El universo está gobernado por leyes. Los millones de cuerpos celestes que componen el tan vasto espacio sideral se mueven de manera incesante regidos por leyes físicas que son universales.
El hombre, como parte de este universo infinito, está igualmente sujeto a leyes físicas, como por ejemplo la ley de gravedad. Sin embargo, es claro que el ser humano no sólo posee una naturaleza física sino también una naturaleza espiritual y estando el hombre sujeto a las leyes físicas del universo, ¿es extraño pensar que no esté igualmente sujeto a alguna ley de tipo espiritual y que regule su vida en el aspecto moral?
Frente a esto cabe preguntar: ¿Tiene Dios una ley destinada a legislar desde el punto de vista moral? La respuesta es sí. Dios efectivamente tiene una ley que está llamada a orientar al hombre dándole a conocer el bien e invitándole a rechazar decididamente el mal. Esta ley fundamental ha llegado a ser conocida como los Diez Mandamientos. ¿Conoce Ud. los Diez Mandamientos?
(Lea Exodo 20:3-17) El primero de estos Diez Mandamientos nos enseña que debemos amar a Dios por sobre todas las cosas y hace de Jehová el objeto de nuestro culto y adoración. El segundo, nos impele a adorar a Dios correctamente, de manera espiritual y conforme a la verdad. El tercer mandamiento cultiva en nosotros el respeto y la reverencia solemne que debemos prodigar al nombre de Dios y a todas las cosas que se relacionan con él. El cuarto mandamiento nos enseña a respetar debidamente las cosas que son patrimonio de Dios, especialmente el día que él ha señalado para la adoración, el sábado. El quinto precepto inculca el respeto a la autoridad, principalmente nos llama a honrar y reverenciar a nuestros padres. El sexto mandamiento promueve el respeto a la vida, no sólo la vida propia o la de otros hombres sino también de todo lo creado. El séptimo, nos ilustra acerca de la vida afectiva y sexual, orientándonos a usar del sexo como un privilegio reservado a quienes detentan la legítima condición de cónyuges y dentro de un debido matrimonio. El octavo mandamiento promueve el respeto a la propiedad privada y nos advierte contra la apropiación indebida de los bienes ajenos. El noveno mandamiento enseña el valor de la verdad y promueve la fidelidad entre todos los hombres. Por último, el décimo mandamiento nos enseña a no desear vehemente los bienes de nuestro prójimo, raíz y origen de todos los pecados.

LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA LEY DE DIOS
Los Diez Mandamientos no son un código o conjunto de preceptos aislados y sin relación entre sí de los cuales pudiéramos considerar algunos como muy importantes mientras que otros como de menor importancia.
Aunque hay personas que consideran por ejemplo muy grave matar o robar, no ven con gran preocupación el que la gente mienta. Es más, muy poca gente se cuida de dejarse llevar por la codicia en su corazón, aunque Dios ha señalado que esto constituye una transgresión de su ley.
Aún dentro de las personas que profesan el cristianismo, se observa paradójicamente que no existe preocupación alguna por ejemplo, respecto a la observancia del sábado, como si esto fuera absolutamente intrascendente, aunque es claro que la observancia del día de reposo está prescrita en el cuarto de los Diez Mandamientos. ¿Por qué sucede esto? Sencillamente porque en su mayoría, las personas no entienden el propósito de Dios al darnos su santa ley.
Analicemos la ilación de los siguientes pensamientos: Lea Mateo 22:36-40.
"La ley de Dios es la expresión de su naturaleza, es el súmmun del gran principio del amor, y por lo tanto la base de su gobierno en el cielo y en la tierra." (E. G. de White, El Camino a Cristo, pág. 42)
"Los primeros cuatro mandamientos del Decálogo están resumidos en el primer gran precepto: ‘Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón.’ Los últimos seis están incluidos en el otro: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ Estos dos mandamientos son la expresión del principio del amor. No se puede guardar el primero y violar el segundo, ni se puede guardar el segundo y violar el primero."
"Y puesto que todos los mandamientos están resumidos en el amor a Dios y al prójimo, se sigue que ningún precepto puede quebrantarse sin violar este principio." (E. G. de White, El Deseado de Todas las Gentes, pág. 559)
"En la vida del Salvador quedaron perfectamente ejemplificados los principios de la ley de Dios: el amor a Dios y al hombre." (E. G. de White, El Camino a Cristo, pág. 16)
DIOS ENTREGA LA LEY AL HOMBRE
Aunque los Diez Mandamientos han estado en el corazón de la humanidad desde el principio, desde el Edén, no menos cierto es que con el transcurso del tiempo los seres humanos fueron olvidando la ley y abandonando su observancia y a fin de que los sagrados preceptos no fueran olvidados del todo, Dios vio necesario notificar por escrito su ley a la humanidad. La Biblia relata esto claramente en Deuteronomio 4:12-13 y 9:9-11.
Los Diez Mandamientos son una ley universal, inmutable y eterna, que está destinada a guiar al hombre por la senda de la obediencia y le señala la gravedad del pecado. (1 Juan 3:4)
Aunque hay quienes enseñan que la ley de Dios no fue conocida por el hombre sino hasta los días de Moisés, esto no deja de ser un error evidente, ya que la Biblia enseña que los Diez Mandamientos fueron conocidos por la humanidad desde los días de Adán y mucho tiempo antes de que fueran notificados por escrito al hombre en el monte Sinaí.
El libro del Génesis, que relata la experiencia de la humanidad desde los primeros tiempos, deja ver que el conocimiento de ley y su observancia era común a los hombres mucho antes de que ésta fuera dada por escrito en el Sinaí. Consecuentemente, la ley era conocida con anterioridad a la época del propio Moisés. Note, por ejemplo, que matar, adulterar o tener dioses extraños por ejemplo, ya era considerado malo siglos antes de que Dios entregara la ley por escrito al hombre. En hecho, el conocimiento y observancia de la ley de Dios no sólo se limitaba a quienes eran señalados como el pueblo de Dios, sino que aún los pueblos paganos tenían conocimiento de sus preceptos y observaban algunos de ellos. (Vea Génesis 4:8-10; Génesis 26:6-11; Génesis 35:1-4)
Igualmente, hay personas que sostienen que los Diez Mandamientos sólo eran de obligación moral para los israelitas o judíos literales y que de ningún modo personas no judías estaban llamadas a observarlos. Lo anterior, resulta ser un argumento inconsistente, toda vez que matar, mentir, robar o cometer adulterio no sólo vienen a ser actos reprensibles para los judíos sino para cualquier persona que viva en nuestro mundo indistintamente del tiempo y lugar en que lo haga. Pensar lo contrario, a más de ser totalmente irrazonable, resulta inconsecuente con lo enseñado en la Biblia que nos muestra al Dios de todos los hombres y no sólo de una nación o casta en especial.
Dios siempre ha considerado a todos los hombres responsables de la transgresión de los Diez Mandamientos sin distinción de tiempo, nacionalidad o religión, lo cual queda absolutamente establecido en la misión de Cristo al venir al mundo y que en palabras de Juan el Bautista se resume así: "he aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo." (Juan 1:29)
Que los Diez Mandamientos son una ley de obligación universal se hace claro en las palabras del apóstol Pablo en Romanos 3:9 y 19, en que el apóstol sostiene que el pecado, afecta a judíos y a gentiles indistintamente y en que sostiene que el propósito de la ley de Dios es mantener en sujeción a todo el mundo y no sólo a una nación en particular.
LA LEY DE DIOS EN LA DISPENSACIÓN CRISTIANA
El cristianismo popular y la moderna teología han enseñado erróneamente que los Diez Mandamientos son una ley sólo en conexión con el "Antiguo Testamento" y que en consecuencia los cristianos, sujetos al "Nuevo Testamento" no deben sentirse llamados a observarlos.
Al afirmar tal cosa, se pierde de vista que la enseñanza doctrinal de los cristianos en el tiempo de Cristo, se basaba fundamentalmente en el "Antiguo Testamento" toda vez que el "Nuevo" no existía. Es decir, cuando Pedro, Juan, Santiago u otro, adoctrinaban a un nuevo converso, lo hacían en virtud de las Escrituras del "Antiguo Testamento". Los Diez Mandamientos son la única "ley" del "Antiguo Testamento" por tanto, los primeros cristianos cuando hacían referencia a los principios morales de Dios se referían indudablemente a la ley moral de la antigua dispensación, el Decálogo.
Quienes luchan por anular los Diez Mandamientos, no logran explicar consistentemente por qué en hecho ellos mismos requieren la observancia de a lo menos nueve de ellos como prueba moral de fe.
En efecto, toda persona "cristiana" en su cabal juicio, enseña que no debemos tener un Dios distinto a Jehová. Igualmente se enseña en contra del uso de imágenes en la adoración y del debido respeto al nombre sagrado de Dios. Todos en conjunto están de acuerdo en requerir el necesario respeto a los padres, la fidelidad matrimonial, la honestidad, la fidelidad de nuestras palabras y un corazón ajeno de toda codicia, tal y como prescriben en hecho los Diez Mandamientos. No obstante lo anterior, las mismas personas que enseñan esto, insisten en que los Diez Mandamientos están abrogados.
Lo anterior es tremendamente inconsecuente. ¿Por qué el error? Sencillamente porque no todas las llamadas "iglesias cristianas" se sienten conformes con la observancia del sábado, requerida en el cuarto de los Diez Mandamientos. Lo anterior, a más de ser un capricho y un notable error bíblico, priva al hombre del merecido descanso que le ha sido concedido después del correspondiente trabajo.
Es claro sin embargo, que la enseñanza de los cristianos debe ser consecuente con la enseñanza de Cristo y que está consignada claramente en Mateo 5:17-19.
La ley de Dios, dada a conocer al hombre en el Edén y promulgada en el Antiguo Testamento, no sólo sigue estando vigente en el Nuevo Testamento sino que Dios ha prometido escribirla además en nuestro propio corazón. Lea Jeremías 31:31-33 y vea como las palabras del profeta, anunciadas en el Antiguo Testamento, estaban llamadas a cumplirse en el Nuevo Testamento, según Hebreos 8:1-2, 6-13. La ley del Antiguo Testamento a que refiere el profeta Jeremías es la que está consignada en los Diez Mandamientos, los mismos que el apóstol Pablo dice que en el Nuevo Testamento han de ser escritos en el corazón de todos los hombres. Los Diez Mandamientos que antaño fueran escritos en tablas de piedra, Dios ha prometido escribirlos en nuestra mente y grabarlos indeleblemente en nuestro propio corazón.
NUESTRA RESPONSABILIDAD FRENTE A LA LEY
La Biblia enseña que la transgresión de la ley es pecado y que la retribución definitiva del pecado es la muerte. (Vea 1 Juan 3:4 y Romanos 6:23)
A pesar de lo anterior, muchas personas que profesan estudiar la Biblia, se sienten desobligadas de un cumplimiento cabal de la ley de Dios.
Se argumenta, por ejemplo, que Cristo guardó la ley por nosotros y que al morir en la cruz nos liberó de su observancia. Lo anterior, no es en absoluto una enseñanza bíblica sino que es un evidente engaño.
Lea por ejemplo Lucas 23:54-56. ¿Se sentían los discípulos de Cristo desobligados de la observancia de la ley de Dios después de la muerte de Cristo? Lo cierto es que no. ¿Sentían ellos que después de la muerte de Cristo ya no debían guardar el sábado por ejemplo? La respuesta igualmente es no. ¿Enseñaban acaso los cristianos que la fe en Cristo anulaba la ley de Dios y nos excluía de su observancia? Lea Romanos 3:31. Una vez más la respuesta es no.
Es claro que la muerte de Cristo nos libera del castigo que impone la ley por la transgresión, a saber la muerte, pero no nos exime de observarla una vez que hemos aceptado el sacrificio expiatorio del Hijo de Dios por nosotros.
Se acostumbra también decir que bajo la dispensación del Nuevo Testamento hemos llegado a "estar bajo la gracia y no bajo la ley". Lo anterior, pretende significar que puesto que Dios nos ofrece el perdón de nuestros pecados por medio de la fe en Cristo, la gracia divina no requiere de nosotros la observancia de ley, de manera que no debemos temer transgredirla. ¿Es esto una correcta enseñanza bíblica? No.
Lea Romanos 6:1-2, 14-15. El apóstol Pablo enseña claramente que la gracia no nos exime de obedecer los Diez Mandamientos sino antes bien es un apelo a que los obedezcamos más perfectamente.
A menudo se escucha decir "yo cumplo casi todo". No obstante, es claro que un Dios justo no se contentaría con que las personas guarden "casi todos" los mandamientos. La obediencia parcial no es más que una desobediencia atenuada y encubierta. La transgresión de uno sólo de los preceptos divinos es causa inequívoca de mucha desgracia y mal.
En efecto, ningún valor tendría que una persona fuera muy religiosa, respetara entrañablemente a sus padres, nunca mintiera y se destacara por amar a su familia si en la práctica fuera un asesino y no respetara la vida de sus semejantes. Tal persona, tarde o temprano se convertiría en un peligro para la sociedad y está se vería en la obligación de mantenerlo en un lugar de reclusión donde no dañase a ninguna persona. ¿De qué serviría que tal persona guardase nueve de los Diez Mandamientos, si en la práctica no guarda el sexto, que dice: no matarás? El mismo principio puede ser aplicado a cualquiera de los estatutos de Dios.
Sin embargo, puede que alguien diga: "no es lo mismo matar que robar o mentir, hay pecados menos reprensibles que otros". ¿Es correcto este pensamiento? o aún más, ¿es bíblico esté pensamiento? Por supuesto que no. Jesús enseñó claramente que no hay mandamientos más o menos importantes que otros, sino que todos están inspirados en un único y similar principio, el amor. Vea esto en Mateo 22:36-40. Esta enseñanza es recogida por la Iglesia y enseñada fielmente por el magisterio apostólico en Santiago 2:10-12.
LA CONDICIÓN DE LA VIDA ETERNA
El Señor Jesús enseñó claramente que la observancia de los Diez Mandamientos es la condición requerida para entrar en el Reino de Dios y alcanzar la vida eterna. (Vea Mateo 19:16-17)
¿Qué sucedería si entrara al cielo un ladrón, un asesino o un mentiroso? La propiedad privada no existiría y deberíamos nuevamente, al igual que sucede ahora, vivir en hogares que más bien parecen fortalezas. Ningún bien estaría seguro. La vida humana no tendría ningún valor y no pudiéramos transitar con seguridad por ningún lugar. No pudiéramos confiar en las palabras de nadie, no sabríamos positivamente quién dice la verdad o quién miente. El Reino de Dios no sería muy diferente al mundo en que vivimos ahora.
Para que esto no suceda, Dios ha prometido que las personas desobedientes y que hacen mal no entrarán en el reino de los cielos. (1 Corintios 6:9-10; Gálatas 5:19-21)
"La condición para obtener la vida eterna es ahora lo que siempre ha sido, igual a lo que era en el paraíso antes de la caída de nuestros primeros padres: la obediencia perfecta a la ley de Dios, la perfecta justicia. Si se concediera la vida eterna en cualquier otra situación o bajo cualquier otra circunstancia, la felicidad de todo el universo estaría en peligro. Quedaría abierto el camino para el pecado, con todo su séquito de miseria y dolor, que serían así inmortalizados." (E. G. de White, El Camino a Cristo, pág. 43)