MUNDO Y RELIGION - M&R
   
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  Dios ¿quién es él?
 
En ocasiones, cuando nos detenemos frente a un imponente edificio o ante una gran construcción arquitectónica, con frecuencia nos preguntamos quién o quiénes habrán intervenido o tomado parte en su construcción.


Si alguien en respuesta a nuestra inquietud nos dijera que nadie tomó parte en el diseño y construcción de aquel edificio o de aquella gran construcción arquitectónica, sino que en realidad se presentó producto de una sorprendente casualidad y por sí solo en el campo de la existencia ¿sería sensato creer tal cosa? Alguien definitivamente diría ¡Por supuesto que no! Las cosas no se hacen solas y mucho menos las cosas evidentemente complejas, como un edificio. 

Cierta vez un escritor bíblico planteó la siguiente reflexión: "Toda casa es edificada de alguno." (Hebreos 3:4) Todo el mundo quizás estará de acuerdo con ese razonamiento. En realidad nada llega a existir por sí solo. Nada se hace solo, todo elemento complejo requiere de un "hacedor", un constructor. 

 Ahora bien, cuando nos detenemos frente a la materia y su complejidad, observamos la naturaleza o la infinita belleza del vasto universo, ¿no podemos acaso aceptar la conclusión lógica del mismo escritor bíblico que también dice: "el que crió todas las cosas es Dios."?

Efectivamente, así como un edificio no nace espontáneamente sino que su presencia implica, anterior a él, el trabajo de un arquitecto y constructor, igualmente todo en el universo tiene un Hacedor, nada ha venido al campo de la existencia sin la intervención de un Creador.

Consideremos el universo con los muchos billones de estrellas que lo componen. Sorprende descubrir que todas aquellas estrellas y planetas, formando sistemas estelares, galaxias, constelaciones, nebulosas, etc. se rigen por leyes que los mantienen en perfecta relación unos con otros. ¿Quién ha establecido esas leyes? Esta es una pregunta que muchas personas sinceras han llegado a formularse alguna vez en la vida. De seguro sería insensato pensar que los miles de millones de estrellas sencillamente se hicieron a sí mismas y que, sin dirección u organización alguna, formaron los grandes sistemas que se mueven con tan maravilloso y perfecto orden. Sencillamente sería imposible el que este universo altamente organizado e infinitamente más complejo que una casa o edificio de fabricacipón humana hubiera surgido espontáneamente por sí mismo, y que no obstante, la propia casa, incomparablemente más sencilla, requiriese necesaria e invariablemente de un hacedor.
 
¡Sí! El universo tiene un Hacedor. La primera enseñanza de la Biblia dice así: "En el principio crió Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1:1)

El reconocer a Dios como el magnífico Hacedor de todas las cosas es el primer paso para explicarnos razonablemente el origen del universo y el propósito fundamental de la vida del hombre en la tierra.


DESCUBRIENDO AL DIOS INVISIBLE
 
La Biblia declara enfáticamente: "A Dios nadie le vió jamás" y en cuanto a él afirma: "ninguno de los hombres a visto ni puede ver." (Juan 1:18; 1 Timoteo 6:17)

Ante esto surge la razonable pregunta ¿cómo podemos creer en un Dios que no vemos? Frente a esta pregunta, es necesario decir que si bien nunca hemos visto a Dios sí podemos llegar a tener certeza de su divina existencia. Pero ¿cómo podemos aceptar la existencia de alguien a quien nunca hemos visto? La respuesta es muy sencilla: por medio de las cosas que ha hecho y que dan testimonio de su existencia. 
 
Considere usted lo siguiente: Si al salir por la mañana hacia su trabajo dejara su casa completamente desordenada y sucia y luego, al volver por la tarde, la encontrara perfectamente limpia y ordenada, ¿cuál sería su natural y lógica pregunta? Evidentemente, se preguntaría quién estuvo en casa e hizo ese trabajo de orden y limpieza. ¿Por qué se preguntaría usted tal cosa? Sencillamente porque las cosas hechas y el orden y la limpieza realizados dan incuestionable evidencia de que alguien estuvo en su casa y para llegar a tal conclusión no requiere necesariamente haber visto a ese "alguien" que hizo todas las cosas. Así también, la Biblia enseña que "en el principio la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo" (Génesis 1:1) no obstante, la evidencia señala que "Alguien" ordenó y dispuso todas las cosas.  
 
¡Sí! Podemos descubrir y conocer a Dios a través de las cosas que son hechas. El escritor bíblico declara esto cuando dice: "Porque las cosas invisibles de él [Dios], su eterna potencia y divinidad, se echan de ver desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas, de modo que son inexcusables." (Romanos 1:20)
 


 

LA CREACIÓN TESTIFICA DE LA EXISTENCIA DE DIOS

Cuando observamos con detención la naturaleza, podemos descubrir infinitas evidencias de que existe un magnífico Hacedor de todas las cosas. La naturaleza toda testifica del amor de Dios. Cuando contemplamos las maravillas y bellezas de todo lo que existe, nos asombramos con la prodigiosa forma en que todas las cosas están hechas. El diseño y amor de un Creador se distingue invariablemente en la forma, textura y fragancia de una flor, la delicadeza y diseño de un diminuto pájaro o la imponente majestuosidad de los grandes mamíferos.

 Con mucha razón el salmista exclamó: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos." (Salmo 19:1)
 
Otro escritor bíblico nos sugiere diciendo: "En efecto, pregunta ahora a las bestias, que ellas te enseñarán." (Job 12:7-9)
 
Cuando fijamos nuestra vista en el gran número de mamíferos que pueblan nuestro planeta nos llena de asombro la gran cantidad de especies y géneros de animales que existen. Se dice que hay más de 4.000 especies de mamíferos distintos, pasando desde pequeñas criaturas que no miden más que unos centímetros y que escurren diligentemente por los bosques o el enorme elefante que con toda su imponente majestad se pasea tranquilo por las sabanas africanas.
 
Que podemos decir de los felinos. Existe una sorprendente variedad de grandes gatos a lo largo del mundo entero. Leones, tigres, panteras, pumas, etc., todos de diversos tamaños y distintos pelajes se pasean raudos por selvas, estepas, sabanas y praderas. Aún dentro de los grandes felinos manchados podemos distinguir diversidad de diseños. No son iguales las manchas de un leopardo al compararlas con las de un guepardo, de un jaguar o de un ocelote. En todo el mundo animal, es asombrosamente increíble la enorme variedad de diseños que podemos llegar a observar.
 
"Y las aves de los cielos, que ellas te lo mostrarán." Existen innumerables y hermosas aves. Todas de diferentes tamaños y formas. Hay aves de tamaño imponente, como las grandes águilas que surcan los aires a enormes alturas y hay aves de muy pequeño tamaño, como los colibríes que nos alegran con su vuelo danzante y su sin par hermosura mientras incansables buscan el delicioso néctar de las flores. 


"O habla a la tierra que ella te enseñará." Podemos descubrir a Dios en la majestuosidad de las montañas. En el silbido del viento. Podemos descubrir a Dios en la lluvia que cae sobre el campo. En la paz silente de los verdes y profundos bosques. Aún las piedras tienen una historia que contar y que nos habla del Creador. Dios misteriosamente se deja ver en todas las cosas.
 
"Los peces de la mar te lo declararán también."¿Qué podemos decir de la vida que se despliega en el mar y en los grandes océanos? Quizás por ser la parte de nuestro mundo menos explorada, es ahí donde con mayor asombro podemos descubrir a Dios. Nuestra mente se eclipsa admirando a los millones de peces que pueblan el azul de los mares. Cómo no admirar el maravilloso y sin igual colorido de innumerables y diminutos peces multicolores que alegremente serpentean por las aguas. Sorprendentes cetáceos que nos impresionan con su tamaño. Criaturas de los más diversos colores, tamaños y formas. Toda una vida no bastaría para conocer completamente el bello y misterioso mundo marino. ¿Qué diremos de las grandes profundidades abisales que superan los 2.000 metros? En lugares profundos existen peces sorprendentes que generan su propia luz y que poseen las más diversas y fantásticas formas. Efectivamente, el mar tiene mucho que declararnos de Dios.




"¿Qué cosa de todas estas no entiende que la mano de Jehová la hizo? Cuando admiramos la sorprendente belleza de todas las cosas, no podemos dejar de admitir que todo obedece a un magnífico diseño y superior propósito. Todo en la naturaleza proclama alegremente a un Hacedor o como dice una autora: "En todas las cosas creadas se ve el sello de la Divinidad. La naturaleza da testimonio de Dios." (E.G. de White, La Educación, pág. 95)
 
La misma autora refirió lo siguiente: "La naturaleza habla sin cesar a nuestros sentidos. El corazón que está preparado quedará impresionado por El amor y la gloria de Dios tal como se revelan en la obra de sus manos. El oído atento puede escuchar y entender las comunicaciones de Dios por las cosas de la naturaleza. Los verdes campos, los elevados árboles, los capullos y las flores, la nubecilla que pasa, la lluvia que cae, el arroyo que murmura, las glorias de los cielos, hablan a nuestro corazón y nos invitan a conocer a Aquel que lo hizo todo." (E.G. de White, El Camino a Cristo, pág. 60)
 
"Mira las maravillas y bellezas de la naturaleza. Piensa en su prodigiosa adaptación a las necesidades y a la felicidad , no solamente del hombre, sino de todas las criaturas vivientes. El sol y la lluvia que alegran y refrescan la tierra; los montes, los mares y los valles, todos nos hablan del amor del Creador." (E.G. de White, El Camino a Cristo, pág. 1)
 
Cuando admiramos la sorprendente belleza de todas las cosas, no podemos dejar de admitir que todo obedece a un magnífico diseño y superior propósito. Todo en la naturaleza proclama alegremente a un Hacedor o como dice una autora: "En todas las cosas creadas se ve el sello de la Divinidad. La naturaleza da testimonio de Dios.(E.G. de White, La Educación, pág. 95)

ACEPTANDO LA EXISTENCIA DE DIOS
 
No es posible proponer, como pretenden algunos "científicos", que el universo y todo lo que él comprende, es el resultado de una incomprensible casualidad. El diseño y la forma en que están hechas todas las cosas apela a nuestros sentidos y nos invita a aceptar lo que es evidente, hay un magnífico Hacedor de todas las cosas y ese Hacedor es Dios.
 
El escritor bíblico nos invita diciendo: "Reconoced que Jehová él es Dios, el nos hizo y no nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos y ovejas de su prado." (Salmo 100:3)
 
La razón nos llama a aceptar la existencia de Dios. Estudiando con detención las cosas creadas no podemos menos que hacer nuestro el apelo: "Reconozca que hay un Dios". Aún por medio de inquirir en nuestra maravillosa constitución física como seres humanos se ha de sentir el llamado a reconocer respecto a Dios: "el nos hizo y no nosotros a nosotros mismos." No somos producto de una singular evolución de millones de años sino fruto de un acto creador de Dios. Somos fruto del pensamiento de Dios. Siendo Dios nuestro Creador, se constituye por derecho en nuestro legítimo Soberano y benévolo protector. Siendo los hombres creados por el mismo y único Dios, están llamados a ser su pueblo y a vivir fraternalmente como hermanos mirando a él como a un Pastor y viviendo a la luz de su rostro como "ovejas de su prado".
 
Un antiguo relato señala que un connotado científico dialogaba sobre la existencia de Dios con un estudiante de teología. El científico sostenía que todo en el universo es resultado de la casualidad y de un lento proceso de evolución. El estudiante de la Biblia por su parte no aceptaba tal planteamiento y argumentaba que Dios es el creador de todas las cosas. La conversación se extendió y finalmente no pudieron llegar a un acuerdo, cada cual permaneció firme en su posición.
 
No obstante, acordaron seguir el debate en otro momento y para ello el estudiante de teología sugirió que pudieran continuar la conversación en su casa para lo cual invitó al científico a almorzar.
 
El día acordado, el científico llegó a la hora prevista y siendo recibido por su anfitrión pasó al comedor. Mientras el joven teólogo disponía las cosas para el almuerzo, el científico observó que sobre la mesa del comedor y desprendiéndose del techo, se descolgaba un hermoso "móvil" semejando el sistema solar. Confeccionado de un hermoso material y descolgándose de un fino alambre que surgía del techo se balanceaban armónicamente un sol, la luna, los planetas y algunas estrellas. Era en sí un adorno muy bonito y por demás ingenioso.
 
Cuando el atento anfitrión volvía al comedor trayendo los platos para el almuerzo, el científico preguntó intrigado inquiriendo quién había hecho el curioso "móvil". El estudiante de la Biblia le contestó diciendo: ¿Qué pensaría si dijese que nadie hizo el "móvil", sino que espontáneamente comenzó a surgir del techo y lentamente comenzaron a formarse las figuras de cartón, primero el sol, luego la luna, los planetas y finalmente las estrellas? El científico protestó y le dijo: te diría que estás absolutamente loco, esto no pudiera haberse hecho solo. Aún no terminaba plenamente de decir esto cuando sorprendido por su propio argumento el científico permaneció en silencio uno o dos segundos. Una sonrisa recorrió sus labios y dirigiéndose a su amigo, le dijo humildemente: He comprendido el mensaje, he sido un tonto al dudar de la existencia de Dios. Aquel día ambos amigos almorzaron alegremente, conversaron larga y animadamente y aún la comida tuvo un nuevo sabor.
 
El reconocer la existencia de Dios es un paso trascendental en nuestra vida. No obstante, reconocer que existe Dios, nos llama consecuentemente a reconocer que debemos amarle y respetarle. La Biblia nos impele diciendo: "Venid, adoremos y postrémonos, arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor." (Salmo 95:6)
 
"El deber de adorar a Dios estriba en la circunstancia de que él es el Creador, y que a él es a quien todos los demás seres deben su existencia." (E.G. de White, El Conflicto de los Siglos, página 489)

EL NOMBRE DE DIOS
 
Si Dios es una persona, él debe tener un nombre. Toda persona tiene un nombre. Algunas personas quizás digan que el nombre de Dios es "Padre" o "Señor", sin embargo esos no son nombres sino títulos atribuidos a Dios.
 
En cierta ocasión un hombre preguntó a Dios diciendo: "¿Cuál es tu nombre?" ante lo cual él contestó diciendo: "Jehová... este es mi nombre para siempre, este es mi memorial por todos los siglos."(Exodo 3:13-15)
 
¡Sí! Dios tiene un nombre y ese nombre es Jehová. Este nombre que es hebreo y significa "YO SOY", nos habla de quien es la única persona auto existente en el universo, la única persona que existe por sí misma. Dios es el único que posee vida propia y cuya existencia no deriva ni procede de ninguna otra. Dios es la única persona no creada. La expresión "YO SOY" significa más plenamente "El Eterno".
 
Debemos usar el nombre sagrado al referirnos a Dios y procurar que otras personas lo conozcan y usen también. (Lea Salmo 113:1-3) Es importante conocer el nombre de Dios. En la Biblia el nombre sagrado aparece miles de veces, lo cual indica que era muy usado en los tiempos en que ésta fue escrita. Así también debe ser ahora.
 
Siendo que el nombre de Dios es muy importante, debemos ejercer mucho cuidado al pronunciarlo. El nombre de Dios debe ser pronunciado con solemne respeto y no utilizarlo en forma indigna o incorrecta. El tercer mandamiento de la ley de Dios precisamente nos instruye diciendo: "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano." (Exodo 20:7)

El nombre de Dios no debe ser usado en nuestra conversación diaria, en conversaciones triviales o de un modo descuidado. Es bueno usar el nombre de Dios en nuestros estudios bíblicos, como parte de la lectura de la Biblia, en nuestra oración o en el culto familiar, pero de ningún modo más allá de lo que trasciende el ámbito de lo solemne y reverente. (Exodo 3:13-15; 20:7).
        
EL GOBIERNO DE DIOS
 
Dios gobierna desde los cielos. (Salmo 11:4; Proverbios 15:3) Todo gobierno tiene sus leyes y el gobierno de Dios está basado en su ley fundamental los "Diez Mandamientos". (Deuteronomio 4:12-13)
 
"La ley de Dios es la expresión de su naturaleza, es el súmmun del gran principio del amor, y por lo tanto, la base de su gobierno en el cielo y en la tierra." (E.G. de White, El Camino a Cristo, página 42)
 
 
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