesa de José y María, porque se contaban entre los pobres y humildes." (Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 286)
 
Siendo que Jesús era de origen humilde y pobre y que casi toda su vida se desarrolló en Nazareth, en una región dedicada más al cultivo de la tierra que a la ganadería, es poco probable que su dieta alimenticia se haya apartado de la costumbre general que hacía de los vegetales la alimentación principal. Cuando más, Jesús podría eventualmente haber consumido pescado, pero es improbable de todo punto de vista que él haya consumido carne de res o de otro tipo de animales como parte de su dieta habitual o diaria.

Concluyentemente,
el 19 de abril de 2015 Antonio Piñero, experto en lengua y literatura del cristianismo primitivo, señaló respecto a si Jesús era vegetariano : "No hay datos. Probablemente Jesús era pobre y los pobres apenas comían carne en la Antigüedad, sino en todo caso pescado. Por ello podemos decir que Jesús, y otros pobres, eran vegetarianos. Tampoco sabemos en qué grado podría Jesús haber tomado huevos en el Israel de su tiempo. Tampoco hay datos". Siendo así, no hay evidencia de que Jesús comiera carne, pescado o huevos, no se menciona nada al respecto y siendo así aún quedaría abierta la posibilidad de que hubiera sido vegetariano.
 
2. JESÚS EN LOS EVANGELIOS
 
¿Fue Jesús vegetariano? La verdad es que en los Evangelios o en el Nuevo Testamento en general, no existe información concreta que nos permita definir claramente si Jesús era o no vegetariano, sin embargo, esto no significa necesariamente que sea imposible definir con certeza una respuesta a esta pregunta en particular.
 
Al respecto y aunque la Biblia no señala definidamente cuáles eran los hábitos alimenticios de Cristo, si se puede llegar a establecer con claridad cuál era el régimen alimenticio de Jesús. En el Nuevo Testamento no todas las cosas concernientes a Jesús están resumidas de manera explícita, esto es, avaladas por un versículo o texto bíblico correspondiente que diga tal o cual cosa. Siendo así, mucho de lo relacionado con Jesús debe ser inferido implícitamente por la información que de él tenemos y que nos es entregada fiel y principalmente en los Evangelios.
 
Por ejemplo, no sabemos explícitamente qué pensaba Jesús sobre el importante tema del aborto, toda vez que no se registra en los Evangelios ninguna opinión suya al respecto. Sin embargo, considerando que Dios le asigna un valor precioso a la vida aún desde la misma concepción de ésta en el vientre de una madre y el entrañable respeto por la vida humana que Jesús manifestó claramente a través del amor que demostró de manera práctica, no cabe sino concluir que Jesús era absolutamente contrario al aborto, y no sólo al aborto sino a cualquiera actitud que fuera opuesta o contraria a la vida humana. Pensar lo contrario sería descabellado e implicaría desconocer de manera absoluta la forma especialmente particular de ser de Cristo.
 
Consecuentemente, podemos apreciar que si bien es cierto no todo aparece explícitamente registrado o detallado en las Sagradas Escrituras, no menos cierto es que mucho del pensamiento de Jesús, de su vida y práctica puede ser naturalmente inferido implícitamente de lo que sí está escrito. 
 
3. JESÚS Y LA ALIMENTACIÓN
 
En los Evangelios existen pocos pasajes que relacionan a Jesús con la comida o que lo describan en el acto de comer y los que lo hacen son ambiguos y poco claros por lo que resulta difícil concluir con certeza los hábitos alimenticios de Cristo.
 
El primero de ellos lo ubicamos en Mateo 21:18-19. En este pasaje, el único en que Jesús busca por sí mismo el alimento para satisfacer su hambre, se ve que el alimento es vegetariano, en este caso el fruto de la higuera. Evidentemente, y sería incorrecto hacerlo, no se puede concluir a partir de un sólo versículo bíblico cuáles eran los hábitos alimenticios de Cristo, de modo que necesitamos investigar un poco más.
 
Encontramos otro pasaje en Lucas 24:41-43. Aquí Jesús pide a los discípulos algo de comer a fin de probarles que después de su resurrección él continuaba siendo un hombre de carne y hueso como eran ellos, aunque glorificado.
 
En el pasaje se dice que Jesús comió, aunque no queda claro si comió el pez asado que le ofrecieron los discípulos o el panal de miel que también es mencionado en el párrafo.
 
Con relación al panal de miel que se menciona en Lucas 24:42, es necesario decir que importantes traducciones bíblicas omiten su inserción, manifestando que la expresión griega kai apo melissiou khriou,-que se traduce “y un panal de miel” no aparece en los manuscritos griegos más antiguos. Sobre el particular y aunque verdaderamente la expresión “y un panal de miel” sólo aparece en manuscritos del Siglo VIII y IX d.C., es necesario establecer que de manera general, las inserciones que se han detectado en el texto bíblico original a manos de los diversos copistas y traductores de la Biblia, obedecen en su mayoría a antecedentes históricos e informaciones anexas que dichos copistas y traductores manejaban en su época. De modo que aunque se discuta la validez de la expresión relativa al "panal de miel", no deja de ser menos válido que tal expresión tiene un soporte histórico, ya que como veremos más adelante, tanto la tradición escrita como los registros de los historiadores, avalan a un Jesús vegetariano y no carnívoro. 
 
Por lo demás, y aunque se pudiera establecer la absoluta inexistencia de la inserción mencionada en el texto bíblico original y que éste detallaba en consecuencia sólo el pez asado, es dable concluir que el copista o traductor responsable de la supuesta adición al texto haya querido rescatar el hábito vegetariano de Jesús en cuanto a la alimentación en contraposición al hábito carnívoro que trasluce el texto sin este agregado. Todo esto, más que rebatir el hábito vegetariano en la alimentación de Cristo, no hace sino confirmarlo y demostrar que existía en el tiempo antiguo un empeño decidido en establecer el hábito vegetariano de Jesús en cuanto a la alimentación. De otro modo, la presumible inserción no encuentra lógica ni explicación alguna. Siendo así, el argumento contrario a la adición de "y un panal de miel" en Lucas 24:42, más que ser un argumento contra el hábito vegetariano de Jesús, resulta ser un argumento a favor y que a todas luces parece apoyarlo.
 
Aún hay quienes rebaten el hábito vegetariano de Jesús argumentando que los discípulos no hubiesen ofrecido pez asado al Cristo de haber conocido su abstención en cuanto al consumo de carne.
 
Al respecto, es necesario establecer que aquel día en que Jesús se presentó a los discípulos éstos no esperaban su visita, toda vez que ellos no creían que él hubiese resucitado de los muertos como aseguraban algunas mujeres que habían visitado el sepulcro en que había sido puesto. De manera que cuando Jesús se presentó delante de ellos y preguntó si tenían algo de comer, los discípulos en medio de su asombro y confusión, presentaron los alimentos que ellos mismos estaban consumiendo en aquel momento sin reparar siquiera en lo que estaban haciendo o en lo que estaba sucediendo ante sus atónitos ojos.
 
El texto bíblico declara que Jesús comió delante de ellos, no obstante no específica si comió pez asado o del panal de miel. De manera que a partir del texto no se puede definir concretamente el hábito alimenticio de Cristo.
 
Aún se puede revisar Juan 21:4-5, 9, 12-13. Aquí, si bien no se dice que Jesús comiera, si se le relaciona con los alimentos. En este caso pez asado y pan.
 
El texto aclara que Jesús dio de comer a los discípulos, pero no se dice que él comiera. Por otra parte, al igual que sucede con los textos anteriores, cabe la posibilidad de que él comiera sólo del pan y no del pez asado.
 
Aún hay quienes citan los episodios en que Jesús multiplicó los panes y los peces. En estos textos, de igual manera, no se asegura que Jesús comiera de los peces y asimismo cabe la posibilidad de que sólo comiera pan.
 
Quienes se muestran reticentes a aceptar el hábito vegetariano de Jesús protestan argumentando que es inaudito pensar que un Jesús vegetariano diera lugar a la multiplicación de los peces para después repartirlos a la muchedumbre como alimento a comer si él mismo no usaba peces como alimento. En respuesta a esto, tenemos necesariamente que aclarar que el ejemplo de Cristo nos deja ver que la tolerancia fue una de las características que adornaron especialmente su particular forma de ser. Jesús no vino a interferir con los hábitos y costumbres de la humanidad, sino a presentar un ejemplo decidido en favor de la verdad. Jesús obró en favor de los hombres no a través de una actitud impositiva sino a través de su decidida influencia y buen ejemplo. Cuando él alimentó a la muchedumbre, pudiendo hacer descender pan del cielo solo por la agencia de su palabra, prefirió usar milagrosamente de los alimentos de que ellos disponían en aquel momento, de modo que la multiplicación de los peces junto con el pan, no contradice necesariamente el que Jesús mismo fuera vegetariano.
 
Por otra parte, los pasajes en que se señala que Jesús multiplicó “panes y peces” están siendo estudiados concienzudamente, toda vez que existen argumentos de no poco peso, que permitirían asumir que la referencia a “peces” con relación a estos pasajes, es resultado de una adición posterior al texto bíblico original y que en consecuencia los pasajes que refieren la famosa multiplicación de “panes y peces” y en que Jesús alimentó a sendas multitudes, originalmente sólo referían a la multiplicación de pan, no contemplando el milagro en cuestión la multiplicación de peces. Siendo así, la referencia a “peces” sería una adición que los copistas agregaron siglos más tarde al texto evangélico original. De una lectura cuidadosa de los pasajes aludidos, se puede ver que en verdad, el contexto de los pasajes señalados, permite asumir la conclusión antes señalada, pudiendo ser posible que en verdad Jesús haya multiplicado sólo pan y que la referencia a “peces” haya sido insertada con la absoluta mala intención de dejar ver a un Jesús carnívoro y no vegetariano.
 
En efecto, un autor de nombre José Manuel Vidal, tras una diligente investigación, señala enfáticamente: “La multiplicación fue sólo de panes y no de peces.”  
 
El relato evangélico deja ver que los discípulos preguntan a Jesús donde conseguirán pan suficiente para alimentar a la inmensa multitud sin pensar nunca en pescado u otro tipo de alimento. El diálogo que se produce sobre esta cuestión siempre gira en torno al pan y nunca al pescado. Es más, algunos Evangelios dejan ver claramente que una vez alimentada la multitud, el pan sobrante se guardó cuidadosamente en canastos, sin embargo no dicen que se haya guardado pescado alguno, a más de que hubiese sido absolutamente impropio hacer tal cosa toda vez que el pescado preparado sufre un proceso de descomposición muy acelerado que impide su conservación sin la debida refrigeración.
 
Lo mismo se plantea en cuanto al hecho de que un niño portase en un canasto pescado preparado durante la peregrinación para seguir a Jesús, la misma que ya se prolongaba por tres días, lo cual hace pensar que aunque efectivamente el niño portase pescado en su canasta, éste debía estar en avanzado estado de descomposición considerando la travesía, la temperatura ambiente y el tiempo que seguramente éste llevaba en el canasto.
 
La evidencia parece indicar que los primeros relatos acerca del milagro de la multiplicación (la historia de los panes y los peces) no incluían originalmente pescado. De hecho, cada vez que Jesús señala el milagro en cuestión, refiere nada más que a pan (Mateo 16:9-10, Marcos 8:19-20). En otra ocasión, hablando con la gente que había participado del milagro y que había comido del alimento multiplicado, Jesús cuestiona la fe de ellos en el sentido que le seguían solamente por haber comido el pan gratis y sin mayor esfuerzo (Juan 6:26)
 
Según afirman algunos historiadores, la referencia a “peces” sería un agregado realizado por escribas griegos que se habría insertado a los menos por dos razones en el texto bíblico original hacia el Siglo III d.C. 
 
Una de estas razones, dice relación con la fuerte disputa que se asentó al interior de la iglesia respecto al consumo de carne. Mientras que la mayoría de los cristianos de los primeros siglos impugnaban el consumo de carne y eran preferentemente vegetarianos, una minoría creciente y que provenía de los romanos convertidos al cristianismo era esencialmente carnívora. Lo anterior, originó profundas controversias respecto a la dieta que debían seguir los cristianos. Mientras que un sector de la iglesia favorecía la alimentación vegetariana en consideración al ejemplo de Jesucristo, de quien se enseñaba casi de manera general en los primeros siglos que no consumía carne, un sector menos numeroso pero eminentemente poderoso dentro de la iglesia, procuraba establecer una dieta libre de restricciones en cuanto al consumo de carne. 
 
Al amparo de este ambiente de controversias y disputas sobre el consumo de carne, se habría insertado la referencia a peces en los relatos que ilustran el milagro de la multiplicación. Lo anterior, con el decidido propósito de presentar a la gente a un Jesús carnívoro y que al menos comía pescado.
 
La inserción señalada se habría visto favorecida con la circunstancia de que en los primeros siglos la figura del pez implicaba un fuerte contenido teológico toda vez que la expresión griega ιχθύς literalmente era interpretada como la abreviación de una declaración cristiana de fe que se traducía: “Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador”, expresión que cobró un sentido místico muy fuerte en los siglos iniciales de la iglesia cristiana naciente.
 
Si el relato evangélico original incluía o no los peces es un asunto que todavía está en discusión. No obstante, resulta claro que el milagro de multiplicación que realizó Jesús en el monte fue el cumplimiento de la profecía que describía al Mesías como un Divino y Superior proveedor, profecía que sólo consideraba el pan y no los peces. (2 Reyes 4:42-44)
 
En todo esto, vemos que no se puede llegar a una conclusión definitiva sobre el régimen alimenticio que observaba Jesús. 
 
4. JESÚS Y LA CELEBRACIÓN DE LA PASCUA
 
Quienes se empeñan en asegurar que Jesús era carnívoro, señalan enfáticamente que Jesús debió comer carne con toda seguridad en ocasión de la Pascua, toda vez que dicha celebración consistía básicamente en comer un cordero como conmemoración anual de la liberación de Israel respecto a la esclavitud a manos de los egipcios (Exodo 12:1-6).
 
Es claro que Jesús estaba llamado a celebrar la Pascua como todo judío apegado a su historia y tradiciones y en este sentido es dable concluir que él comiera el cordero pascual conforme al rito. No obstante, antes de analizar este asunto, es necesario reflexionar que el cordero que se comía en la Pascua simbolizaba no sólo la liberación respecto a la esclavitud vivida por el pueblo en Egipto, sino que aún más significativamente, el cordero pascual prefiguraba la liberación definitiva del pecado que el Mesías habría de obrar en favor de todo el mundo y especialmente del pueblo judío.
 
La sangre del cordero pascual representaba para los judíos la sangre de Cristo, el Mesías y Salvador, que a su debido tiempo, Dios debía enviar para ser sacrificado como el cordero que debía ser inmolado, a fin de que todos los que creyeren en él pudieran ser salvos de la muerte eterna. Consecuentemente Cristo se denomina nuestra Pascua (1 Corintios 5:7).
 
Es sabido que en ocasión de la Pascua, los judíos de todas partes concurrían en peregrinaciones a Jerusalén, pues el cordero que se comía en el banquete pascual, debía ser sacrificado en el Templo. Cada familia comía el cordero asado con hierbas amargas y acompañado con lechugas, pan sin levadura y vino. El cordero pascual se consumía no como una comida ordinaria sino como un símbolo y en consecuencia no se puede pretender que dicha celebración sirva como base para establecer los hábitos alimenticios de Cristo.
 
Con relación a lo que nos informan los Evangelios, no se puede establecer que Jesús haya participado efectivamente de alguna celebración pascual o que haya decididamente comido el cordero ritual. Todo cuanto pueda decirse al respecto sólo puede ser conjeturado o supuesto pero de ningún modo establecido de manera definitiva.
 
La última Pascua de Jesús, el año 31 d.C., y que es la única que se encuentra documentada en los Evangelios, transcurrió en medio de eventos por demás decisivos en la vida del Salvador y de hecho, aún hoy, se discute en el ámbito teológico si la última cena que Jesús celebró con los discípulos tuvo verdaderamente un sentido pascual.
 
Es necesario señalar que la mayoría de los exégetas del Nuevo Testamento, católicos o protestantes, son enfáticos en declarar que no se puede establecer con absoluta certeza que la última cena de Jesús con sus discípulos haya tenido lugar en medio de una celebración pascual. Tan sólo unos pocos señalan concluyentemente que la última cena tuvo un sentido estrictamente pascual. La discrepancia de opiniones viene desde antiguo y se origina a partir de las diferentes indicaciones que dan los Evangelios.

Con relación a esta discrepancia el 5 de abril de 2007 y en el marco de la Celebración de Semana Santa, el Papa Benedicto XVI reconoció en la Homilía de la Santa Misa "In Cena Domini" que Jesús y sus apóstoles celebraron la Pascua sin comer cordero, pues el mismo Jesús iba a ser sacrificado.

Esta creencia de que en la Santa Cena no hubo carne y por tanto no se comió cordero, de alguna manera queda consagrada en el célebre cuadro de Leonardo Da Vinci llamado propiamente "La última cena" y en que efectivamente, se ilustra una serie de alimentos, como pan y frutas, además de vino, pero no se ilustra la presencia de carne.



En el célebre cuadro La Última Cena de Leonardo Da Vinci
no se ilustra carne como parte de la cena
 
En efecto, de una cuidadosa lectura de los Evangelios veremos que tanto Mateo, Marcos y Lucas afirman que la última cena de Jesús con los discípulos fue en ocasión de la Pascua o la misma noche de Pascua (Mateo 26:18-20; Marcos 14:12-17; Lucas 22:7-14). Sin embargo el Evangelio de Juan afirma que la cena fue realizada el día inmediatamente anterior a la Pascua (Juan 13:1-2; 19:14, 31, 42). ¿Cómo es esto? Según algunos eruditos bíblicos, Jesús y sus discípulos celebraron la Pascua presumiblemente según el calendario solar y así lo relatan Mateo, Marcos y Lucas, mientras que Juan, según se cree, relata los hechos desde el punto de vista del calendario lunar. Entre ambos calendarios había diferencias en cuanto a determinar el día en que debía celebrarse la Pascua.
 
Un prestigiado autor señala lo siguiente:
 
“Respecto a la pascua, parece averiguado que los judíos tenían dos calendarios, uno solar – de los esenios – y otro lunar – en uso entre los sacerdotes de Jerusalén -; el pueblo podía seguir uno u otro, lo que facilitaba el trabajo de los servidores del templo.” (Miguel Angel Ferrando, Iniciación a la lectura de la Biblia, página 221). 
 
Se argumentan aún otras razones para explicar la diferencia en cuanto al relato de los Evangelios tocante a la fecha de Pascua, como por ejemplo la costumbre de evitar, en caso de que la Pascua cayera en un día viernes o domingo, que hubiera dos días de reposo consecutivos, puesto que en todo esto estaba también involucrado el sábado semanal.
 
Siendo así, es presumible y así lo consideran muchos estudiosos de la Biblia, que en el año en que fue crucificado Jesús, la Pascua caía por calendario un día viernes y esto significaba entonces que dicha celebración se juntaba obligadamente con el sábado o reposo semanal, lo cual equivalía a observar dos días de reposo de manera consecutiva. Los líderes de Israel no veían con buenos ojos tal situación y cuando ocurría, determinaban trasladar la Pascua para el día sábado y así el sábado señalado por el reposo semanal, llegaba a ser un "gran sábado" para Jehová. Igual situación se producía si es que la fecha de Pascua coincidía naturalmente con el sábado semanal, como se alega puede haber sido también el caso en ocasión de la última cena (Vea Juan 19:31). 
 
De todo esto, se desprende entonces que Jesús habría celebrado la última cena con sus discípulos el día jueves por la tarde al ponerse el sol y comenzando el día viernes 14 de Nisán, toda vez que los judíos contaban los días de puesta de sol a puesta de sol o como dice la Escritura “de tarde a tarde” (Levítico 23:32 y Marcos 1:32). Todo lo anterior indicaría que la última cena se desarrolló un día anterior a la Pascua oficial, como relata el apóstol Juan, y que la celebración misma de la Pascua coincidió aquel año con el sábado semanal.
 
De ser así y la evidencia parece ser concluyente al respecto, Jesús habría celebrado la cena con sus discípulos, no en un ambiente pascual, sino un día antes de que dicha celebración se realizara. De ahí entonces que no es seguro que Jesús haya comido el cordero en aquella ocasión toda vez que el cordero mismo que se comía en ocasión de la Pascua debía ser sacrificado en el Templo y según el Evangelio de Juan los sacerdotes, guiándose por el calendario lunar, no celebraron la Pascua sino hasta el día siguiente.
 
Siendo así, la cena con los discípulos habría tenido un carácter netamente simbólico y eventualmente podría haber adolecido de cordero, adquiriendo en consecuencia el carácter de una simple y sencilla "cena", como menciona Juan y con cuyo nombre ha perdurado indefectiblemente hasta el día de hoy (Juan 13:1-2; 1 Corintios 11:20). De ahí que, según se presume, ninguno de los Evangelios definida y explícitamente mencione que dentro del aderezo que los discípulos realizaron de la Pascua, se encontrara de manera alguna el cordero correspondiente.
 
Por otra parte, aún hay otro antecedente que considerar. Recientes descubrimientos arqueológicos han logrado determinar que el Cenáculo en que los discípulos aderezaron la Pascua estaba bajo el dominio territorial y religioso de los esenios, que aunque vivían apartados de Jerusalén y dedicados a una vida monástica, ejercían poderosa influencia sobre algunos sectores del pueblo.
 
Los esenios eran una secta de antiguos judíos que floreció en los días de Cristo y que practicaba la comunidad de bienes y observaba gran sencillez y humildad en sus costumbres. Los esenios se oponían particularmente al sacrificio de animales y eran vegetarianos.
 
Excavaciones recientes sobre el monte de Sión, realizadas por un arqueólogo católico, han determinado que el Cenáculo en que Jesús celebró la Pascua con sus discípulos estaba ubicado territorialmente bajo la celosa influencia de los esenios pues se encontraba en una zona de Jerusalén que estaba bajo su estricto dominio. La alimentación de los esenios excluía definitivamente la alimentación de carne y dentro de su rigurosidad, la carne era excluida aún de la celebración pascual. Todo esto, nos lleva necesariamente a definir que aún respecto a la celebración de la Pascua, no se puede concluir de manera definitiva que Jesús comiera carne de manera alguna.
 
Es claro que mientras que la Pascua constituía un sacrificio cruento (con derramamiento de sangre), La Santa Cena o Comunión que Jesús estableció en su lugar, constituye un sacrificio incruento (sin derramamiento de sangre), lo cual deja ver que el derramamiento de sangre de animales como parte de la adoración del pueblo no reviste vigencia para los cristianos ya que los emblemas rituales de la Santa Cena, el pan y el vino, representan simbólicamente el cuerpo y la sangre de Cristo que fue sacrificado por nosotros.
 
Aún más, documentos antiguos escritos por cristianos del primer siglo, dejan ver que dentro de las acusaciones hechas contra Jesús de Nazareth ante el Sanedrín en ocasión de su enjuiciamiento, se estableció que el Señor Jesús manifestaba una conducta rebelde contra la ley de Moisés al no comer el cordero pascual que el rito prescribía. Tal conducta, a criterio de los acusadores, contradecía abiertamente la ley mosaica que establecía que todos los israelitas estaban obligados a comer cordero o cabrito en la fiesta de la Pascua. No obstante, dicha acusación contra Jesús no prosperó ya que los mismos intérpretes de la ley enseñaban, aunque débilmente, que no se exigiera tal cumplimiento a personas que no usaban carne como alimento. 

Efectivamente, la ley mosaica, establecía que todos los israelitas estaban obligados a comer cordero o cabrito en la fiesta de la Pascua. Sin embargo, años después de la destrucción del Templo, la Misná, en su capítulo IV referido a la Pascua, suaviza las normas, estableciendo textualmente que "en el lugar donde no sea costumbre comer carne, no se coma", disculpando a aquellos que en su dieta no acostumbraban a usar carne como alimento o tenían restricciones morales respecto del comer carne, como ocurría por ejemplo con los esenios y por otra parte, tal acusación en ningún modo servía a sus propósitos de llevar al Mesías hasta la cruz.
 
De todo lo expuesto, vemos que no se puede llegar a una conclusión definitiva sobre el régimen alimenticio que seguía Jesús. ¿Significa esto que no podemos saber de qué manera se alimentaba Jesús? De ningún modo, pues como ya se dijo, aunque el asunto no está detallado de manera explícita en el Nuevo Testamento, sí podemos llegar a obtener una respuesta concreta a la inquietud que nos embarga por la información bíblica que tenemos y que de manera implícita nos deja ver cuál era el régimen alimenticio que observó Jesús durante toda su vida.
 
5. RAZONAMIENTOS BÍBLICOS
 
A partir de los siguientes razonamientos podemos concluir cuál era el régimen alimenticio de Jesús:
 
PRIMERO: Cuando Dios creó al hombre, le señaló expresamente el régimen alimenticio que debía seguir. Este régimen era vegetariano. No era la voluntad de Dios que el hombre comiera carne, ya que esto significaba necesariamente quitar la vida a otras criaturas (Génesis 1:29). Dicho régimen vegetariano debía mantenerse aún después de la caída de Adán y hasta el mismo fin del tiempo según se desprende claramente de Génesis 3:16-19.
 
Jesús fue en todo obediente a la voluntad divina y podemos concluir con toda seguridad que él no se apartó del mandato de Dios tocante a la alimentación del hombre manteniendo durante toda su vida el régimen de alimentación que Dios estableciera para la humanidad. Recordemos que la alimentación que Dios prescribiera a la primera pareja humana constituía el ideal divino para el hombre y en este sentido, Jesús como hombre perfecto estaba llamado a dejarnos un ejemplo definido en cuanto al régimen alimenticio.
 
Jesús es llamado en las Sagradas Escrituras como "el segundo Adán". Puesto que el primer Adán fue vegetariano, toda vez que el hombre sólo recibió permiso de comer carne después del Diluvio y por razones muy específicas, es de toda lógica que el "segundo Adán", es decir Jesús, observara en su vida igual régimen alimenticio que su predecesor, toda vez que la vida de Cristo debía ser en todo un testimonio de que las condiciones de vida que Dios exigiera a Adán en el principio, eran en todo punto   razonables y justas (Romanos 5:14; 1 Corintios 15:45-47).
 
SEGUNDO: Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, Dios le proveyó maná. Esto hizo Dios porque no deseaba que Israel comiera carne como estaba habituado en el país de su esclavitud. No obstante, el pueblo pidió carne a comer, lo cual desagradó mucho a la vista de Dios (Lea Números 11).
 
Siendo que el consumo de carne por parte de Israel fue visto con especial desagrado por Dios en el desierto, y por qué no decir, que fue el mismo Cristo quien se sintió ofendido por esta intemperante actitud del pueblo, es consecuente concluir que Jesús no incurriera en su vida, en un estilo de alimentación que él mismo desaprobara tan decididamente en el pasado durante la peregrinación de Israel rumbo a Canaán (1 Corintios 10:5-6, 9). 
 
TERCERO: Considerando que Jesús fue quien inspiró a los profetas según 1 Pedro 1:10-11. Es consecuente concluir que él inspiró Proverbios 23:20 e Isaías 22:12-14.
 
De ello se deduce que Jesús, siendo consecuente, no podría haber incurrido en su vida en una conducta que él mismo desaprobara por medio de la voz de los profetas y en que mostraba un particular interés por la dieta alimenticia de su pueblo. (Isaías 65:3-4; 66:15-17)
 
El mismo declaró enfáticamente en el llamado sermón del monte, que no había venido al mundo con el propósito de abrogar lo que estaba firmemente establecido en la ley de Dios o en la enseñanza clara de los profetas (Mateo 5:17-19). 
 
CUARTO: La Ley de Dios dice: "No Matarás" (Exodo 20:13). Este precepto no sólo refiere a evitar la muerte de otro ser humano, como se interpreta generalmente, toda vez que en los Diez Mandamientos encontramos, aunque sorprenda a algunos, que Dios se preocupa no sólo de cuidar o preservar la vida humana, sino también la vida de los animales (Exodo 20:8-11). 
 
En este sentido y si bien el cumplimiento de la ley de Dios se traduce enfáticamente en amar a Dios y al prójimo, según explicó el propio Señor Jesús en Mateo 22:36-40, enseñanza recogida y atesorada por la Iglesia según se ve en las palabras del apóstol en 1 Juan 4:20-21, no menos cierto es que el amor descrito en ambos casos no excluye de manera alguna el amor natural que se debe prodigar no sólo a Dios y a nuestro prójimo, sino también a todo lo creado (animales, aves, peces, insectos y plantas) toda vez que en esencia no son sino representaciones o matices del amor de aquel Dios bondadoso que ha hecho todas las cosas para nuestro bien y mayor gozo.
 
En estricto orden, el mismo principio que nos motiva a amar profundamente a Dios, es el que nos constriñe a amar a todas las criaturas de Dios y entre ellas principalmente a nuestros semejantes (1 Juan 5:2; Juan 8:42).
 
Ahora bien, ¿excluye la Ley de Dios a los animales dentro del natural amor que somos llamados a evidenciar en su cumplimiento? Es claro que no, pues si así fuera, el mandamiento del sábado, implicaría sólo nuestra relación con Dios y nuestro prójimo y en ningún caso respecto a los animales que nos rodean o que nos sirven (vea Lucas 13:15). Sin embargo, vemos por este sencillo ejemplo, que la Ley de Dios custodia y guía nuestros actos no sólo respecto a nuestro trato con nuestros semejantes, sino también con respecto a todo los que nos rodea, aún los animales.
 
Por supuesto, lo señalado no indica que no debemos matar o eliminar ningún tipo de animal, ave, pez o insecto, aún cuando éstos amenacen nuestra seguridad, nuestro bienestar o nuestra vida. El Sexto Mandamiento cultiva en nuestro corazón un profundo respeto por la vida de todas las criaturas, especialmente nuestros semejantes y en este sentido nos enseña que debemos evitar todo daño o muerte innecesarios de aquellas criaturas que nos rodean. El matar a un animal, ave o pez para alimentarnos de su carne, aparte de ser un acto malvado, resulta de todo punto de vista innecesario ya que la tierra productiva es rica en toda clase de frutas, verduras, legumbres, cereales y oleaginosas que con toda propiedad, pues para eso fueron hechas, pueden preservar y mantener nuestra vida sirviéndonos como alimento.
 
De todo lo anterior, se desprende que Jesús, quien fue un ejemplo vivo no sólo de la letra de la Ley sino también de su espíritu, no haya hecho del consumo de carne una costumbre propia de su particular dieta alimenticia, por cuanto el quitar la vida a un animal para comer su carne no es de modo alguno una muestra de amor sino más bien de indiferencia y barbarie.
 
QUINTO: Jesús es señalado en el Nuevo Testamento como el Creador de todas las cosas (Juan 1:1-3; Colosenses 1:16).
 
Siendo así, es poco probable que él sintiera ávido deseo y deleite en comer la carne de animales o criaturas (mamíferos, aves, peces o insectos) que él mismo creó con amor y dedicación en el principio, no para que sirvieran de alimento sino de compañía y grato gozo para el hombre.
 
Dentro de este contexto, resulta incomprensible que Jesús aceptara poner en su mesa y delante de él, a fin de que sirviera como alimento, el cuerpo muerto e inerte de una criatura que él mismo creó con sus propias manos y que diseño con tan tierno y delicado cuidado.
 
¿Acaso no fue Dios el que impresionado, dio voz a la mula de Balaam para que el infeliz animal protestara por el maltrato de que estaba siendo objeto a manos del desquiciado profeta? (Números 22.27-31) ¿Incurriría Jesús en un trato aún peor a los animales que él mismo creó? Todo nos indica que no.
 
SEXTO: De Juan el Bautista, el precursor de Jesús, se dice que era vegetariano y que observaba un riguroso cuidado en su alimentación (Mateo 3:4). Las “langostas” (del griego ἀκρίδες) que menciona el texto bíblico, refieren a algarrobas, una especie de vainas semejantes a los frijoles o guisantes y que son comestibles. El árbol de algarrobo es de la familia de las leguminosas.  
 
Considerando que Jesús, el Mesías, era de un nivel o estatura moral y espiritual mucho más elevado que el de su precursor el Bautista, según declaraciones del propio Juan, es lógico concluir que Jesús observara en su alimentación un cuidado similar o aún mayor que el del propio Juan (Marcos 1:7).
 
¿Por qué Juan el Bautista era vegetariano? Recordemos que acerca de él, Jesús dio testimonio diciendo que había sido el hombre más grande que había existido en toda la historia humana (vea Mateo 11:11), no obstante, Juan mismo declaró que Jesús era mayor que él. ¿Es lógico entonces pensar que en cuanto al asunto de la alimentación Jesús fuera inferior a Juan? El contexto bíblico nos motiva a concluir decididamente que no.
 
SÉPTIMO: La profecía establece que en el Reino de los Cielos el régimen alimenticio será restaurado de acuerdo al plan original, fundamentalmente con relación al asunto de comer carne e incluso respecto a los propios animales (Isaías 11:6-7; 65:25).
 
Jesús, estando en la Tierra, fue el modelo perfecto del hombre celestial o si se quiere en otras palabras, el fiel tipo del hombre que habitará en el Reino de los Cielos.
 
El hombre en el Reino de los Cielos no comerá carne porque es contrario a la voluntad de Dios y contrario al plan original de Dios para la humanidad, de modo que siendo Jesús el modelo del hombre que ha de vivir en el Reino, es de toda seguridad que su régimen alimenticio fuera como el que señala la profecía y de ningún modo incluyendo la carne como se hace actualmente en un mundo manchado por el pecado.
 
De todo lo expuesto, se puede concluir fehacientemente que Jesús era vegetariano, no porque lo diga la Biblia de manera explícita, sino porque se hace fácilmente comprensible a partir del contexto bíblico y de todas las Sagradas Escrituras que nos entregan una imagen clara y perceptible de la impresionante vida y personalidad de Jesús.  
 
6. EL TESTIMONIO DE LA HISTORIA
 
¿Qué puede aportarnos la información extra bíblica o la historia respecto a los hábitos alimenticios de Cristo?
 
Si bien el material histórico o aparte de la Biblia, relacionado con la vida de Jesús no es muy abundante y más bien se remite a algunas referencias hechas por los primeros cristianos en sus escritos, creyentes del Siglo I, II o III d.C., historiadores de la época así como párrafos de textos antiguos que hacen referencia a Jesús, no menos cierto es que aún así, podemos formarnos una idea respecto a los hábitos alimenticios de Jesús, mucho de lo cual se desprende de lo enseñado y practicado por quienes creyeron en él.
 
A modo de ejemplo, se han encontrado manuscritos del Siglo I de nuestra era, los famosos "rollos del Mar Muerto", atribuidos generalmente a los esenios, secta que floreció precisamente en el tiempo de Cristo y que entregan interesantes detalles sobre el tema. 
 
El fallecido investigador G.J. Ousley, en su libro “El Evangelio de los Doce Santos”, ofrece una traducción del evangelio original que los miembros de la comunidad esenia protegieron de la corrupción general imperante en su época. En este citado documento de reconocido valor histórico se encuentra un registro de las enseñanzas de Jesús que no fue manipulado por “correctores” posteriores, especialmente después del Concilio de Nicea en 325 d.C. y que eliminaban con minucioso cuidado las enseñanzas que los líderes religiosos de esa época no estaban dispuestos a destacar o compartir, especialmente en todo aquello que tuviera que ver con el consumo de carne. Por ejemplo, fue eliminada una historia que aparece en este “evangelio esenio” y que registra la intervención de Jesús en varias ocasiones para evitar el maltrato de animales y también su enseñanza de que todas las criaturas, incluidos los animales, forman una unidad esencial de toda vida. El evangelio esenio indica que Jesús amaba entrañablemente a los animales y que se oponía al consumo de ellos como alimento.  
 
Por otra parte, antecedentes históricos poco conocidos, permiten establecer que la comunidad donde vivieron José y María, los padres de Jesús, estaba bajo influencia de los “nazarenos”, secta pre-cristiana de judíos y sirios que en mucho se asemejaba a los esenios, cuya obediencia a la ley de Dios tomaba particularmente en cuenta el mandamiento “No matarás” y que después incluso, dio nombre al lugar en que ellos vivían y que llegó a llamarse “Nazareth. Los “nazarenos” practicaban la abnegación y se obligaban a un voto de pobreza, voto que excluía la carne de sus dietas. El nombre “nazareno”, que se atribuye a Jesús, deriva de la influencia de esta secta que dominaba religiosamente la ciudad donde vivía Jesús. En Nazareth no se mataba un cordero para celebrar la fiesta de la Pascua y los nazarenos celebraban la fiesta siguiendo la costumbre de sus hermanos, que se abstenían de derramar sangre, de comer carne y de beber licores.
 
Igualmente, en el escrito signado como el “Evangelio de Tomás”, manuscrito cuya data se presume aproximadamente del Siglo III, se desprende que Jesús consideraba la alimentación carnívora como un simple alimentarse de “cadáveres”. Evidentemente, la expresión anterior resulta fuerte y quizás hasta chocante, no obstante se ajusta plenamente a la realidad. Nadie puede pretender comer carne sin asumir que ello implica necesariamente la muerte de un ser vivo y que al comer carne, en la práctica, no está sino devorando su cadáver.
 
La opinión atribuida a Jesús, en el llamado “Evangelio de Tomás”, se ve confirmada en otro “evangelio” extra canónico, el señalado como “Evangelio de Felipe”, cuya data también se asegura correspondería a los primeros siglos, y que en el párrafo 15, atribuye a Jesús las siguiente palabras: “Este mundo devora cadáveres” afirmación ésta, que correspondería con la que se encuentra registrada en el Evangelio atribuido a Tomás.
 
Si bien los citados “evangelios” no son reconocidos como inspirados, ya que se discute su influencia gnóstica, no dejan igualmente de representar una fuente de información válida desde el punto de vista histórico, toda vez que dichos documentos son de reconocida antigüedad y recogen información que tradicionalmente circulaba en los primeros siglos, traducido en palabras y en hechos que para aquel entonces se atribuían a Jesús.
 
También se desprende de todo lo expuesto, que mucha información acerca de la vida de Jesús de Nazareth se ha perdido con el tiempo o ha llegado a ser de difícil acceso para nosotros, de lo cual se entiende que la información general sobre Jesús era antiguamente mucho más completa de lo que es hoy en nuestro propio tiempo.
 
De ser estos escritos, auténticos desde el punto de vista histórico, y así lo creen los estudiosos del tema, la posición de Cristo con relación a la alimentación habría sido absolutamente contraria al consumo de carne y en consecuencia él mismo habría sido vegetariano. Sin embargo, si así fuere, y efectivamente Jesús hubiese sido vegetariano dándonos un ejemplo al respecto, ¿qué se puede decir de los discípulos de Cristo o de aquellos que creyeron en Jesús? Veamos algunos antecedentes que nos reporta la historia, la Patrística (escritos de los llamados “padres de la iglesia”) y la tradición:
 
Plinio el Joven (62-¿114? d.C.), historiador y autor de una serie de documentos de gran valor y de una carta a Trajano, escribiendo sobre los cristianos señala: "El Medio Oriente se ha convertido de tal manera que los ricos, los latifundistas, pierden su poder, porque los cristianos se nutren de alimentos inocuos." Con el término "inocuos" Plinio se refería a alimentos de carácter vegetariano.
 
En su Epístola X, 96 (carta a Trajano) sobre los cristianos, declara:tienen por costumbre el separarse y el volverse a reunir para tomar alimento (rursusque coeundi ad capiendum cibum), común e inocentemente.” La alusión a “tomar alimento” “común e inocentemente” refiere a la alimentación vegetariana que distinguía a los cristianos.
 
Por otra parte, Clemente de Alejandría, uno de los llamados "padres de la Iglesia" (¿150-216? d.C.) recomendaba a sus discípulos una dieta sin carne, citando el buen ejemplo del apóstol Mateo, quien se alimentaba de semillas, nueces y vegetales.
 
Juan Crisóstomo (¿344-407?), patriarca de Constantinopla, enseñaba que comer carne era para los cristianos una costumbre por demás cruel y absolutamente antinatural. El solía decir: "Imitamos a los lobos y a los leopardos, y somos peor que ellos, debido a que Dios nos ha honrado con el habla y la equidad. Nos hemos vuelto peores que bestias salvajes." 
 
San Girolamo, autor de un libro poco conocido pero no menos importante de la Patrística (escritos de los padres de la Iglesia) llamado Contra Iovinianum, escribe: "Después de la venida de Cristo no nos está permitido comer carne." 
 
De los escritos de Epifanio, se desprende que Pedro, Santiago, Juan y Esteban eran vegetarianos.
 
Por otra parte, escritos muy antiguos señalan que los apóstoles veían con inquietud y no menos admiración el hábito vegetariano de Jesús, el cual incluso le llevaba a excluir el comer cordero en ocasión de la Pascua, lo cual según relataban era su costumbre. Esta actitud de Jesús, de no comer carne ni aún en la Pascua, motivaba a algunos a vincular al Maestro de Galilea decididamente con los esenios quienes eran reconocidos por oponerse al consumo de carne y manifestar una actitud similar con relación al rito Pascual que evidentemente los llevaba a separarse de una Jerusalén estricta en la observancia de las leyes mosaicas. 
 
Al parecer y según se desprende de antecedentes poco conocidos, mayormente escritos de los cristianos de los primeros tres siglos, había cierta claridad en cuanto al hábito alimenticio de Cristo y la tendencia era aceptar que Jesús era vegetariano. Tal claridad se fue diluyendo con el transcurso de los años y a medida que la Iglesia se iba alejando y olvidando del buen ejemplo de Jesús.
 
Conocido es el caso de Francisco de Asís (1182-1226 d.C.) fundador de la orden monástica de los "Franciscanos" y cuya regla fue aprobada en 1215 por el Papa Inocencio III, recomendaba que todas las criaturas debían vivir en estrecha armonía y se oponía a la muerte de todo ser vivo, manteniendo una dieta estrictamente vegetariana no sólo él sino también todos cuantos pertenecían a su orden.
 
Sin ir más lejos, Martín Lutero, el célebre reformador, enseñaba con gran entusiasmo que Jesús era vegetariano y que en hecho no consumía carne ni siquiera en la Pascua.
 
En todo esto, no hacemos más que ver que en distintas épocas personas que han acogido la vocación cristiana como algo especial en sus vidas, han visto la necesidad de cambiar su dieta alimenticia a fin de sentirse verdaderamente en armonía con Dios. Muchos de ellos, como los apóstoles y creyentes más cercanos a Cristo, han sentido que en esto estaban siguiendo los pasos de Jesús e imitando al Señor en su vida y devoción.
 
El testimonio de la historia confirma que la dieta vegetariana formaba parte de la devoción de muchos cristianos en el tiempo antiguo aún antes de que llegara a existir ningún adventista del séptimo día. 
 
Ahora bien, aunque la Iglesia cristiana primitiva no se sintió llamada inmediatamente a ser vegetariana, toda vez que era una organización emergente y en muchos territorios bajo fuerte hostigamiento y persecución, lo cual evidentemente no les permitió organizarse ni definirse respecto a todo punto de vista, entre ello el régimen alimenticio, no menos cierto es que ya se dejan ver vestigios de un hábito vegetariano incipiente entre algunos de sus miembros aún a partir del Siglo I.
 
La carta que el apóstol Pablo escribió a los romanos en su capítulo 14, deja ver que existía un problema relativo al consumo de carne entre los discípulos (Romanos 14:1-23; 1 Corintios 8:1-13; 10:18-33).
 
En efecto, producto de que la Iglesia del siglo primero estaba formada en su mayoría por cristianos gentiles, es decir, cristianos que se habían convertido a la fe de Jesús pero que sin embargo provenían de diversas naciones y en consecuencia de diversas creencias religiosas dispares, surgió un problema respecto al consumo de carne, que los gentiles consumían frecuentemente.
 
Mientras que los cristianos judíos consumían poca o nada de carne, los cristianos gentiles consumían habitualmente carne. Ahora bien, esta situación involucraba varios problemas a la vez, puesto que los judíos se apegaban a restricciones definidas en cuanto al comer carne y el consumo de ésta debía ceñirse a la voluntad de Dios tocante a este asunto.
 
Los cristianos judíos no veían con buenos ojos el consumo indiscriminado de carne ya que esta conducta no se ajustaba a la norma de Levítico 11 que hablaba de las carnes limpias e inmundas. Por otra parte, los judíos tenían prohibición de comer la carne de animales estrangulados o ahogados y de aquellos que no hubiesen sido desangrados correspondientemente (Levítico 3:17; 7:26; Deuteronomio 12:23).
 
A todo lo anterior, se sumaba el hecho de que la carne que consumían los cristianos gentiles provenía en su mayoría de las carnicerías locales y que recibían para el consumo y venta la carne de animales que normalmente habían sido sacrificados a los dioses paganos en el culto dominical.
 
Esta situación provocó que algunos cristianos, por causa de lo sacrificado a los ídolos, se tornasen absolutamente vegetarianos y evidenciaran una notable diferencia respecto de aquellos cristianos que sí consumían carne. (Romanos 14:1-2)
 
El término griego  λάχανα que aparece en Romanos 14:2 y que se traduce como legumbres significa en realidad vegetales o verduras. La situación provocó que muchos tomaran la firme resolución de abandonar definitivamente el consumo de carne, intención que de alguna manera representó el propio apóstol Pablo en sus escritos. (Romanos 14:21; 1 Corintios 8:13).
 
Igualmente, el problema suscitado a raíz del consumo de carne, motivó a que el Concilio de Jerusalén (49-50 d.C.), presidido por los apóstoles y ancianos de la Iglesia, se pronunciara al respecto y propusiera una dieta mayormente sin carne. (Hechos 15:20 y 29)
 
En todo esto, vemos que aún las circunstancias motivaron a que la Iglesia siguiera el ejemplo de Jesús en cuanto al no consumo de carne. A partir del Concilio de Jerusalén la Iglesia se tornó decididamente vegetariana, como vemos de acuerdo a los antecedentes históricos y que hablan de los apóstoles y creyentes como vegetarianos.
 
El decreto que se promulgó en el Concilio de Jerusalén fue observado por todos los cristianos de las épocas posteriores, según se deja ver en lo propuesto en la Didajé, escrito que representa las creencias de los cristianos de la segunda mitad del Siglo I, que en su Capítulo VI, párrafo 3 dice:
 
“Pero en lo que concierne a la comida, en cuanto sea capaz; absténgase por todos los medios de la carne sacrificada a ídolos; porque esa veneración es dirigida a dioses muertos.”  
 
Que los cristianos habían dejado de frecuentar las carnicerías gentiles en que se vendía carne sacrificada a ídolos se transparenta del siguiente comentario que Plinio el joven hace a Trajano en una de sus cartas:
 
“Me consta con certeza que los templos, desiertos prácticamente, comienzan a ser frecuentados de nuevo, y que las ceremonias rituales (sacra sollemnia) hace tiempo interrumpidas, se retoman, y que se vende por doquier la carne de las víctimas que hasta la fecha hallaba escasos compradores.”
 
La situación en cuanto a la alimentación se mantuvo sin alteración hasta el Siglo IV aproximadamente, fecha en que nuevamente se dejan ver problemas en la Iglesia tocante al consumo de carne.
 
Cuando la clase noble romana comenzó a convertirse al cristianismo, los ricos comenzaron a adquirir poder y preeminencia en el liderazgo de la Iglesia y juntamente comenzaron a introducirse antiguas costumbres que ya habían sido erradicadas de entre los cristianos. Una de estas costumbres fue el consumo de carne. Con esto surgió nuevamente el problema de lo sacrificado a los ídolos y con ello, una persecución contra los cristianos fieles que se resistían a las intrusiones del paganismo en la Iglesia. 
 
En el Concilio de Angora (314 d.C.) se determinó suspender de sus funciones a todos los clérigos y diáconos si éstos no demostraban en hecho que comían carne. Se había consolidado en dicho Concilio la posición absolutamente opuesta y que se hizo finalmente doctrina diciendo: "No querer comer carne, ni siquiera escondida entre las legumbres, es un ultraje al Creador que nos ha dado los animales para que los comiésemos."
 
De lo anterior, vemos que existía una resistencia decidida de parte de los cristianos más fieles en cuanto al comer carne y que en definitiva debido a aquella firme resolución se determinó realizar el Concilio de Angora.
 
Como resultado del mencionado Concilio y en que se estableció la aceptación del consumo de carne a nivel oficial, hubo persecución contra aquellos hermanos que insistían en mantener un hábito vegetariano en cuanto a la alimentación. El primer mártir de entre los cristianos que no comían carne fue Prisciliano, un hombre culto, ascético, vegetariano, nacido en el año 340 d.C. y que fue decapitado.
 
Lo descrito resulta sorprendentemente exacto con relación a la carta que Jesús, el Testigo Fiel y Verdadero, envía a la Iglesia del Siglo IV, a saber la Iglesia de Pérgamo, a quien se reprende por "comer de cosas sacrificadas a los ídolos" (Apocalipsis 2:14). Este fue un problema puntual de la Iglesia del Siglo IV (Pérgamo) y así queda representado proféticamente en el Apocalipsis.
 
A partir del Siglo IV la iglesia cristiana, ya apostatada de su fe original, hizo del consumo de carne una práctica corriente y habitual entre sus feligreses y con toda justicia es reprendida por Jesús, segunda vez, en la carta a la Iglesia de Tiatira, símbolo de la iglesia durante el siglo VI y hasta el Siglo XVI. (Apocalipsis 2:20)
 
Aun hoy en día, hay quienes ven en la práctica de la "Cuaresma de Pascua", en que los católicos se abstienen de comer carne durante 40 días antes de la Pascua (Semana Santa), una notable reminiscencia del hábito vegetariano de la iglesia cristiana primitiva.
 
[1] Evangelio de la Paz, Capítulo XXIII 10-14, Traducción del Aramaico por Edmonds S. Bordeaux.
 
7. CONCLUSIÓN
 
De todo lo expuesto, podemos concluir que es de toda seguridad que Jesús en su vida práctica era vegetariano, tal y como lo sería un verdadero "Cordero", manso y humilde.
 
De igual manera, los testimonios bíblicos e históricos confirman que la iglesia cristiana primitiva, a partir del ejemplo de Jesús y de los apóstoles, tendió a ser vegetariana y no carnívora, optando los primeros cristianos por una dieta sin carne y viviendo a partir de lo que ofrece la tierra para vivir.
 
Considerando todo esto, ¿cuál será nuestra posición, como cristianos, sobre el importante asunto de la alimentación? ¿Seguiremos a Jesús como la luz del mundo aún en el sencillo acto de alimentarnos? Si Jesús era vegetariano, ¿cree Ud., en conciencia, que debieran los cristianos usar carne como alimento desechando el ejemplo de Cristo sobre este importante asunto? La decisión final por cierto será siempre suya.
 
 
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