MUNDO Y RELIGION - M&R
   
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  La Biblia, la salud y los alimentos
 




Muchas personas jamás han pensado en la íntima relación que existe entre lo físico y lo espiritual en la vida cristiana y se sorprenden al descubrir el caudal de consejos que ofrece la Biblia respecto al cuidado de la salud física o corporal.

E
s claro que la salud de la mente tiene mucho que ver con la salud del cuerpo y es precisamente aquí donde muchas personas fracasan en su experiencia religiosa. Un antiguo proverbio dice: "mente sana en cuerpo sano". Es indudable que existe una estrecha relación entre nuestra salud física y nuestra salud mental o espiritual. No se puede pretender alcanzar una mente equilibrada o un espíritu elevado si en la práctica no se posee un cuerpo saludable y físicamente potenciado. 

Jesús definió claramente esta relación que existe entre el espíritu y el cuerpo cuando dijo: "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está presto más la carne enferma." (Mateo  26:41)

En estas palabras Jesús deja ver que indudablemente existe una íntima relación entre el espíritu y el cuerpo (la carne) y nos llama a ser cuidadosos. Jesús estableció que el mayor obstáculo que se nos presenta para hacer la voluntad de Dios radica en que teniendo todo el deseo de vivir de acuerdo a los principios de nuestro espíritu, en la práctica no podemos alcanzar nuestro anhelo porque nuestro cuerpo, la carne, está enfermo y debilitado, lo cual nos lleva a caer constantemente presa de diversas tentaciones. Lea Romanos 8:5-7; Gálatas 5:19-21.

 LA SALUD Y LA ALIMENTACIÓN 

Frecuentemente personas sinceras que desean vivir de acuerdo a la voluntad de Dios se encuentran con que no son capaces de vencer sus malos hábitos, vicios, malas tendencias e inclinaciones, etc., y se sienten impotentes frente a las tentaciones cotidianas que una y otra vez los vencen y les impiden vivir de acuerdo a sus principios.

Jesús declaró que nuestro cuerpo (la carne), está enfermo y debilitado. Cabe preguntar, ¿por qué el cuerpo está enfermo o debilitado? Es sabido que desde el principio del muno y como consecuencia del pecado, la naturaleza humana viene decreciendo y debilitándose en fuerza física y vigor mental, así como en valor moral. Sumado a esto, la respuesta es muy sencilla, por lo que comemos y bebemos. Es un hecho indiscutible que la alimentación juega un papel muy importante en relación con la salud del cuerpo. Siendo así, es razonable que cuidemos nuestra alimentación y efectivamente la Biblia nos llama a hacerlo.

¿Qué cuidado fundamental debemos observar respecto a nuestra alimentación? Lea 1 Corintios 10:31. 

Somos llamados a cuidar en todo aspecto que nuestra alimentación, es decir lo que comemos y bebemos, esté de acuerdo a la voluntad de Dios y tenga como fin su glorificación. En este sentido, es claro que muchas de las cosas que comemos o que bebemos no son aprobadas por Dios y aunque él ha hecho muchas cosas para nuestro beneficio, no todo puede ser considerado como alimento.

CARNE Y VINO 

En relación con lo anteriormente expuesto, la Biblia señala que hay dos elementos que componen generalmente nuestra alimentación y que definitivamente no pueden ni deben ser considerados como alimento: la carne y el vino (Proverbios 23:20; Isaías 22:12-14).

De una concienzuda lectura de Números 11 se deduce claramente que a Dios no le agrada el consumo de carne por parte de los seres humanos, no sólo porque el mismo es antinatural y requiere la muerte de un ser vivo, sino porque su consumo no promueve la espiritualidad. En hecho, la desobediencia de Israel en este punto, causó en los transgresores una decidida "flaqueza de alma" (Salmo 78:26-31). 

Algunas personas, sin embargo, argumentan que todo esto ocurrió en la dispensación del Antiguo Testamento y que viviendo nosotros en la dispensación del Nuevo, nada tenemos que ver con el problema de la carne imputado a Israel, aunque dicho argumento no se compadece con la circunstancia de que la naturaleza del hombre no ha cambiado desde aquel tiempo hasta hoy.

No obstante, es también claro que las enseñanzas del Antiguo Testamento y la experiencia del pueblo de Dios en el pasado, están registradas en la Biblia para nuestro provecho y a fin de que no incurramos en errores similares a los que condujeron a Israel al fracaso en su experiencia espiritual. En este sentido, muchos siglos después del éxodo de Israel, el apóstol Pablo, exhortando a los cristianos, los llama a no repetir la experiencia de aquel pueblo, específicamente en cuanto al consumo de carne, lo que él llama "cosas malas" (1 Corintios 10:6 y 11). 

Que el consumo de carne no es la voluntad de Dios queda más que claro al considerar el sexto de los Diez Mandamientos que dice: "No matarás." (Exodo 20:8).

Si bien el mandamiento de Dios resguarda básicamente la vida humana, no deja de ser menos cierto que sus preceptos son considerablemente más amplios y nos constriñen a respetar además la vida animal y en general de todo lo creado. Compare con el mandamiento del sábado que ordena proveer el merecido descanso aún a los animales (Exodo 20:8-11).

¿Qué diremos respecto al consumo de vino? De una lectura de Proverbios 20:1 y 23:29-35, se deduce claramente que Dios no aprueba el consumo de bebidas alcohólicas, cualquiera sea su origen. 

La Biblia está llena de historias en las que el consumo de vino ha sido el detonante de una tragedia o de situaciones de dramática inmoralidad. Todo esto, de manera particular o individualmente, debería servirnos de amonestación y advertencia contra el consumo de tan perniciosa bebida. Las Sagradas Escrituras son claras en señalar que aquellos que usan de bebidas alcohólicas para obtener estímulos impropios, serán castigados en el día del juicio. Los borrachos no heredarán el Reino de Dios (1 Corintios 6:9-10).

Estos dos elementos, carne y vino, han estado durante toda la historia bajo fuerte crítica y nunca han sido aceptados completamente como comida y bebida. Esta situación, de alguna manera se refleja en las palabras del apóstol Pablo en Romanos 14:21; 1 Corintios 8:13.

Escribiendo sobre salud una autora exhortó lo siguiente: "Ni un gramo de carne debiera entrar en nuestro estómago. El consumo de carne es antinatural." (Elena G. de White, Manuscrito 115, 1903)
 

"¿Y quién puede describir la miseria, la agonía, la desesperación que esconde el hogar del bebedor?" 
(El Ministerio de Curación, página 254).

LA ALIMENTACIÓN Y LA ESPIRITUALIDAD

Muchas personas piensan que la vida cristiana nos anima principalmente a cultivar nuestro espíritu y que el cuidado del cuerpo no juega un papel relevante al respecto. Sin embargo, quienes opinan de esta manera, desconocen absolutamente que la Biblia exhorta diciendo: "glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu" (1 Corintios 6:20).

Se desprende de este texto que el cuidado que hay que prodigar al cuerpo es tan importante como el que se debe prodigar al espíritu y que en hecho el primero es la base del segundo. La Biblia señala que debemos cuidar nuestro cuerpo por cuanto éste es el albergue de nuestro espíritu. Estamos llamados a cuidar de nuestro cuerpo tanto como lo haríamos ciertamente de un templo sagrado. 

Algunas personas no han comprendido claramente su obligación ante Dios en lo concerniente al cuidado de la salud. El cuerpo humano está destinado a ser el templo terrenal de Dios. Con cuanto cuidado deberíamos entonces tratar de conservarlo sano y en buenas condiciones. Debemos glorificar a Dios en el templo de nuestro cuerpo. Los que aún no han recibido los valiosos consejos que sobre la salud ofrece la Biblia, son llamados a hacerlo de buen grado (1 Corintios 3:16-17).

Una prestigiada autora declaró: "El estado de la mente tiene que ver mayormente con la salud del cuerpo, y en forma especial con la salud de los órganos digestivos." (Elena G. de White, Manuscrito 38, 1898).

De la declaración anterior, se desprende que la alimentación ejerce una directa influencia sobre nuestro estado mental y espiritual. Lo anterior, de alguna manera se transparenta en Proverbios 15:17.

              EL RÉGIMEN ALIMENTICIO SEÑALADO POR DIOS

El régimen alimenticio señalado por Dios al hombre en el principio era vegetariano y es lógico que el cristianismo, basado en la Biblia, guíe a la humanidad de regreso a una dieta más natural (Génesis 1:29).

"Los cereales, las frutas carnosas, los frutos oleaginosos, las legumbres y las hortalizas constituyen el alimento escogido para nosotros por el Creador."
[(Elena G. de White, Dones Espirituales, pág. 120).

Si bien las Sagradas Escrituras nos enseñan que el hombre se apartó de dicho régimen alimenticio, es claro que Dios desea que volvamos a él, pues en la profecía se deja ver que en el Reino de Dios aún los animales recobrarán su capacidad de alimentarse de los frutos de la tierra (Isaías 65:25).

UNA REFORMA EN LA ALIMENTACIÓN

Los cristianos son llamados a velar atentamente a fin de mantenerse en estricta obediencia a Dios, sabiendo que la mayor dificultad para lograr esta vida de obediencia tan anhelada, radica en la capacidad de nuestro cuerpo de seguir fielmente los dictados de nuestro espíritu. 

El cuerpo está enfermo o debilitado, dijo Jesús, lo cual debe llevarnos a reflexionar sobre la imperiosa necesidad de que se realice una reforma en nuestras vidas. Esta reforma, pasa necesariamente por ejercer un especial cuidado de nuestro cuerpo, lo cual es señal de una religión inteligente, racional. Una religión que no se ocupa de un especial cuidado del cuerpo en detrimento del espíritu, está promoviendo una inconsecuencia. No puede haber obediencia del espíritu mientras nuestro cuerpo está enfermo, debilitado o decaído por nuestros malos hábitos en el comer o beber. Nuestra alimentación mal sana y antinatural ejerce directa relación respecto a nuestra salud corporal y esto a su vez constituye una seria dificultad para armonizar nuestra disposición física con nuestra disposición espiritual. Por el contrario, una sana constitución física y una buena salud, son fundamentales si deseamos alcanzar una vida de obediencia (Romanos 12:1-2).

"Es imposible que un hombre presente su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, si continúa satisfaciendo hábitos que lo están privando del vigor físico, mental y moral... 'No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta' (Romanos 12:2)."-Maranatha, p. 117.

¡Cuán agradecidos deberíamos sentirnos por la dirección divina en cuestiones tan prácticas! No deberíamos considerar los consejos en materia de alimentación como restricciones molestas y prohibitivas, sino más bien como misericordiosos consejos que nos llevan a alcanzar una mejor salud, no sólo física sino también espiritual. 

Ciertamente, el ejercer un diligente cuidado en lo que comemos o bebemos, redundará en un excelente beneficio propio. Una ilustración respecto a esto se puede encontrar en Daniel 1:3-21.

Maravilloso privilegio es poder aprender de la Biblia aquellos consejos que nos guían a apartarnos de todo mal hábito en el comer y o el beber, teniendo a Dios por Consejero.

 
 
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