MUNDO Y RELIGION - M&R
   
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  El Origen de la Vida
 

INTRODUCCIÓN


El origen de la vida ha sido un tema que siempre ha despertado inquietud en el corazón humano y aunque las explicaciones que ha aportado la ciencia han venido a calmar a muchos respecto a este problema, no menos cierto es que la búsqueda incesante de una explicación sólida y consistente sigue cobrando vigencia y animando a muchas personas que han hecho de dicha búsqueda una razón predominante en sus vidas.

La situación actual en cuanto a la investigación y a las explicaciones que intentan explicar el origen de la vida, en el ámbito de una mínima reflexión, lleva a la triste conclusión de que todo cuanto la ciencia puede hacer para intentar comprender este maravilloso fenómeno es idear mecanismos que medianamente puedan explicar cómo es que la vida surgió en nuestro planeta, aunque sin embargo, dichos mecanismos nunca podrán asegurar con toda certeza que los hechos ocurrieron de una determinada manera o como eventualmente se plantea. 

Si bien el origen de la vida ha tenido en todas las culturas una explicación común y que habla de la intervención directa de un Creador, no menos cierto es que la ciencia de manera decidida se niega a aceptar cualquier explicación que esté fuera del alcance de la investigación y de la verificación experimental, ante lo cual requiere buscar causas, reglas o mecanismos que aporten al fenómeno de la vida una justificación aceptable.  

No obstante lo anterior, el origen de la vida es actualmente uno de los mayores misterios y que la ciencia aún está lejos de resolver. La Tierra se presenta a nuestra vista llena de formas vivientes, algunas de las cuales se manifiestan enormemente complejas, ante lo cual una natural inteligencia nos lleva a preguntar: ¿Cuál es el origen de la vida? ¿De dónde surgió la primera forma de vida? ¿Cómo se formó el primer ser vivo?  



¿Cómo se formó el primer ser vivo en la Tierra? ¿De dónde surgieron seres tan complejos como las aves? 

Aunque la ciencia se esfuerza en sostener una teoría basada en la evolución química y orgánica, que supuestamente hace millones de años atrás en el tiempo habría desencadenado en la primera forma de vida reconocible, no cabe sino plantearse honestamente: ¿Es esta idea básicamente correcta? ¿Podrían el tiempo, la casualidad y los procesos químicos naturales haber producido un fenómeno tan complejo como la vida?   

Frente a esto y si bien muchos científicos en la actualidad arguyen que todo lo que existe en el universo, así también la vida, puede ser explicado con base en las relaciones naturales entre la materia, no menos cierto es que las explicaciones que actualmente aporta la ciencia resultan a todas luces absolutamente insatisfactorias.  

La investigación actual, que busca explicar el origen de la vida, se basa en dos problemas fundamentales: 1) probar que el fenómeno de la vida es puramente natural y 2) probar que la vida puede ser sintetizada en un laboratorio.  

Huelga decir, que hasta aquí hay poderosas razones que impiden aceptar el primer planteamiento, a saber que la vida es un fenómeno natural y, segundo, los científicos con todo su conocimiento y bagaje experimental aún no han podido sintetizar en un laboratorio los procesos conducentes a que moléculas inorgánicas y por simple efecto del azar adquieran vida y se transformen a sí mismas en entidades complejas. 

El presente trabajo, busca aportar información que le permita conocer en qué punto se encuentra la ciencia actual frente al problema del origen de la vida en la Tierra, los argumentos que buscan explicar el origen de ésta y, las razones que existen para pensar que el fenómeno de la vida no es fruto de la casualidad sino de la acción directa de un bondadoso Dios y Creador.
 

CAPÍTULO 1
EL CONCEPTO DE VIDA

La vida es un proceso dinámico en constante cambio y de complejidad inimaginable, razón por la cual es muy difícil de definir en palabras sencillas.  

Nuestro planeta está lleno de vida. La vida se manifiesta de diversas formas en la hermosura de las flores, el trino melodioso de los pájaros o el incesante zumbar de los insectos. Maravillosas formas vivientes se distinguen en el constante ir y venir de criaturas por los campos, bosques, praderas, selvas y sabanas. La vida está presente en el árido desierto y en las gélidas regiones polares. Sinuosas formas vivientes se distinguen en lo profundo de la mar y conviven en singular armonía en la inmensidad de los océanos. Aún más allá de lo que nuestros ojos pueden llegar a ver, la vida se manifiesta incontenible en un sinnúmero de formas de vida de pequeñez inconcebible y que conviven maravillosamente en un mundo microscópico sin igual. 





La hermosura de las flores es una de las tantas manifestaciones de vida que se observan en el planeta Tierra.

Sin embargo, más allá de lo espectacular que resulta apreciar la vida en su gran variedad y sin número de formas, son pocas las personas que se detienen para preguntarse honestamente: ¿de dónde proceden todas estas formas tan distintas de vida?  

La vida es para nosotros algo tan natural y de lo que disfrutamos cada día sin mayor tropiezo, que pareciera totalmente irrelevante cuestionarnos mayormente al respecto. La naturalidad con que, como seres humanos, asumimos la vida es tan manifiesta que pocas personas pudieran de hecho formular una definición sencilla de lo que para ellos involucra el concepto de vida.  

¿Cómo se podría definir la vida en términos sencillos? ¿Podría Ud. definir el concepto de vida? Generalmente, cuando se nos enfrenta con esta pregunta, intentamos hilvanar algunas ideas queriendo explicar algo que es tan evidente y natural en nuestro mundo, sin embargo a poco andar, no podemos sino admitir que no estamos en posesión de una idea o explicación que resuma lo que significa para nosotros verdaderamente la vida. Estamos tan acostumbrados a vivir que se nos hace extraordinariamente difícil explicar de manera consistente qué es la vida en realidad.  

Puede que al fin y al cabo, Ud. piense que no es necesario complicarse tanto la existencia y plantearse preguntas o inquietudes tan significantes. Sin embargo: ¿En qué puede afectar que Ud. tenga una idea clara sobre este problema? Quizás inicialmente se pudiera pensar que el comprender o no este asunto básicamente no habría de afectar a una persona en nada, pero después de una breve reflexión, es plenamente posible concluir que el encontrar una respuesta adecuada a esta interrogante que nos ocupa, puede cambiar mucho su propia comprensión de las cosas, de la humanidad y del mundo.  

Desde distintos enfoques y a través de su historia, el hombre ha buscado desde el punto de vista filosófico, biológico o religioso, una definición adecuada del concepto de vida. Desde su propia perspectiva, la filosofía, la ciencia o la religión, aportan algún matiz o idea interesante sobre el concepto de vida y que muchas veces, complementándose con los demás, nos entregan una idea más clara y acertada respecto a cómo puede definirse la vida en realidad. No obstante lo anterior, la estructuración de una explicación adecuada que pueda definir con precisión el concepto de vida es un logro que el hombre, amigo de claras definiciones, mantiene en su corazón como una permanente y constante búsqueda.  

De entre los muchos conceptos que maneja el hombre moderno tocante a la idea de vida, es claro que en términos biológicos el fenómeno de la vida puede resumirse de manera mucho más sencilla y consiste fundamentalmente en la capacidad adquirida por algunos organismos de realizar dos funciones básicas: a) alimentarse y b) reproducirse.  

La alimentación es el conjunto de actividades más o menos complejas por las cuales todo ser vivo obtiene y transforma la energía que requiere para realizar naturalmente sus funciones vitales. Todo ser vivo necesita alimentarse para seguir existiendo. La alimentación tiene que ver con el consumo de sustancias nutritivas y que por medio de una serie de procesos, conocidos como metabolismo, son transformados en energía para mantener la vida.  

Por otra parte, la reproducción es quizás la función más importante para el mantenimiento de la vida en general y por medio de la cual los seres vivos son capaces de engendrar, de múltiples formas, nuevos seres semejantes a ellos.  

En otras palabras, la vida vendría siendo un fenómeno por medio del cual algunas entidades se organizaron y llegaron a adquirir la increíble capacidad de alimentarse y reproducirse. Aún así, el concepto de vida, para la propia Biología, presenta más de un problema.  

Una afamada publicación expresa lo siguiente frente a la siempre difícil definición del concepto de vida:

"A este nivel, el concepto de vida presenta tantas dificultades, que los científicos no han conseguido elaborar una definición única, que satisfaga a las distintas ramas de la Biología relacionadas con el problema de la vida." [1] 

Una vez entendido el concepto de vida de la manera más básica y resumido en la capacidad adquirida por algunas entidades de alimentarse y reproducirse, resulta de simple lógica preguntarse: ¿Cómo es que de manera natural algunas entidades adquirieron la capacidad de alimentarse y reproducirse? Frente a esto, la ciencia habría de aportar más de una respuesta. 

[1] El Origen de la Vida, Enciclopedia Salvat de Grandes Temas, pág. 23.

 

CAPÍTULO 2
LA CIENCIA Y EL ORIGEN DE LA VIDA
SIGLOS DE ESPECULACIÓN

Despojado del concepto religioso que habla de la vida como de un fenómeno causado por Dios, desde los primeros tiempos el hombre se ha preguntado de dónde proviene la vida y cuál es el origen de la gran diversidad de especies y formas vivientes que hoy habitan la Tierra. El buscar una explicación consistente al gran misterio de la vida y la complejidad con que ésta se manifiesta ante nuestros ojos, ha llegado a ser uno de los problemas más desconcertantes que el hombre se ha planteado. Quizás una de las razones fundamentales por las que el hombre debiera plantearse la necesidad de comprender el significado de la vida, se desprende del siguiente comentario de un afamado científico llamado Paul Davies y quien expresa claramente lo siguiente: “El origen de la vida es la clave para entender el significado de la vida.”  

A partir de este planteamiento y durante muchos siglos, la interrogante sobre el origen de la vida no tuvo más que una respuesta: la generación espontánea, esto es, la vida surge sola a partir de ciertas causas que actúan sobre los elementos que conocemos. En otras palabras, se pensaba que todos los elementos que constituyen nuestro mundo, el lodo, las rocas, los desechos, podían eventualmente producir formas de vida, de una manera natural y espontánea, sin que necesariamente se requiriese de una forma de vida anterior.  

Esta idea, en una forma muy rudimentaria, prevaleció durante casi veinticinco siglos y no se abandonó definitivamente sino hasta mediados del Siglo XIX a partir de los concluyentes experimentos de Luis Pasteur [1822-1895], quien demostró sin lugar a dudas que los organismos no nacen de manera espontánea sino a partir de seres anteriores, sus progenitores.  

En efecto, desde antiguo se pensaba que todos los seres vivos, animales e insectos por ejemplo, podían ser engendrados no solamente por otros seres de su misma especie, sino además por vegetales o por materia inerte, como el barro o la piedra. Estos seres vivos o animales engendrados por materia inerte eran llamados “animálculos” y se creía que podían originarse a partir de materiales tan diversos como el barro, el estiércol, el sudor, los árboles y plantas, etc.  

En China, por ejemplo, los científicos estaban convencidos de que los pulgones surgían espontáneamente de los bambúes. En la India por otra parte, había quienes pensaban que el sudor y la basura podían generar espontáneamente moscas, coleópteros y otros parásitos. En inscripciones muy antiguas procedentes de Babilonia, se señala que el barro que se encontraba en los canales podía engendrar gusanos y otros insectos. Algo semejante se observaba en la cultura egipcia, en la cual se encuentran referencias a que el barro del Nilo podía producir espontáneamente sapos, ranas, ratas, serpientes o incluso cocodrilos. En la Europa medioeval, se creía en cambio que la carne producía moscas y gusanos e incluso circulaba una receta apoyada por hombres de ciencia de la época que enseñaba como producir ratones a partir de ropas con sudor humano y trigo.  

Todas estas ideas, que hoy resultan inverosímiles por su ingenuidad, eran no obstante sostenidas por científicos de reconocido prestigio y que influyeron en el pensamiento humano de manera persistente y duradera. 

Sin ir más lejos, en la Grecia antigua, Aristóteles sostenía en su obra De generatione animalium, que: “Así son los hechos: todo ser viene a la vida no sólo a partir del acoplamiento de los animales, sino también a partir de la descomposición de la tierra y del estiércol.”  

La influencia de esta idea era tan decidida en el pasado, que se llegaba incluso a sostener que el hombre, por ejemplo, podría eventualmente tener un origen similar: ¡procedería de gusanos generados espontáneamente!  

No eran pocos los relatos que aseguraban haber presenciado directamente la generación espontánea de algunos seres. Antiguos viajeros, relataban con no poco ánimo cómo habían visto nacer de los árboles ovejas, corderos o chivos, e incluso aseveraban haber comido de sus carnes como una forma de dar más fuerza a su testimonio. Circulaban igualmente relatos de personas que decían haber visto cómo de algunos árboles brotaban aves e incluso peces.   

Todas estas ideas sostenidas por la ciencia de antaño, recibieron un primer impacto en 1668, cuando el italiano Francesco Redi [1626-1697] propuso a partir de una serie de experimentos realizados por él, que contrariamente a lo que se creía, la carne en estado de putrefacción no producía larvas de moscas o gusanos. A pesar de esto, el propio Redi admitía que la generación espontánea podía admitirse en otros casos.  

Transcurrieron sólo algunos años tras lo aseverado por Redi, cuando el holandés Anton van Leeuwenhoek [1632-1723] inventó un ingenioso aparato, el microscopio. Con este novedoso aparato que permitía ver más allá de lo naturalmente posible, un mundo desconocido se abrió a los ojos del hombre y quedó expuesto a la vista humana. 

Leeuwenhoek, con la ayuda de su valiosa invención, demostró que las larvas de las moscas y otros organismos que hasta entonces se pensó que se originaban espontáneamente, no eran sino el resultado de un proceso de multiplicación de numerosos microorganismos que se encuentran presentes en todas partes, el agua que bebemos, el aire que respiramos, los alimentos que comemos, etc. Una detallada descripción de sus investigaciones fue hecha llegar a la Royal Society de Londres el 9 de octubre de 1677 suscitando un gran interés.  

Las ideas concernientes a la generación espontánea gozaron de credibilidad y aceptación por mucho tiempo más a pesar de los avances que hasta entonces estaba realizando la ciencia, no obstante, no fue sino hasta 1862 que dicha creencia fue definitivamente abandonada.  

En aquella época, un científico francés llamado Luis Pasteur y que para entonces acababa de ser nombrado director de estudios científicos y administrador de la Escuela Normal Superior de París, descubrió en un laboratorio que el mismo había montado en un desván de esa ilustre casa de estudios, que la generación espontánea era una idea absolutamente equivocada. Las investigaciones basadas en el experimento de este célebre científico le significaron obtener el Premio de la Academia de Ciencias en 1862.  

Pasteur inventó un sistema por medio del cual es posible mantener estéril un medio nutritivo sin que éste pierda sus propiedades vitales. De esta manera, demostró que los organismos como microbios o bacterias no se generan espontáneamente sino a partir de la acción de microorganismos que se encuentran presentes en el medio ambiente y no a partir de la propia materia, de donde si un medio es mantenido bajo estrictas condiciones de esterilidad es imposible que estos se desarrollen. Esto es lo que normalmente conocemos como esterilización.  

Hasta aquí, la ciencia había dado un gran salto. El fin de este dogma milenario como fue el de la generación espontánea, permitió a los científicos observar de una manera distinta todo cuanto acontecía alrededor desde un punto de vista biológico. Sin embargo, si la vida no se originaba por reproducción natural, es decir, la procreación a partir de otros seres o progenitores o en su defecto a partir de la generación espontánea a partir de la materia ya existente, entonces quedaba flotando en el ambiente una pregunta muy inquietante, ¿de dónde procede entonces la vida? ¿Cuál es el verdadero origen de los seres vivos?  

Aunque la Biblia es muy clara en determinar que la vida procede de Dios y que el hombre y las especies son el fruto de la obra creadora de un Magnífico Hacedor de todas las cosas, resulta evidente que esta enseñanza no satisfacía la mente siempre inquieta del ser humano, especialmente de la clase científica ávida de explicaciones y conjeturas más racionalistas y menos sobrenaturales. La ciencia insistía en plantear que, en otras palabras, la vida es un fenómeno natural y que no necesariamente necesita o requiere la agencia de un Creador o Hacedor de todas las cosas. [Génesis 1:1]  

El hombre, despojado de su teoría de la generación espontánea, comenzó a buscar otras explicaciones que le permitieran satisfacer la gran interrogante sobre el origen de la vida sin tener que recurrir a referencias bíblicas o explicaciones que sobrepasaran lo estrictamente natural. En este contexto aparecieron en escena otros científicos y pensadores que postulaban sus propias teorías para explicar someramente el maravilloso fenómeno de la vida, claro está sin grandes pretensiones por cuanto sólo buscaban explicar el origen de las grandes especies y cómo éstas llegaron al campo de la existencia. Tales explicaciones no incluían de manera alguna a los microorganismos sino sólo a las especies mayores.  

Entre estos científicos se puede citar a Juan Baptiste Lammarck [1744-1829], Geofroy Saint Hilaire [1772-1884] y Charles Darwin [1809-1882] entre otros.  

Todos ellos manifestaron un interés común, explicar la evolución de las especies. El primero, sostenía que las especies se adaptan al medio ambiente y que se transforman o evolucionan de acuerdo a sus necesidades. Siendo así, por ejemplo, si una jirafa de cuello corto necesita desarrollar un cuello más largo para alcanzar las hojas de los árboles más altos, tal necesidad se traducirá en que sus descendientes evidencien cuellos más largos de acuerdo sus nuevas necesidades. Así, Lammarck sostenía una teoría que básicamente indicaba que el uso o desuso de un determinado órgano, incide determinadamente en el desarrollo o evolución de una especie cualquiera transformando o modificando sus órganos de acuerdo a sus necesidades. 

Saint Hilaire en cambio, sostenía que el transformismo en las especies obedecía no al uso o desuso de sus órganos sino a la presión ejercida por el medio ambiente sobre cada especie. Este científico, sostenía que el medio ambiente con todas sus variables climáticas incidía eficazmente en la transformación de las especies induciéndolas a adaptarse a su entorno, siendo en consecuencia este factor el que determinaba la variabilidad y eventual evolución de las especies. Siendo así, si el clima era frío, entonces induciría a las especies a desarrollar características que les permitieran enfrentar las dificultades impuesta por un medio ambiente complejo o poco favorable. Las características de pelaje tupido o elevado índice de grasa corporal, vendría a ser la respuesta natural de las especies frente a un medio ambiente hostil o inadecuado para vivir en condiciones normales, características estas que serían así transmitidas a los descendientes dando lugar a especies diferentes de aquellas que las engendraron.  

En medio de todas estas especulaciones, aparece en escena el célebre Charles Darwin, quien postuló que las especies evolucionaban como resultado de un proceso de selección natural que permite la supervivencia de los más aptos en desmedro de los menos aptos para enfrentar las vicisitudes de la vida en la Tierra. 

Las ideas de Darwin encontraron tal acogida que la ciencia adoptó desde entonces una forma de pensamiento decididamente evolucionista, aceptando tal postura como válida al momento de explicar el origen de las especies. Tal postura se ha mantenido hasta el día de hoy, más como consecuencia de que no existe hoy en día una mejor explicación a que en verdad venga ésta a aportar todas las respuestas que el hombre requiere frente al misterio de la vida y al desarrollo de ésta en la Tierra.  

No obstante, las explicaciones que todos estos hombres de ciencia aportaron para dilucidar el misterio de la vida, sólo enfocaron el problema en cuanto al desarrollo o evolución de una vida ya existente, a saber cómo evolucionaron las especies, pero de manera definitiva no explicaron cómo es que surgió la vida en la Tierra. Tal interrogante seguía siendo un misterio para el hombre.  

Sin embargo, Darwin, basado en su célebre teoría, adelantó lo siguiente:

“Según el principio de la selección natural, con divergencia de los caracteres, no me parece imposible que los animales y las plantas hayan podido desarrollarse a partir de estas formas inferiores e intermedias (esporas y otros cuerpos reproductores de las algas inferiores); ahora bien, si admitimos este punto, debemos admitir también que todos los seres organizados que viven o que han vivido sobre la Tierra pueden descender de una única forma primordial.” [1]  

¿Qué significaba esto? Sencillamente que si admitimos la teoría de la evolución con base en la selección natural como valida, entonces debemos suponer que la evolución comenzó hace millones de años atrás en el pasado no en el ámbito de las especies superiores sino en el ámbito microscópico de la primera célula primordial o primer organismo viviente que pobló nuestro planeta y del cual por lógica deberíamos descender todas las especies de la Tierra, incluido el hombre.  

Los actuales estudios biológicos indican que los más de 2 millones de especies que habitan hoy la Tierra, más los millones de especies que se han extinguido y de las cuales sólo tenemos referencias a través del registro fósil, descienden de una forma de vida primitiva que vendría a ser el antepasado común de todos los seres vivos. Este concepto, señala que la vida pudo desarrollarse a partir de la materia inerte, bajo condiciones atmosféricas y de temperatura muy especiales que supuestamente habrían existido hace más de 3.600 millones de años.  

Respecto a lo anterior, una revista especializada refiere lo siguiente:  

“El auténtico misterio sigue siendo cómo, hace 3.000 millones de años, la materia inorgánica se estructuró de tal forma que adquirió las condiciones de materia viva con las complejas funciones que ello implica, incluida la capacidad de reproducirse. Ese salto de lo inorgánico a lo orgánico, es, sin duda, el mayor enigma con el que se enfrenta la biología.” [2]  

La posibilidad de que todas las especies descienden por evolución de una célula primigenia que existió en un pasado ancestral, 3.500 millones de años atrás para ser más exactos, plantea la necesaria pregunta: ¿cómo es que se formó aquella primera célula ancestral? ¿Qué condiciones tuvieron que darse para que la materia inanimada súbita cobrara vida y se transformara en el primer ser viviente en nuestro planeta? La misma inventiva que llevó a Darwin a postular el origen de las especies, llevaría a otros hombres en un tiempo posterior, a establecer ingeniosas teorías que intentarían explicar el origen de la vida o en otras palabras, cómo nació la primera célula en la Tierra. 

[1] Charles Darwin, El Origen de las Especies

 [2] Enigmas: El Origen del Hombre, pág. 12.

 

CAPÍTULO 3
TEORÍAS ACERCA DEL ORIGEN DE LA VIDA

El interrogante sobre el origen de la vida en la Tierra ha causado inquietud al hombre desde tiempos muy remotos. Por ello, son muchas las teorías que se han elaborado buscando explicar, desde el punto de vista de las causas naturales, cómo es que apareció la vida en nuestro planeta.  

De un breve análisis de las diversas teorías que buscan explicar el fenómeno de la vida, se hace claro que la única posición en que fundamentalmente coinciden la mayoría de los investigadores es en que los organismos unicelulares, antepasados de los pluricelulares, tuvieron su origen a partir de complejos moleculares muy sencillos que de alguna manera lograron reproducirse.  

¿Cómo se organizó la materia para dar origen a la vida? Hoy en día la ciencia plantea que el origen de la vida es simplemente un eslabón que señala la frontera natural entre la evolución química y la evolución biológica, aunque reconoce que muchos aspectos de tan trascendental eslabón son absolutamente desconocidos.  

Pocas personas dentro y fuera del ámbito científico tienen conciencia de lo inadecuada que es la teoría de la evolución para explicar el origen de la vida. En los círculos científicos de las últimas décadas se han levantado duras críticas contra las teorías que actualmente pretenden explicar cómo es que se produjo este complejo fenómeno sobre nuestro planeta. De todos lados surgen voces que reclaman una mejor explicación del misterioso origen de la vida.  

Una importante publicación afirma lo siguiente: "La investigación científica sobre el origen de la vida se halla en fase de exploración y todas sus conclusiones son provisionales." [1]  

Prescindiendo de lo que informa la Biblia al respecto, los científicos desde antaño han pretendido explicar el origen de la vida en un contexto de mecanismos naturales y para ello han elaborado teorías muy diversas, algunas de las cuales llaman la atención por lo incongruentes que resultan ser hoy en día y sin embargo, triste es decir, en el pasado gozaron de reconocida credibilidad por parte de connotados científicos.  

Abandonada la teoría de la generación espontánea, la ciencia abordó el misterio del origen de la vida desde una perspectiva evolucionista y buscando explicar cómo es que se produjo la síntesis necesaria para que los distintos átomos constituyentes de la materia, se organizaran en complejos moleculares hasta dar origen a los primeros polímeros (grupos de moléculas) que a su vez habrían de ser la base de aminoácidos, azúcares, hidratos de carbono o grasas, complejos moleculares que son el fundamento de la vida en la Tierra.  

¿Cómo es que las moléculas se organizaron para dar origen a complejos grupos moleculares? ¿Cómo es que éstos a su vez se organizaron para dar origen a agregados moleculares aún más complejos como los aminoácidos, azúcares, grasas, hidratos de carbono, etc.? ¿Cómo es que a su vez los aminoácidos se organizaron para dar origen a las proteínas, por ejemplo, complejas estructuras que actúan al interior de la célula ya sea realizando funciones generadoras de energía o aún más complicadas aún, las funciones propias de la reproducción? 

Actualmente la ciencia manifiesta un sorprendente desacuerdo respecto a los mecanismos y agentes que intervinieron en el asombroso fenómeno de la aparición de la vida en la Tierra, teorías que van desde la aparición de la vida en un mar primigenio y de una densidad mucho mayor que el actual; o en una charca atiborrada de elementos favorables para la generación de un organismo vivo; o quizás elementos latentes en un meteorito precipitado a nuestro planeta procedente de quizás que ignoto rincón del universo o aún más, la vida como resultado de la acción dirigida por inteligencias extraterrestres, que sin un propósito conocido, decidieron dar lugar a que un sinnúmero de especies disímiles, llegaran a convivir en un medio ambiente semejante como es nuestro planeta.  

No obstante lo anterior, existe pleno acuerdo en cuanto a que todos los seres vivos están hechos o constituidos por las mismas moléculas y son el resultado maravilloso de la misma química, a saber la del Carbono (C2) en agua líquida (H2O). Siendo así, todo ser vivo es en propiedad un organismo constituido básicamente de estos dos elementos, el Carbono y Agua, elemento este último que se compone a su vez de Hidrógeno (H2) y Oxígeno (O2).  

Actualmente la ciencia sustenta con mayor o menor fuerza las siguientes teorías que pretenden explicar el origen de la vida en la Tierra: 

LA VIDA SE ORIGINA EN EL MAR. En la actualidad la mayoría de las ideas concernientes al origen de la vida tienen su base fundamental en las conclusiones de un eminente científico ruso, Alexander Oparin, quien postuló fundamentalmente que la vida se originó a través de una serie progresiva de reacciones de síntesis. Los átomos se combinaron en compuestos simples; éstos compuestos simples a su vez se combinaron en compuestos más complejos, los que finalmente se organizaron para dar origen a la primera célula.  

Según la teoría de Oparin, la atmósfera primitiva de hace 4.600 millones de años atrás, estaba compuesta principalmente por átomos de Carbono (C), Hidrógeno (H), Oxígeno (O) y Nitrógeno (N), los cuales bajo la forma de moléculas de Metano (CH4), Amoníaco (NH3), Dióxido de Carbono (CO2) y Agua (H2O) y bajo el efecto de los rayos solares, daría origen a gran cantidad de moléculas orgánicas, azúcares, ácidos grasos, bases nitrogenadas, aminoácidos y glicerina, elementos básicos en la constitución de la vida y que caerían en forma de precipitación a los océanos convirtiéndolos en una verdadera “sopa orgánica” o “caldo primordial” que al correr de millones de años y al amparo de una química especialmente favorable dieron origen a la primera célula o ser vivo. 

En efecto, según se sostiene, las moléculas contenidas en este “caldo primordial”, se irían asociando espontáneamente entre sí, formando agregados moleculares cada vez más complejos como grasas, lípidos, proteínas, polisacáridos, nucleótidos y ácidos nucleicos, agregados moleculares con una estructura concreta y que en algún momento, no se sabe cuándo, dieron origen a la primera célula. 

OBJECIONES A LA TEORÍA: Quienes objetan la teoría de Oparin, sostienen que es imposible que los elementos constituyentes de la vida como aminoácidos, azúcares o hidratos de carbono, entre otros, llegaran a sintetizarse en el tipo de atmósfera que propone el científico ruso, ya que si bien, al amparo de esta atmósfera especialmente rica en metano y amoníaco, pudieran sintetizarse algunos elementos básicos, es claro que no podrían sintetizarse “todos” los elementos necesarios para la vida. Por otra parte, aunque pudieran haberse sintetizado la mayoría de los elementos necesarios para la vida, éstos no pudieran haberse organizado, reunirse y formar sistemas cada vez más complejos en un ambiente tan diluido como los océanos primordiales, los cuales se suponen en mucho semejantes a los actuales. 

LA VIDA SE ORIGINA EN LOS CHARCOS O LAGUNAS.- La teoría de que la vida surgió en un charco o laguna si bien no ha sido definitivamente descartada, es claro que, para muchos científicos parece algo absolutamente improbable. Según Francis Crick, descubridor del código genético, las condiciones que debieran combinarse para que en una cálida laguna pudiera surgir espontáneamente la vida son en realidad tantas, que tal posibilidad podría bien enmarcarse en el rango de un milagro. No obstante, quienes defienden esta teoría, aseguran que la posibilidad de que la vida haya surgido en la inmensidad de los océanos es altamente improbable, pues sería prácticamente imposible que los elementos flotando en las aguas de un mar primitivo, llegaran a encontrarse, juntarse y organizarse para dar origen a la primera célula. Por ello, proponen como escenario más favorable que estos elementos se combinaran en un charco o en una laguna pequeña, donde es más factible que al encontrarse elementos orgánicos, puedan éstos unirse y organizarse. 

OBJECIONES A LA TEORÍA: La teoría en sí no es sino una modificación de la teoría de Oparin, salvo que el escenario se reduce a un charco o laguna, no obstante, la lógica sigue siendo la misma, es decir la que sostiene que las moléculas se organizaron para dar lugar a elementos orgánicos. 

LA VIDA SE ORIGINA EN LAS FUENTES HIDROTERMALES.- Actualmente, algunos científicossostienen que la vida se originó en lugares aledaños a las fuentes hidrotermales, es decir, en un medio líquido pero a muy alta temperatura. 

Se piensa que junto a los volcanes submarinos y al amparo de temperaturas extremas, los elementos constitutivos de la vida se sintetizaron para dar origen a la primera célula.  

Se han descubierto algunas bacterias, llamadas “termófilas”, que son capaces de vivir a temperaturas donde para cualquier otro ser vivo sería imposible la vida. Muy a sus anchas, estas “termófilas” o bacterias amigas del calor, consumen hierro, compuestos de azufre y otras sustancias químicas que se encuentran contenidas en las aguas.  

Aunque han sido descubiertas recientemente, las “termófilas” se encuentran catalogadas como los organismos          más primitivos que se conocen y según se supone, habrían jugado un papel muy importante en la aparición de la vida en la Tierra. Este descubrimiento ha llevado a los científicos a pensar que la vida tuvo sus orígenes en un medio hirviente, quizás cercano a fuentes hidrotermales en el fondo de los océanos y no en la superficie de ellos como se pensaba. Los volcanes submarinos habrían arrojado fluidos extremadamente calientes con un alto contenido de metales y compuestos ricos en energía que pudieran eventualmente haber desencadenado algunas de las reacciones químicas consideradas necesarias para el desarrollo de la vida. 

Según esta teoría, las fuentes hidrotermales hicieron hervir muy lentamente los océanos primitivos, provocando que las sustancias químicas se mezclaran en millones de formas creando moléculas totalmente nuevas.  Durante el transcurso de miles de millones de años y al amparo de tan inusual ambiente, se gestó el más extraordinario suceso, la aparición de la vida. 

OBJECIONES A LA TEORÍA: Esta teoría no ha podido ser avalada por alguna prueba experimental, manteniéndose solamente como una suposición alternativa a otras teorías que buscan explicar el origen de la vida en nuestro planeta. 

LA VIDA SE ORIGINA EN LAS PROFUNDIDADES DE LA TIERRA.- Entre las teorías más recientes sobre el origen de la vida, una muy singular es la que propone que ésta se originó no en las aguas de los océanos o en los charcos o lodos arcillosos sino más bien en la tierra profunda, el subsuelo. Esta teoría se originó tras el descubrimiento de una importante manifestación de vida dentro del subsuelo terrestre. Quienes defienden esta teoría aseguran que si la vida puede florecer por debajo de la corteza terrestre, quizás sería mucho más lógico buscar en el subsuelo las condiciones que dieron origen a la primera manifestación de vida. Siendo así, la vida se entiende se habría forjado en las tortuosas profundidades volcánicas. Nuestros antepasados se habrían desarrollado en un ambiente más bien sulfuroso y no en la inmensidad oceánica o en la quietud de una laguna o charco cenagoso. 

OBJECIONES A LA TEORÍA: Esta teoría no ha podido ser avalada por alguna prueba experimental. Son pocos los científicos que la apoyan. 

LA VIDA SE ORIGINA A PARTIR DEL SULFURO DE HIERRO (PIRITA).- Una de las más ingeniosas teorías es la propuesta por el abogado y doctor en química Gunter Wachtershauser, quien sostiene que la vida pudo haber comenzado a partir de una inusitada química dirigida por alguna fuente de energía que seguramente tuvo lugar, no en el mar o en una fuente hidrotermal sino en una superficie sólida. Como superficie sólida este científico propone la pirita, que es un mineral compuesto básicamente de azufre y hierro. Según está teoría, la continua formación de pirita en la naturaleza a partir de esos dos elementos, el azufre y el hierro, produce energía en forma de electrones, necesaria para conseguir que los compuestos orgánicos reaccionen unos con otros y aumenten su complejidad. La primera célula, según esta hipótesis, pudo haber sido en consecuencia un elemento conformado de pirita y rodeado por una membrana de compuestos orgánicos. 

OBJECIONES A LA TEORÍA: Es altamente improbable que la química de la vida se produzca a partir de elementos combinados con el sulfuro ferroso y mucho más que se produzca la organización celular. 

LA VIDA SE ORIGINA EN LOS LODOS ARCILLOSOS.- Una novedosa teoría que busca explicar el origen de la vida es la que propone el químico A. G. Cairns-Smith, quien sostiene que la vida se desarrolló a partir de ciertos cristales de arcilla. Según este científico, los cristales de arcilla son lo suficientemente complejos como para evolucionar en forma parecida a la vida. Algunos cristales de arcilla podrían haber mejorado su potencial reproductor, desarrollando abruptamente la capacidad de atraer o sintetizar compuestos orgánicos, como por ejemplo ácidos nucleicos o proteínas, la base de la química biológica. 

OBJECIONES A LA TEORÍA: Nunca se ha detectado arcilla o algún componente arcilloso en ningún organismo vivo. 

LA VIDA SE ORIGINA EN EL ESPACIO.- La idea de que la vida tiene un origen ajeno a nuestro planeta y que      más bien se rastrea procedente del espacio exterior comenzó a desarrollarse a partir de 1865 de la mano del      biólogo alemán Hermann Richter. Según este científico la vida se encuentra presente en todo el universo por medio de microorganismos a los que vino en llamar “cosmozoarios”, en otras palabras “seres vivos del cosmos”. 

Según esta teoría, estos microorganismos podrían trasladarse por el espacio contenidos en los cuerpos celestes que lo recorren, es decir meteoritos y cometas preferentemente. De esta manera, los llamados “cosmozoarios” podrían eventualmente haber encontrado un lugar benigno en nuestro planeta al amparo de condiciones favorables para el desarrollo de la vida. 

Esta singular teoría y que en el ámbito científico es conocida como “panspermia”, palabra de origen griego y que se traduce como “todo semilla”, suscitó gran interés en la época y resultó en que el estudio de los meteoritos captara gran atracción. Básicamente, se buscaba encontrar en ellos vestigios de bacterias. 

Después de Richter, otro científico llamado Svante Arrhenius (1859-1927), continúo las investigaciones en este campo y formuló una teoría un poco más elaborada. La teoría general de la panspermia fue publicada en 1906 y fundamentalmente proponía que la vida se transportaba en el espacio interestelar bajo la forma de organismos microscópicos llamados esporas y bajo el impulso de la radiación de las estrellas. En otras palabras y según se hizo popular a partir de esta teoría que intentaba explicar el origen de la vida en la Tierra, románticamente los seres vivos vendríamos a ser “polvo de estrellas”, una idea hermosa, pero que presenta serias dificultades para ser aceptada como válida. 

OBJECIONES A LA TEORÍA: Una de las objeciones presentadas contra esta teoría, dice relación con la posibilidad de que organismos vivos puedan sobrevivir en el espacio expuestos a distintos agentes nocivos para la vida como son las radiaciones cósmicas, la influencia del vacío, los rayos ultravioletas y la temperatura (alta o baja), elementos que según se sabe impiden que la vida exista en un ambiente sin una debida protección atmosférica. 

Por otra parte, de ser contenida la vida en un meteorito o cuerpo celeste, es sabido que al ingresar éste a la atmósfera terrestre entraría en un estado de ignición y de alta temperatura que imposibilitaría que un ser conserve su vitalidad durante el proceso de ingreso atmosférico. 

Más allá de todo esto, la teoría de que la vida procede del espacio no responde a la pregunta fundamental: ¿cómo es que se produjo la vida en el universo? 

LA VIDA ES DE ORIGEN EXTRATERRESTRE.-   Hay quienes sostienen que la panspermia o siembra de vida en la Tierra no corresponde a un evento espontáneo y cuya responsabilidad sea atribuible a un meteorito o a un cometa sino que corresponde a la disposición de una “inteligencia superior” o en otras palabras una “panspermia dirigida”. 

Efectivamente, algunos científicos proponen que en un pasado desconocido y hace millones de años atrás, una civilización extraterrestre habría sembrado la vida en nuestro planeta con no se sabe qué propósito definido. Siendo así, nuestra existencia sería el resultado de experimentos o investigaciones alienígenas que habrían intervenido en nuestro planeta provocando que apareciera la vida. 

OBJECIONES A LA TEORÍA: Actualmente no se tiene evidencia de que exista vida en otros planetas o en algún rincón del vasto universo. Los argumentos de la teoría son vagos e imposibles        de verificar, cayendo más bien en el terreno de la simple especulación. 

Actualmente, estas y otras teorías son sustentadas para explicar la aparición de la vida en la Tierra, no obstante, cada una de ellas en alguna medida choca estrepitosamente con una realidad innegable: no es posible establecer a ciencia cierta cuáles eran las condiciones imperantes en nuestro planeta hace miles de millones de años atrás, cuando supuestamente la vida se gestó. Esto lleva a personas sinceras a preguntarse con toda propiedad: ¿Qué clase de lugar era la Tierra primigenia? 

Aunque muchos se adelantarían a decir que la Tierra era un ambiente más bien cálido, por no decir caliente, es claro que otros tantos argumentan en cambio que nuestro planeta estaba más bien congelado. Otros sugieren incluso que imperaba un ambiente gaseoso y con mucha evaporación de agua.

Más allá de todo esto, es claro que ninguna de las teorías propuestas hasta hoy por la ciencia para explicar el fenómeno de la vida resulta ser realmente satisfactoria. La situación es tan crítica, que un importante astrónomo británico llamado Fred Hoyle aseguró sin más: “La probabilidad de un ensamblaje espontáneo de la vida es equiparable a la de un tornado que a su paso por un patio lleno de material de deshecho, produjera un Boeing 747 listo para funcionar.”  

La cantidad de teorías e ideas existentes permiten ver que el misterio del origen de la vida sobre la Tierra, continúa siendo aún en nuestros días, tan difícil de entender como lo fue antaño para los primeros hombres de ciencia que se plantearon sobre el tema. 

Los científicos sostiene que hace cuatro mil millones de años atrás, el sol brillaba con menor intensidad que la actual. La atmósfera no contenía oxígeno libre sino tan solo como parte de moléculas de Dióxido de Carbono o de Agua, ya sea líquida o en estado de suspensión o vapor. Había muy pocos sonidos, tales como el silbido del viento o el ruido de la lava hirviente al entrar en contacto con el agua, además de algunas explosiones causadas por el impacto de meteoritos que eran atraídos por campo de atracción de la Tierra. 

A partir de este punto de partida, a saber, de una Tierra estéril y sin vida, la opinión de los científicos varia sustancialmente, quedando en evidencia la siguiente realidad: nadie sabe exactamente cómo era la Tierra cuando se inició la vida. 

Las rocas que podrían haber contenido pistas o indicios de las formas de vida más primitivas han sido deformadas por los movimientos de la corteza terrestre y no están en condiciones de aportar información esencial que permita establecer de manera concluyente cómo era la Tierra en el principio o en qué ambiente hubo de desarrollarse el proceso que culminó con la aparición de la vida, frente a lo cual todas las ideas que pudieran elaborarse como posible explicación del fenómeno de la vida, no pueden, por consecuencia lógica erguirse más que como simples hipótesis de un fenómeno hasta el día de hoy desconocido desde el punto de vista científico y sobre el cual lamentablemente sólo se puede conjeturar y especular. 

Hasta aquí, sólo se puede especular sobre las causas y los mecanismos que pudieran eventualmente haber intervenido para que la vida se originara de manera espontánea sobre la Tierra, no obstante, frente a la variedad de teorías que existen y ante la necesidad de escoger siempre la más factible, o como diría un científico, la explicación más parsimoniosa, no cabe duda que la enseñanza de la Creación continúa siendo a todas luces la más aceptable. 

La gran complejidad de la vida no concilia con las teorías que hablan de ella como de un fenómeno de ocurrencia absolutamente espontánea o como resultado inequívoco del frecuentemente citado azar. 

No obstante, más allá del simple teorizar, el hombre necesitaba insistir desde el punto de vista experimental, tratando por todos los medios de llevar las ideas de los grandes científicos ocupados en explicar el origen de la vida al terreno verificador de la experimentación de laboratorio. Frente a esta nueva alternativa emergente, la ciencia experimental, cabe preguntar: ¿Hasta qué punto la ciencia experimental apoya las teorías sobre el origen de la vida? 

[1] Science and Creationism: A View from the National Academy of Sciences (1984)

 

CAPÍTULO 4 
LA CIENCIA EXPERIMENTAL 
FRENTE AL PROBLEMA DEL ORIGEN DE LA VIDA

Alexander Oparin fue el primero en establecer una hipótesis fundamental sobre el origen de la vida en la que se señalaba de manera general que la vida había surgido como resultado de una evolución de sustancias orgánicas.  

A través de sus investigaciones y experiencias, Oparin descubrió que era de todo punto de vista posible obtener algunos elementos constituyentes de la vida en un matraz o probeta pero no como resultado de una generación espontánea sino como resultado de una generación progresiva y mediante procesos químicos que llevaran a que algunas moléculas se organizaran para dar lugar a elementos complejos que son fundamentales con relación a la constitución de la vida. 

Basado en esos experimentos, Oparin propuso su teoría en que sostiene que en una atmósfera primitiva compuesta por moléculas de metano, amoníaco, dióxido de carbono y agua, se formaron en combinación con la energía aportada por los rayos solares o la fuerza de los rayos, una serie de compuestos orgánicos simples llamados "polímeros". Luego, se formaron otros compuestos un poco más complejos como ácidos grasos, azúcares, ácidos nucleicos, etc., los cuales mediante la acción cooperativa de estos complejos moleculares, provocan la abrupta aparición de la primera entidad con capacidad de reproducirse, la primera célula. 

El 3 de marzo de 1922, Oparín presentó su teoría en una reunión de la Sociedad Botánica Rusa, de la que era miembro. En dicha ocasión su posición fue elegantemente rechazada, por cuanto carecía de apoyo experimental. Sin desalentarse, el científico escribió un libro titulado El Origen de la Vida, publicado en noviembre de 1923. La obra fue posteriormente revisada por el mismo Oparin en 1936. 

En su obra Oparin explica que la vida se originó en términos de procesos físicos y químicos en una progresión de lo simple a lo complejo, proceso por medio del cual algunas moléculas se habrían organizado naturalmente dando lugar a la formación de complejos moleculares que al organizarse dieron vida a la primera célula con capacidad de alimentarse y reproducirse. 

No obstante lo anterior, la teoría de Oparin no permite conocer una serie de pasos conducentes a la aparición de la primera célula con capacidad de alimentarse y reproducirse. En líneas generales y haciendo una analogía, es como si pretendiera explicarnos como es que llega a existir una casa pero tan solo informándonos cómo es que se puede producir los ladrillos, faltando todos aquellos pasos que llevaran a que cada ladrillo se ensamble uno sobre otro en un orden y sincronización perfectos y de acuerdo a un modelo estructural bien definido y organizado, para dar después lugar a la aparición de departamentos y compartimentos, un sistema eléctrico y neurálgico que no sólo aportará luz y energía sino que además contribuirá al desarrollo de muchas otras actividades en el edificio. Tampoco explica nada sobre el sistema de cañerías o de conducción del agua como tampoco del sistema de drenaje o alcantarillado que habrá de eliminar desechos, etc. 

En otras palabras, la teoría que hoy goza de mayor aceptación en el mundo científico con miras a explicar el origen de la primera célula viviente o cómo se originó la vida en la Tierra sólo llega a explicar cómo es que pudieron eventualmente haberse formado algunos azúcares, ácidos grasos, lípidos, ácidos nucleicos o aminoácidos, los elementos básicos y fundamentales de los sistemas complejos de una célula, pero están lejos de explicar cómo es que esos elementos básicos se organizaron en sistemas complejos, los que a su vez se organizaron para dar origen a sistemas y éstos a su vez se organizaron para dar origen a una célula. En otras palabras, explica el 1 % (y siendo bastante pretensiosos) del conjunto de procesos que llevaran a que exista la primera manifestación de vida, a saber una simple célula. 

De más está decir, que la teoría de Oparin ni siquiera sueña con explicar cómo es que aquella célula primordial que se cree apareció hace unos 3.500 millones de años atrás, se organizó junto a otras células para dar origen a seres complejos o pluricelulares (formados por más de una célula) y que se supone dieron origen a la gran diversidad de especies que pueblan actualmente nuestro planeta o que han vivido alguna vez sobre la Tierra. 

Aunque Oparin habla de pequeñas gotas de complejos moleculares que en algún momento llegaron a organizarse, gotas a las que llamó “coacervados”, lo cierto es que nadie sabe como es que aquellos “coacervados” llegaron hipotéticamente a organizarse. 

Por más que a los hombres de ciencia les pese, debemos reconocer lo siguiente: 

"No se sabe con exactitud cuándo y de qué manera estas complejas gotas se perfeccionaron hasta convertirse en células vivientes." [1 ] 

La hipótesis de Oparin y que habla de los “coacervados”, los cuales pudieran haber estado compuestos de grupos de moléculas con presumible estructura de proteínas y con capacidad de realizar ciertas reacciones químicas, no explica sin embargo, cómo es que estos “coacervados” desarrollaron un código genético que les permitió reproducirse. Por ello, la hipótesis de los denominados “coacervados” fue paulatinamente desechada, aunque en términos generales la teoría de este singular científico ruso sigue siendo la base de todos los estudios sobre el origen de la vida. 

La realidad concluyente hasta el día de hoy, es que el fenómeno conducente a la aparición de la vida, si es que éste obedece a una evolución química como se asegura, es absolutamente desconocido para la ciencia actual. 

Por otra parte, y si bien la teoría de Oparin ha sido llevada al campo experimental lográndose interesantes resultados en la síntesis de elementos complejos como ácidos nucleicos, aminoácidos y otros, lo cierto es que estos resultados han sido obtenidos por personas diferentes y empleando distintas mezclas experimentales. 

Mucho se dice sobre científicos como Miller, Oró, Sagan, Calvin o Ponnamperuma, quienes siguiendo una técnica en muchos aspectos semejante para diversos compuestos orgánicos, han logrado sintetizar la mayoría de los elementos que componen la química necesaria para el origen de la vida. Sin embargo, no se deja muy en claro que hasta la fecha no existe una método experimental único por medio del cual se puedan sintetizar invariablemente todos los elementos constituyentes de la vida. Tampoco se informa que las moléculas a ser sintetizadas en los distintos experimentos no son las mismas en todos los casos lo cual le resta la validez requerida a los resultados obtenidos. 

En efecto, ninguno de los científicos especializados en la química de la vida ha utilizado la misma mezcla de gases y componentes en sus experimentos, lo cual lleva a pensar que en mucho la obtención de ciertos elementos orgánicos como lípidos, ácidos grasos, azúcares, aminoácidos, etc. no es posible en un único ambiente experimental. En hecho, mientras que algunos científicos han insistido en la concentración de un determinado elemento, el metano por ejemplo, otros han insistido en la concentración de amoníaco. Tampoco resulta muy claro que concentración de oxígeno es la ideal para el experimento en sí ya que son muchos los que postulan que la atmósfera primitiva era altamente “reductora” o carente de oxígeno. 

La teoría sobre el origen de la vida y de si éste se desarrolló en una atmósfera como la que se espera, no produce en definitiva un acuerdo, ya que algunos científicos sostienen que dicha atmósfera poseía abundante oxígeno y otros aseguran que no lo poseía. En un ambiente de discusión tal, ¿cómo se espera descubrir el origen de la vida? 

¿Por qué se produce la discusión señalada? Simplemente porque las delicadas estructuras moleculares que dieron origen a la primera célula, no pudieran haberse desarrollado en un ambiente saturado de oxígeno, como nuestra atmósfera actual, ya que el oxígeno ejerce un efecto letal sobre ellas. Por otra parte, ¿cómo pudiera haberse desarrollado la primera célula o ser vivo en un ambiente carente de oxígeno considerando que este elemento es un eficaz protector contra los efectos de los rayos cósmicos que impiden el florecimiento de la vida en un ambiente falto de él? Este es un enigma que aún no se puede resolver. 

Es claro que toda discusión sobre el origen de la vida abogando por la aparición de ésta de una manera espontánea y sin la intervención de un Diseñador Inteligente debe comenzar por aclarar cuál era la condición de la Tierra en aquel tiempo cuando aún no existía la vida. Actualmente existe un convencimiento casi unánime respecto a que la Tierra primitiva era muy rica en hidrógeno y muy pobre en oxígeno. Se piensa igualmente que, la atmósfera contenía cantidades importantes de nitrógeno y carbono como parte integrante de moléculas de metano y amoníaco. El oxígeno no existía en estado libre sino como parte integrante de moléculas de agua o de dióxido de carbono. 

Lo anterior ha cobrado fuerza, porque desde el punto de vista de la experimentación, cuando se someten mezclas de metano, amoníaco y agua a la acción de partículas cargadas de energía, es factible lograr la síntesis de aminoácidos, azúcares o ácidos grasos. 

Por otra parte, es bien sabido que el oxígeno ejerce un efecto letal sobre muchos mecanismos celulares, los cromosomas por ejemplo, los cuales se desarrollan en ambientes carentes de oxígeno. La misma división celular tiene lugar en un período de carencia de oxígeno temporal. Lo anterior, lleva a suponer que no es posible que mecanismos celulares y previos a la formación de una primera célula hayan podido desarrollarse en un ambiente de oxígeno abundante.

En estos días, en que la ingeniería genética hace maravillas, muchas personas creen que el misterio que entraña el origen de la vida es un tema hace mucho tiempo resuelto, sin embargo, pocos saben que todas las ideas que hoy se tienen al respecto, están bastante lejos de ser verificadas mediante la ciencia experimental. De hecho, no es extraño que quienes se sienten menos animados a dar por resuelto el misterio sobre la aparición de la vida en la Tierra, son aquellos científicos que estudian particularmente el tema desde el punto de vista de la bioquímica y la biología celular. 

Hay de parte de estos hombres de ciencia un abrumador silencio respecto de cuál puede haber sido el verdadero origen de la vida en nuestro planeta. Aunque la gran mayoría llevados por un inusitado entusiasmo aducen procesos evolutivos conducentes a la aparición de la vida, lo cierto es que los mecanismos que sustentan la singular teoría de la evolución están muy lejos de explicar definitivamente cómo es que surgió la primera célula en la Tierra y con ello el primer ser vivo. En realidad, aunque muchos hablan del origen de la vida, nadie parece poder explicarlo desde un punto de vista coherente y científico. 

La ciencia avanza cada día formulando teorías y proponiendo nuevos modelos explicativos que aporten una idea clara y aceptable que explique el origen de la vida en nuestro planeta, pero es indispensable la verificación experimental, un requisito ante el cual claudican todas y que impide aceptarlas como absolutamente válidas. 

El conocimiento actual de los posibles mecanismos que originaron la vida es el resultado de enormes esfuerzos para comprender y, al mismo tiempo, intentar reproducir esos mecanismos. Los avances científicos y tecnológicos permiten hoy en día discutir y analizar las distintas hipótesis e intuiciones elaboradas a través de siglos y que buscan explicar el fenómeno de la vida, pero la verificación no siempre es fácil toda vez que muchas de las teorías e hipótesis que se proponen hablan de condiciones imposibles de reproducir fielmente en un laboratorio. 

Los procesos por medio de los cuales se cree que se originó la vida deben en opinión de la ciencia haberse producido hace miles de millones de años atrás en el tiempo y en hecho, algunos de estos procesos, son reproducibles, en líneas generales en un laboratorio, donde se ha verificado por ejemplo, que un ambiente más bien acuoso o líquido es fundamental para el desarrollo de la vida tal cual la conocemos. 

El pensamiento científico moderno ha recogido esta conclusión referente a la intervención del agua en el desarrollo de la vida y ha formulado en consecuencia la idea de que la vida se generó básicamente con la síntesis de elementos complejos en agua. El mundo natural evidencia una gran y sorprendente unidad: todos los seres vivos están hechos o constituidos por las mismas moléculas y son el resultado maravilloso de la misma química, a saber la del Carbono (C2) en agua líquida (H2O). Siendo así, todo ser vivo es en propiedad un organismo constituido básicamente de estos dos elementos, el Carbono y Agua, elemento este último que se compone a su vez de Hidrógeno (H2) y Oxígeno (O2). 

A fin de verificar la hipótesis de que las moléculas esenciales para la aparición de la vida en la Tierra fueron sintetizadas de manera espontánea sin que fuera necesaria la agencia de un Hacedor o Diseñador Inteligente, han de aclararse debidamente dos cuestiones importantes, a saber:

Definir claramente cuáles eran las condiciones imperantes en la Tierra al momento de originarse la vida y los elementos que participaron en el singular proceso conducente a la organización de la primera célula. 

Realizar las experiencias de laboratorio correspondientes a fin de verificar experimental la veracidad de las conclusiones aportadas. 

Todo esto, llevó a un joven científico de nombre Stanley Miller, a que en 1953, ideará un sistema por medio del cual poner a prueba la consistencia de las teorías prevalecientes sobre el origen de la vida. 

En efecto, Miller tuvo la brillante idea de reproducir en un gigantesco balón de vidrio, las condiciones que supuestamente existían en la Tierra primitiva al momento de originarse la vida.  

Así, el joven científico mezcló metano, amoníaco, dióxido de carbono y agua, los principales componentes de lo que se cree era la atmósfera de aquellos días, los cuales sometió por espacio de varias semanas al efecto de descargas eléctricas de diferente intensidad, las que simulaban el efecto de las radiaciones solares o de los rayos a los que se supone estaba sometido a su vez nuestro planeta en la época azoica o sin vida. 


 

Esquema general del famoso experimento de Stanley Miller en que mezcló Nitrógeno [N2], Hidrógeno [H2], Metano [NH3], Amoníaco [CH4], Dióxido de Carbono [CO2]  y Agua [H2O]

Cuando al cabo de algunas semanas Miller analizó minuciosamente el resultado de su experimento, comprobó que como natural consecuencia de someter el contenido del matraz a las descargas eléctricas o descargas de energía, habían aparecido una gran variedad de compuestos hasta entonces inexistentes, entre ellos algunos ácidos grasos y fundamentalmente, aminoácidos, los ladrillos de la vida. 

El entusiasmo generado por el experimento de Miller llevó a los científicos a declarar con desmedido ánimo que habían descubierto el misterio de la vida ya que habían logrado “fabricar” moléculas orgánicas de características claramente fundamentales en el aspecto biológico, es decir, moléculas que intervienen decididamente en el fenómeno de la vida. 

Se dijo que el experimento de Miller había demostrado fuera de toda duda que en condiciones análogas a las de la Tierra primitiva, la aparición de compuestos orgánicos que más tarde daría origen a la vida era una consecuencia natural e inevitable. Posteriores experiencias en este campo redundaron en un mayor entusiasmo al respecto. Se aseguró que el hombre en su actual nivel de conocimiento y avance científico era capaz de sintetizar en condiciones favorables todos los elementos constituyentes de la vida. ¿Adónde habría de conducir tan inusitado entusiasmo? Una reflexión ulterior, llevaría a que los ánimos encendidos comenzaran a apagarse. 

Aunque la experiencia de Stanley Miller permitió comprobar que los distintos moléculas que componían la atmósfera primitiva bien podían originar la aparición de elementos más complejos, en definitiva no pudo comprobar que en un ambiente favorable pudiera generarse naturalmente la vida. 

Si bien Miller logró sintetizar una cantidad importante de elementos fundamentales en la constitución de la vida, esto está muy lejos de ser un paso definitivo en dirección al descubrimiento del misterio de la vida. 

Siendo bien objetivos, sólo se ha logrado sintetizar algunos elementos primordiales que forman parte de la base estructural de algunas proteínas y ácidos nucleicos, pero no se ha logrado en modo alguno descubrir cómo es que estos elementos complejos se organizan en sistemas celulares, desarrollando a su vez una membrana protectora, definiendo un núcleo celular y delimitando funciones a las proteínas, ya sea como productoras o generadoras de energía o como agentes fundamentales en el delicado proceso de la reproducción. 

Se afirma de una manera engañosa, que la ciencia experimental ha sido capaz de sintetizar los 20 aminoácidos necesarios para producir vida. Lo anterior, como se dijo, resulta engañoso, porque si bien se han sintetizado los aminoácidos que se requieren para producir vida, no se informa que estos aminoácidos han sido sintetizados siguiendo procedimientos experimentales distintos. La ciencia actual no conoce un medio único por el cual se logre sintetizar de una sola vez los 20 aminoácidos que requiere la vida. 

Por otra parte, es bien sabido que la singular estructura celular requiere que estos 20 aminoácidos sean levógiros, es decir que sean capaces de polarizar un haz de luz que los atraviese hacia la izquierda. Esta es una curiosidad de la estructura celular y que habla de su gran complejidad. 

En efecto, hasta la fecha se han descubierto a lo menos 100 tipos diferentes de aminoácidos, de los cuales sólo 22 son requeridos para originar la vida y sin embargo, estos 22 aminoácidos deben ser necesariamente levógiros, es decir poseer la capacidad de polarizar la luz hacia la izquierda. En otras palabras, existiendo en la naturaleza indiscriminadamente aminoácidos dextrógiros (que polarizan la luz hacia la derecha) y levógiros (que polarizan la luz hacia la izquierda), la compleja estructura celular sólo acepta aminoácidos levógiros, es decir que polarizan la luz hacia la izquierda. 

Estos aminoácidos de distinta configuración geométrica pero de similar composición atómica y de un mismo peso molecular, reciben el nombre de isómeros ópticos, es decir, aminoácidos de similar estructura molecular pero de diferente orientación en cuanto a la desviación de la luz polarizada. 

La discriminación de isómeros ópticos, es decir, separar isómeros derechos de izquierdos, es algo que se realiza con no poca dificultad por parte de los científicos. Sobre esto opina una publicación que habla del origen de la vida: 

“La naturaleza de los isómeros ópticos es tal que sus propiedades fisicoquímicas, aunque distintas, son muy parecidas. A causa de ello, la separación de mezclas de isómeros ópticos ha presentado siempre graves problemas. En estos últimos años, y gracias al empleo de métodos muy complejos se ha empezado a lograr.” [2] 

Lo anterior, lleva a preguntar con algún grado de curiosidad: ¿Cómo se puede esperar que naturalmente y sin la intervención de un ente inteligente, se pueda separar isómeros ópticos derechos de izquierdos, un proceso que para los propios científicos es de intrincada y difícil realización? En el fondo se resume a esperar que el azar sea capaz de realizar lo que en un proceso de laboratorio, bajo un intrincado sistema y equipamiento, dirigido por especialistas en microbiología, sea difícil o imposible de lograr. 

Sobre esto, el físico J.D. Bernal reconoce lo siguiente: “Hay que confesar que la explicación todavía sigue siendo una de las partes más difíciles de aclarar en cuanto a los aspectos estructurales de la vida.” “Quizás nunca podamos explicar esto.” [3] 

En otras palabras, asegurar que la estructura de una célula, sólo en cuanto al ordenamiento y naturaleza de los aminoácidos, surgió como producto del azar, equivale a arrojar desde un avión en vuelo una cantidad indeterminada de bolas al espacio, unas azules y otras amarillas, esperando que en Tierra y en un reducido círculo de un metro de diámetro, caigan sólo bolas de color amarillo y ordenadas una al lado de la otra. La posibilidad de que esto ocurra naturalmente es de 10 elevado a 113. Es decir un 10 seguido de 113 ceros. De acuerdo a la ley de probabilidades, un evento cuya posibilidad de ocurrencia es de tan sólo 10 elevado a 50 se entiende que es imposible que ocurra. 

Algo muy parecido sucede al considerar la íntima relación que existe entre las proteínas y el ADN (ácidodesoxirribonucleico) al interior de la estructura celular. Se sabe que las proteínas dependen del ADN para su formación, pero el ADN no puede formarse sin la participación de las proteínas. Lo anterior plantea un serio problema a la teoría del origen natural de la vida por cuanto nos lleva a realizar la antigua pregunta de quién fue primero: el huevo o la gallina.  

Si la estructura celular se desarrolló en forma gradual como propone la teoría de la evolución química sostenida por Oparin, cabe preguntar quién existió primero: las proteínas o el ADN. Esto plantea un problema no menor por cuanto es posible preguntar: cómo se originaron las proteínas sin que existiera antes el ADN o cómo se originó el ADN sin que existieran antes las proteínas. Esto constituye un callejón sin salida para la teoría sobre el origen de la vida y la ciencia experimental no tiene nada que aportar en su defensa. 

Sobre este asunto en particular refiere una publicación que trata sobre el problema del origen de la vida: 

“La vieja cuestión del huevo o la gallina sigue vigente. La gallina nace de un huevo, pero el huevo sale de la gallina: ¿Quién apareció primero? De la misma manera, los ácidos nucleicos necesitan proteínas – enzimas para duplicarse. Ahora bien, las proteínas –enzimas no pueden formar por sí solas la unidad del sistema vivo. ¿Cuál de esos dos tipos de macromoléculas gigantes apareció primero sobre la Tierra primitiva?” [4] 

¿Quién fue primero el huevo o la gallina? Este es un problema que se plantean los científicos respecto a la relación del ADN y las proteínas al interior de la estructura celular. Hasta aquí la ciencia no tiene una respuesta consistente para dilucidar este gran misterio. 

El experimento realizado por Stanley Miller, más que apoyar la generación natural de la vida a partir de elementos orgánicos fundamentales, lo único que hace es confirmar que para que elementos sencillos se organicen en elementos más complejos que eventualmente pudieran dar origen a azúcares, ácidos grasos, aminoácidos o ácidos nucleicos, se requiere una especial preparación al amparo de un ambiente adecuado y bajo la estricta dirección de una mente muy sabia. 

Hasta aquí la ciencia experimental que busca apoyar la teoría del origen de la vida, en cierto modo deja bastante claro que la casualidad tuvo poco que ver con las condiciones experimentales altamente específicas que estuvieron implicadas en determinado experimento. Después de elaborar el intrincado procedimiento experimental que pretende rastrear el origen de la vida, es poco probable que alguien diga que dicho experimento fue tan sólo obra del azar. 

Hasta aquí, la teoría accidental argumenta perentoriamente que lo único que obra en la aparición de la vida es el azar. Sin embargo, a nivel científico, asegurar que algo suceda aleatoriamente o por obra de la simple casualidad, impide indagar más profundamente en busca de las verdaderas razones que obraron en la aparición de la vida sobre la Tierra, inhibiéndonos de abrir nuestros ojos a lo evidente: un fenómeno dirigido ex profeso por una mente Superior y Maestra. 

Según se desprende de todo lo informado, el apoyo experimental que sustenta la teoría sobre el origen de la vida está muy lejos de conferirle la categoría de hecho científico y por más que a muchos incomode la realidad, es claro que hasta aquí, como dice una publicación: “La teoría de Oparin no deja de ser una hipótesis”.[5] 

[1] Enciclopedia Popular, Año 2, N° 16, págs. 16-17.

[2] El Origen de la Vida, Biblioteca Salvat de Grandes Temas, pág. 59.

[3] The Origin of Life, John D. Bernal, 1967, pág. 144. 

[4] Francois Raulin, “La Aparición de la Vida”, pág. 77.

[5] Enciclopedia Popular, Año 2, N° 16, págs. 16.

 

 CAPÍTULO 5
 EL REGISTRO FÓSIL Y EL ORIGEN DE LA VIDA

Más allá de la ciencia experimental, aún queda una alternativa para indagar sobre el eventual origen de la vida: el registro fósil. 

Los paleontólogos suelen hablar de “registro fósil” para designar grupos de restos preservados y reconocibles de la flora y fauna del pasado y que se utilizan para reconstruir la historia de la vida sobre la Tierra. 

Generalmente, cuando se intenta reconstruir el pasado, especialmente en lo que concierne al origen de la vida, se recurre al registro fósil o conjunto de evidencia paleontológica que avale las conclusiones y postulados que sustentan cada teoría individual. Frente a esto, cabe preguntar: ¿qué indica el registro fósil concerniente al origen de la vida? 

Sobre este punto es necesario aclarar que una de las más serias deficiencias del registro fósil consiste no obstante en que éste representa sólo una mínima parte de los organismos que han existido a lo largo de los casi cuatro mil millones de años que supuestamente lleva la vida en la Tierra. Lo expuesto, implica que la mayor parte de las conclusiones que se elaboran a partir de este registro, se realizan con base a muy escasa información por no decir verdaderas lagunas de información, que impiden tener una visión clara del supuesto pasado evolutivo o desarrollo evolutivo de la vida sobre la Tierra. 

Aunque la ciencia, de acuerdo a sus cálculos, supone que la vida se originó hace aproximadamente unos 3.500 millones de años en un tiempo anterior a la Era Paleozoica, lo cierto es que tal suposición se invalida, cuando retrocediendo en el tiempo llegamos a los 1.000 millones de años o tiempo inmediatamente anterior al primer período de la Era Paleozoica, a saber, el período Cámbrico, ya que no existe evidencia positiva de que haya existido vida antes de ese período. Se piensa que para este tiempo la Tierra era ya bastante antigua y hacía unos 4.000 millones de años que giraba alrededor del Sol. 

¿Qué pasó en nuestro planeta en aquellos largos períodos de tiempo y más precisamente durante los 4.000 millones de años que median entre la época en que la Tierra se formó y el momento exacto en que un invertebrado dejó su primera huella como testimonio fósil de su existencia y antigüedad? La verdad es que nadie sabe. 

El registro fósil nada puede aportar al respecto y los paleontólogos sólo se remiten a buscar vestigios de vida antigua en rocas muchos más recientes y que en la practica no se ubican más allá del período Cámbrico, a saber, unos 500 millones de años atrás, de modo que se puede decir con toda certeza que el registro fósil, en comparación con la antigüedad real que se le atribuye a la aparición de la vida es relativamente nuevo. 

Sobre esta seria deficiencia del registro fósil, trata el siguiente comentario: 

"El registro fósil es un valioso conjunto de piezas sueltas con el que tratamos de armar el gran rompecabezas de la historia de la vida en nuestro planeta. Sin embargo, aún no nos brinda una explicación concluyente sobre cómo apareció esa vida sobre la Tierra. Aunque la hipótesis del 'caldo primordial' de Oparín sigue siendo la más aceptada por los investigadores de todo el mundo, existen otras teorías sustentadas por reconocidos hombres de ciencia, que plantean inquietantes posibilidades. Y como la mayoría de los restos fósiles no tiene una antiguedad que supere los 600 millones de años, es casi imposible rastrear las huellas de organismos vivientes que con unas pocas células, incluso menos de una, ya que podría tratarse de moléculas elementales capaces de replicarse, no han dejado indicios ciertos de sus características y, mucho menos, de su origen."  [1] 

Si bien los paleontólogos son muy tenaces y procuran vehemente ir más allá de lo posible, buscando afanosamente encontrar evidencia fósil que permita rastrear el origen de la vida en el período Precámbrico, cuyos sedimentos son anteriores a los 600 millones de años, la experiencia demuestra que en dichos terrenos los fósiles son prácticamente inexistentes. Desde el punto de vista del registro fósil, el origen de la vida continúa siendo para muchos científicos un inevitable misterio. 

La absoluta inexistencia de evidencia fósil que acredite la aparición de la vida con anterioridad al período Cámbrico, es atribuida generalmente a que los organismos que supuestamente existieron en aquel período anterior a los 600 millones de años poseían estructuras formadas por materias poco aptas para conservarse. Se piensa que los organismos anteriores al período Cámbrico deben haber sido en su inmensa mayoría de tipo unicelular, no obstante tal suposición está lejos de ser confirmada por evidencia que la avale.

Por otra parte, es verdaderamente enorme la cantidad de seres vivientes que se registran en estado fósil en las rocas inmediatamente siguientes al período Precámbrico, no lográndose explicar hasta el día de hoy cómo es que la vida alcanzó tal diversidad en tan poco millones de años, pasando abruptamente de seres unicelulares a organismo extremadamente complejos y altamente evolucionados como los trilobites por ejemplo, una especie de crustáceo que se presenta en estado fósil en una gran variedad de especies y que no registra un antepasado evolutivo que acredite su origen dentro del árbol evolutivo de las especies. ¿De donde surgió tal variedad de especie en tan corto espacio de tiempo? Una vez más, la respuesta es que nadie puede explicar tal misterio. 

Sin ir más lejos, en el año 1909, un afamado investigador de nombre Charles Doolittle Walcott, descubrió la formación geológica de Burgess Shale, cuyos sedimentos se atribuyen al período Cámbrico, un período inmediatamente anterior al período en que se dice apareció la vida en la Tierra, sin embargo, la formación geológica en cuestión arroja evidencia de una diversidad biológica sin igual, con seres que por su complejidad asombran incluso a los estudiosos y aficionados de hoy. ¿Cómo puede explicarse tal nivel de complejidad y diversidad biológica en rocas que se presume son de las más antiguas que se conocen desde que la vida apareció en la Tierra y de un período poco anterior a la presumible aparición de la vida? 

¿Cómo se puede explicar el complejo nivel estructural que alcanzan los fósiles de Burgess Shale en comparación con las especies modernas en circunstancia que se supone sean de las criaturas más antiguas que se conocen?

En los estratos sedimentarios de Burgess Shale, se han encontrado en estado fósil organismos extremadamente complejos y que a todas luces no pudieron evolucionar sin más de los seres unicelulares del período Precámbrico. Esto arroja un gran manto de misterio sobre el origen de la vida ya que no hay forma de explicar la extraordinaria complejidad de estos seres a partir de los organismos unicelulares del pasado anterior a ellos. Fantásticos seres como Anomalocaris nathorsti, un crustáceo de aproximadamente 70 cms. y que posee una morfología poco usual aunque presenta los rasgos característicos de este tipo de animales. Las especies encontradas en la formación de Burgess Shale contienen una disparidad de diseños anatómicos que exceden, con mucho, la gama moderna que hay en todo el mundo. En ninguna fauna posterior se repite la riqueza anatómica de este yacimiento. De los 120 géneros analizados, 20 son diseños de artrópodos únicos, y además de estar representados los 4 grupos de animales que hoy existen, hay 8 ddiseños que no encajan en ningún grupo animal conocido. Todo lo anterior, nos lleva a preguntar: ¿cómo se generó tal diversidad de vida en sedimentos que se supone no deberían albergarla? 

El enigma de los seres que siendo muy antiguos en términos de tiempo geológico evidenciaban sin embargo inusitada complejidad, no dejaba de perturbar a los hombres de ciencia del pasado y tampoco deja de perturbarlos hoy en día. El propio Darwin se preguntaba por qué estos primeros animales eran ya anatómicamente complejos y sin precursores aparentes. En hecho, la enorme complejidad del sistema óptico de los trilobites, causaba gran perturbación al célebre naturalista, quien no acertaba a comprender cómo un órgano tan complejo podía ser encontrado en criaturas que se presumía eran de los primeros seres vivos pluricelulares de nuestro planeta. 

Ahora bien, si no hay forma de rastrear positivamente el pasado evolutivo de muchos organismos cámbricos, mucho más difícil es pretender rastrear el pasado evolutivo de organismos unicelulares que se presume son anteriores a aquellos. La falta de información es tal que en el ambiente paleontológico se habla de una “gran laguna” de información entre el momento en que se generó la primera célula y el período en que aparece la enorme diversidad de vida cámbrica. No hay ninguna información viable que nos permita conocer, desde el punto de vista del registro fósil, cómo es que surgió la vida en la Tierra. Frente a la falta de evidencia fósil que respalde los asertos de la ciencia, los científicos solo pueden conjeturar y especular sobre cuál fue el verdadero origen de la vida en la Tierra, una circunstancia por supuesto poco alentadora al momento de explicar consistentemente cómo es que la vida apareció en nuestro planeta. 

[1] Enciclopedia Popular, N° 16, Año 2, pág. 14.

   

CAPÍTULO 6
 LA ASOMBROSA COMPLEJIDAD DE LA CÉLULA

La hipótesis más aceptada sobre el origen de la vida es la que postula que estructuras moleculares de aminoácidos e hidratos de carbono se organizaron hace más de 3.000 millones de años para originar la primera célula. 

Una reconocida publicación científica, expresa de la siguiente manera la idea que actualmente se tiene sobre el origen de la vida: 

"Hoy en día creemos que la vida se originó a través de una serie progresiva de reacciones de síntesis. Los átomos se combinaron en compuestos simples; éstos lo hicieron a su vez en compuestos más complejos, los que finalmente se organizaron y constituyeron la más pequeña pero contundente manifestación de vida: una célula." [1] 

La célula es la unidad básica de la vida. Todos los seres vivos están formados por células, animales o vegetales, que aunque presentan diferencias, están construidas según un modelo común. 

La célula es en sí una entidad altamente compleja, compuesta en su exterior por una membrana plasmática que la protege y mantiene aislada del exterior. Esta membrana, es una estructura química que divide el mundo externo del interior de la célula. En otras palabras, la membrana es una protección que controla lo que entra y lo que sale de la célula. Con la protección de esta membrana, la célula puede mantener en su interior condiciones distintas de las que prevalecen en el exterior. Con la ayuda de esta membrana, la célula puede concentrar elementos de nutrición que son necesarios en la producción de energía así como también impedir que materiales estructurales elaborados en su interior sean eliminados o se pierdan una vez sintetizados. Sin la cooperación de esta membrana, la gran cantidad de procesos metabólicos necesarios para conservar la vida no pudieran ser posibles o simplemente perderían efecto sobre el sistema general. Así, tenemos una estructura con un interior cerrado y que es capaz de alimentarse y reproducirse. La membrana delimita el territorio de la célula y controla el contenido químico de ella. La membrana plasmática es de gran importancia para los organismos, ya que a través de ella se transmiten mensajes que permiten a las células realizar numerosas funciones. Es tan fina que no se puede observar con el microscopio óptico, siendo sólo visible con el microscopio electrónico. En la composición química de la membrana entran a formar parte lípidos, proteínas y glúcidos en proporciones aproximadas de 40%, 50% y 10%, respectivamente. 

Al interior de la célula se distinguen unos compartimentos o espacios bien diferenciados que se llaman orgánulos, porque de alguna manera se asemejan a los órganos que se distinguen en el cuerpo o estructura de cualquier animal. 

Los orgánulos permiten que la célula realice funciones altamente especializadas. 

El orgánulo más importante es el núcleo, el cual es un centro de control que dirige las actividades celulares y que fundamentalmente contiene estructuras especialmente ocupadas en el proceso de reproducción. Este núcleo, cuando es claramente diferenciado da origen a células eucariotas y en otras, cuando no es diferenciado, da origen a células procariotas. El núcleo de la célula contiene el ADN (ácido desoxirribonucleico) principal componente de los genes y de los cromosomas. 

El núcleo dirige las actividades de la célula y en él tienen lugar procesos de gran importancia como la duplicación del ADN antes de que se produzca la división celular (mitosis y meiosis) tendientes a concretar el proceso de reproducción. También en el núcleo se producen los distintos tipos de ARN, que servirán para realizar la síntesis de las proteínas. 

La función reproductora de la célula está programada a partir de unas estructuras muy complejas y que se llaman cromosomas. Los cromosomas a su vez están formados por grupos de moléculas, los ácidos nucleicos, que son capaces de dar lugar a una replica o copia del organismo que los contiene. Estos ácidos nucleicos reciben su nombre debido a que se ubican en el núcleo de la célula y desde allí realizan sus funciones que son básicamente reproductoras. 

Los cromosomas, formados de ácidos nucleicos, contienen de manera general, toda la información genética que diferencia a un ser vivo de otro. 

En cada célula existen dos tipos de ácidos nucleicos: 

El ácido desoxirribonucleico [ADN].- es el que contiene la información genética o hereditaria y que servirá para fabricar una copia o reproducción del organismo original. 

El ácido ribonucleico [ARN].- es el que transporta la información genética o hereditaria a otros sistemas de la célula, los ribosomas, donde esta información es traducida por medio de un código genético, al mismo tiempo que se fabrican las proteínas, estructurales o enzimáticas. 

Los ácidos nucleicos y las proteínas son absolutamente dependientes. El almacenamiento de la información en el ADN y la transmisión de esa información por el ARN se realizan con la ayuda imprescindible de las proteínas. 

Los organismos vivos necesitan mantener su estructura general y desarrollarla, permitiendo el crecimiento. Esta tarea es asumida por las proteínas estructurales. La albúmina del huevo, el colágeno de la piel, la queratina del cabello o de la hemoglobina de la sangre, son proteínas. 

Las proteínas enzimáticas son las que participan en el proceso de generación de energía, por medio del metabolismo, que no es sino un proceso bioquímico en que la célula transforma las materias que consume en energía aprovechable y que permite la continuidad de la vida o que los organismos sigan viviendo. 

Otros orgánulos importantes son las mitocondrias, verdaderas plantas energéticas de la célula especializadas en producir energía con base a reacciones químicas que transforman moléculas nutritivas cargadas de calorías en formas de energía aprovechable que la célula puede usar directamente. Las mitocondrias son centros de producción de moléculas que habrán de suministrar energía para la célula. 

Los lisosomas son también otros orgánulos importantes y que están encargados de procesar las moléculas que han dejado de ser útiles para la célula. Al interior de los lisosomas y en un ambiente de gran acidez, las moléculas de desecho son degradadas por la acción de enzimas especializadas en este trabajo. 

Un papel importante al interior de la célula es desarrollado también por los ribosomas, verdaderas máquinas celulares que interviene especialmente en el procesamiento de las proteínas, agregados moleculares que permiten el crecimiento no sólo de la célula sino también de los seres vivos compuestos por ellas. En los ribosomas se ensamblan las proteínas y los aminoácidos. 

Otros orgánulos de gran importancia son los Retículos Endoplasmáticos (rugosos o lisos), láminas membranosas que almacenan o transportan las proteínas producidas en los ribosomas. 

El Aparato de Golgi, está constituido por un grupo de sacos membranosos que empaquetan y distribuyen las proteínas hechas por la célula. 

Los Centríolos, son otros orgánulos muy importantes en la estructura de una célula y que se hallan cerca del núcleo. Son fundamentales en la reproducción celular. 

De un breve detalle de las distintas estructuras que componen el sistema celular, con una membrana estructuralmente compleja, un núcleo altamente especializado, una serie de orgánulos igualmente complejos como lisosomas, mitocondrias o el singular Aparato de Golgi, etc., que realizan todos de manera individual y en conjunto una intrincada actividad que tiene por objeto generar la energía necesaria para sostener la vida y a su vez mantener los mecanismos necesarios para la reproducción, es de poca inteligencia pretender que tal nivel de complejidad y especialización sea resultado del azar o de una generación espontánea en un caldo primordial primitivo. 

Que condiciones ambientales o atmosféricas en concilio con elementos orgánicos existentes dieron por resultado la aparición azarosa de la primera célula u organismo vivo, del que a su vez se desprendió toda la inmensa diversidad de la vida en la forma de innumerables especies de clases, ordenes, géneros y especies distintas como las que actualmente se conocen, es sencillamente caer en un infantilismo irreflexivo incapaz de reconocer y asumir lo evidente: la estructuración de los sistemas complejos, uno de los cuales es la célula, denuncia a todas luces la obra acabada de un Magnífico Hacedor. No se puede asumir objetivamente que tal nivel de complejidad es resultado de una organización espontánea o azarosa. 

Quizás la mentalidad que anima hoy en día a muchos científicos en su afán por explicar el origen de los sistemas complejos que se observan en el mundo natural y en especial el origen de la vida, no sea en mucho diferente a la que se aprecia en la mentalidad de Calvin, el personaje de la tira cómica de Bill Wasterson y que aparece con regularidad en algunos periódicos del mundo. Calvin es un niño inquieto y aventurero que vive su mundo en compañía de su amigo imaginario Hobbes (el tigre), con quien sin más viaja a través del tiempo, vuela por el espacio con la ayuda de un paraguas o bien montado en una caja de cartón, se interna en el mundo submarino sin el correspondiente tubo de oxígeno o bien se convierte en un invencible héroe. 

En otras palabras, Calvin no asume dentro de su realidad, la complejidad de los elementos que lo rodean y que componen su agitada y entretenida vida, en su imaginación de niño, las cosas son increíblemente simples, al punto de que se ve a sí mismo, viajando a otros mundos o realizando cosas imposibles desde el punto de vista físico, biológico o químico. Se le disculpa porque es un niño y es feliz en su mundo de fantasía, además porque es muy entretenido y siempre será agradable leer sus singulares aventuras y diálogos con su incondicional amigo el tigre. Pero, ¿qué podemos decir de los hombres de ciencia de hoy? ¿Podemos aceptar que en su mentalidad sean como Calvin? Evidentemente que no. Esperamos mejores cosas de quienes aseguran poseer un criterio o formación "científica", de donde los sistemas y los mecanismos que buscan explicarlos no pueden concebirse en el ámbito de lo irracional o fantástico. 

Calvin y su inseparable amigo el tigre Hobbes viven al margen de la realidad protagonizando aventuras increíbles e imposibles dentro del mundo natural.

Que la organización celular con todos los elementos que la componen y la intrincada especialización que en ella se observa ha llegado sin más al campo de la existencia, sólo como resultado de la organización azarosa de moléculas y grupos moleculares en concomitancia con condiciones atmosféricas o ambientales específicas, no puede ser aceptado de una manera tan simplista como se pretende, de donde se desprende que la sola razón nos invita a buscar una explicación fuera del ámbito de la fantasía o irreal y con firme asiento en una explicación inteligente y bien pensada. 

La situación es tal, que con relación a la teoría que pretende explicar el origen de la vida y más específicamente de la organización celular como resultado de un accidente casual, un reconocido científico partidario de ella recomienda en el prólogo de su libro: "Este libro debe leerse casi como si fuera ciencia ficción." [2] 

De hecho, la organización y función celular es tan increíblemente compleja, que pocas personas, pudieran decir que en verdad pueden comprenderla y explicarla y quienes pudieran positivamente hacer tal cosa, no pudieran concebirlo sin antes obtener un doctorado en Bioquímica en alguna universidad de prestigio. 

Frente a lo anterior, queda pendiente la pregunta: ¿Cómo algo tan complejo pudo ser el resultado de un accidente o casualidad en el mundo natural? Una célula viva es enormemente compleja. Los libros o compendios que a su vez buscan explicar la organización o función celular son en su lenguaje y afán explicativo tan complejos, que difícilmente una persona sin preparación pudiera leerlos con algún provecho.

Según una afamada revista de ciencias, las instrucciones que contiene el ADN de la célula son tantas, que si se pusieran por escrito, llenarían sin más mil libros de 600 páginas cada uno. ¿Qué podemos decir de todo esto? Sencillamente, que la enorme complejidad de la vida no hace sino indicar claramente a nuestros sentidos la existencia de un Magnífico Hacedor y quien por su maravillosa agencia intervino en la existencia de todas las cosas. 

Concebir que una célula no es sino el resultado de un accidente molecular al amparo de una atmósfera especialmente favorable, equivale a pensar que de una cantidad de partes y elementos de plástico, metal u otro, dispersados libremente en el océano pudiera, con la colaboración de un tiempo de millones de años, llegar a formarse una computadora de alta y compleja tecnología. Pensar así, es negarse a pensar o ser realistas. Queriendo el hombre descartar la intervención de Dios con relación a la existencia de todas las cosas, ha elaborado teorías e hipótesis absurdas para explicar el origen de la vida, la evolución de las especies o la misma existencia del hombre. 

Sobre el particular, el afamado evolucionista Michael Denton, admitiendo lo evidente, declara lo siguiente: 

"La complejidad del tipo de célula más sencilla conocido es tan grande que es imposible aceptar que tal objeto pudiera haber sido hecho a toda prisa por algún tipo de evento enormemente improbable y anormal. Tal acontecimiento sería imposible de distinguir de un milagro." [3] 

¿Podría decirse con propiedad que el origen de la vida es una consecuencia de la química orgánica en condiciones atmosféricas favorables? El astrónomo Fred Hoyle piensa decididamente que no: “La idea de que el programa operativo de una célula viva pudiera conformarse por casualidad en una sopa primordial aquí en la tierra es evidentemente de lo más absurdo.” [4] 

De igual manera piensa otro científico, el Dr. Wilder Smith: 

"Como científico, estoy convencido que la química de la célula por sí sola no basta para explicar su funcionamiento, aunque funcione de forma química. Los mecanismos químicos de la célula son controlados por información que no reside en los átomos y moléculas de dicha célula. 

Existe un autor que trasciende la materia de la cual éstas hebras están hechas. Primero que nada, el autor concibió la información necesaria para crear una célula, luego la escribió, y luego la fijó en un mecanismo que pudiera leerla y llevarla a cabo en la práctica, para que así la célula se formara a sí misma a partir de la información." [5] 

Con mucha razón escribió el salmista: "Dijo el necio en su corazón: No hay Dios." [Salmo 15:1] No se puede negar la existencia de Dios atestiguada por la enorme complejidad de los sistemas vivos. La agencia de Dios en la existencia de todas las cosas se deja ver invariablemente en la complejidad de una simple célula, cuya intrincada elaboración escapa al control y entendimiento pleno de los más brillantes hombres de ciencia del mundo de hoy. 

La misma química de la vida a partir de sustancias básicas como el Hidrógeno, el Carbono o el Oxígeno, nos hablan de una complejidad inusitada en su organización, una complejidad que no puede ser atribuida libremente al azar. 

Sobre la increíble complejidad de la vida y su estructura en la concepción de todos los seres vivos, un prestigiado científico expone lo siguiente: 

“La vida tal como la conocemos está basada en la química de un elemento concreto, el carbono: es decir. En la química orgánica y un disolvente concreto, el agua. El carbono es uno de los elementos atómicos más abundantes del Universo. Gracias a sus propiedades, es la fuente de una gran variedad de compuestos distintos, de estabilidad bien adaptada a los mecanismos químicos de la vida. Las moléculas orgánicas poseen, en efecto, unos enlaces lo suficientemente estables como para garantizar la cohesión de su edificio, pero también lo suficientemente inestables como para permitir su participación en los procesos bioquímicos, lo cual es indispensable para la puesta en marcha del metabolismo. Todos los organismos vivos terrestres están formados por los mismos ladrillos, unidos por la misma marca de cemento. Acidos nucleicos y proteínas, la esencia misma de la vida, se forman a partir de un número muy reducido de pequeñas moléculas distintas, unidas entre sí y que se repiten gran número de veces. La información se encuentra en la secuencia, es decir, en el encadenamiento específico de esos ladrillos, de la misma forma que la secuencia de las letras caracteriza una palabra.” [6] 

La vida y más particularmente la célula, desde su mismo origen, proclaman un Diseño Inteligente. Desconocer la necesidad de una mente maestra en la concepción celular no es ni sabio ni inteligente. Sólo una mente en serios problemas puede pretender confiar en el azar como alternativa explicativa que permita concebir el universo, el mundo y la vida que en él se manifiesta. 

La concepción de la vida, la estructura celular y su integración en los sistemas vivos complejos, entidades compuestas a su vez de billones de células organizadas, los llamados organismos pluricelulares (metazoos y fitozoos), no pueden sino impresionar la mente del hombre y llamarlo a meditar en el primigenio origen de todas las cosas. Lea con detención Job 12:7-9. En este sencillo pero profundo pasaje de la Biblia, se deja ver que la complejidad inherente a los organismos vivos, su singular y magistral diseño, su maravillosa adaptación a la necesidad y felicidad de todas las cosas, no puede ser considerado ingenuamente como producto del azar o de un pretendido accidente natural sino como la obra indiscutible de una Creador de todas las cosas. 

[1] Enciclopedia Popular, N°16, Año 2, pág. 15. 

[2] Richard Dawkins, The Selfish Gene, 1976, pág. 16.

[3]Michael Denton, Evolution: A Theory in Crisis (Bethesda, Maryland: Adler and Adler Publishers, 1986), p. 264. 

[4]Fred Hoyle and N. Chandra Wickramasinghe, Evolution from Space (New York: Simon and Schuster, 1981), and "Where Microbes Boldly Went," New Scientist, Vol. 91, No. 1266 (August 13, 1981), pp. 412-415.

[5]Arthur E. Wilder-Smith in Willem J.J. Glashouwer and Paul S. Taylor, The Origin of Life (PO Box 200, Gilbert AZ 85299 USA: Eden Films and Standard Media, 1983) (Creationist motion picture). 

[6] Francois Raulin, “La Aparición de la Vida”, pág. 39

 

CAPÍTULO 7 

¿PUDO SURGIR AL AZAR LA VIDA?

¿Está el evolucionismo en lo correcto? ¿Podrían el tiempo, la casualidad y los procesos químicos naturales haber creado la vida en el principio? Es más: ¿Pudo surgir al azar la vida? 

Muchos científicos en la actualidad piensan que la materia física es la única realidad fundamental y suponen en consecuencia que dicha realidad bajo el influjo de procesos estrictamente naturales originaron el cosmos, incluyendo la vida. Tales personas no aceptan decididamente la existencia de fuerzas espirituales o sobrenaturales actuando sobre la materia. 

Los científicos se interesan especialmente en probar dos cosas: a) que el origen de la vida es simplemente natural y b) que la vida puede ser sintetizada en un laboratorio. 

No obstante lo anterior, las características y la enorme complejidad de los seres vivos no permite pensar seriamente que la vida haya surgido como producto del azar. 

Al respecto, el Dr. Jorge Wald, biólogo de la Universidad de Harvard, Premio Nobel, expresó en el Congreso Internacional sobre el Origen de la Vida, celebrado en Barcelona, España, en junio de 1973 que no es posible explicar la complejidad de la vida existente actualmente o aquella que existió en el pasado al amparo de una generación fortuita producto del azar. 

"Hoy, no poco científicos, al menos entre los occidentales, admiten consecuentemente una tendencia finalista en el desarrollo de las formas. 

Efectivamente, los últimos descubrimientos, de modo particular los realizados en el sector de las estructuras vivientes, van demostrando la existencia de leyes en los fenómenos vitales, donde el simple azar queda excluido, aun por el mismo cálculo de probabilidades." [1] 

Por doquiera se manifiesta una complejidad evidente. De hecho, el concepto de complejidad era uno de los que más desconcierto causaba al propio Darwin, quien ante la increíble complejidad de algunos sistemas componentes de los seres vivos no podía sino admitir una estructuración que parecía ponerse fuera del alcance del azar. 

Desde los inicios de la teoría que procuraba explicar el origen de la vida por medio de mecanismos evolutivos, la presencia de sistemas complejos en la estructura de los seres vivos ha aportado su cuota de dificultad para la aceptación de ella. 

Si bien esto es cierto a nivel de las estructuras moleculares u organización de una simple célula, también el concepto de complejidad se observa a nivel de los sistemas superiores, cuya organización altamente compleja y sofisticada no puede razonablemente ser concebida como resultado de una composición aleatoria de átomos y moléculas que se organizaron espontáneamente producto del azar. No es lógico ni menos científico pensar tal cosa. 

Piense por un momento, ¿cómo pudo haberse formado el ojo? ¿Es sensato pensar que la complejidad del sistema óptico no sólo de los seres humanos sino de todos los seres vivos es consecuencia inequívoca de la casualidad? ¿Pudo el ojo haber evolucionado a partir de organismos más sencillos y en un lento y progresivo proceso de evolución que requirió de millones de años hasta llegar a ser la maravilla de ingeniería óptica que es hoy? Asentir positivamente a tal posibilidad no resulta verdaderamente sensato. No es posible desde el punto de vista de la lógica, que sistemas altamente complejos lleguen al campo de la existencia como resultado del simple azar. 

Ciertamente un científico, que en su afán de explicar el mundo natural, propone que todos los seres vivos, desde la microscópica célula hasta la majestuosa ballena azul, son producto de una inusitada evolución, no aceptaría consecuentemente, que una de aquellas sofisticadas cámaras de filmación que encontramos hoy en día en el mercado, con una tecnología de avanzada y superior diseño, son el resultado de una evolución de millones de años a partir de sólo algunos elementos materiales sencillos.  

¿Cuál de estos elementos piensa Ud. que pudo ser resultado de la casualidad?

La complejidad que sin duda se deja ver en todas las cosas, denuncia la obra de una mente inteligente e inmensamente superior. Por más que algunas personas en su afán por evadir lo obvio, renieguen de lo evidente, a saber que todo en el universo trasunta la obra de un Magnífico Hacedor, la razón apela constantemente a nuestros sentidos invitándonos a aceptar la existencia de Dios. 

Un razonamiento semejante propone el escritor bíblico en Hebreos 3:4, al decir: “Toda casa es edificada de alguno: Más el que crió todas las cosas es Dios.” 

En ocasiones, cuando nos detenemos frente a un imponente edificio o ante una gran construcción arquitectónica, con frecuencia nos preguntamos quién o quiénes habrán intervenido en su construcción.  

Si alguien en respuesta a nuestra inquietud nos dijera que nadie había tomado parte en el diseño y construcción de aquel edificio o de aquella gran construcción arquitectónica, sino que en realidad se presentaron, producto de una sorprendente casualidad, por sí solas en el campo de la existencia ¿sería sensato creer tal cosa?   Alguien definitivamente diría ¡Por supuesto que no!   Cierta vez dijo un escritor bíblico: “Toda casa es edificada de alguno.”   Todo el mundo quizás estará de acuerdo con ese razonamiento. En realidad nada llega a existir por sí mismo, nada se hace solo, todo requiere necesariamente de un “hacedor”, un constructor. 

Ahora bien, cuando observamos las sorprendentes maravillas de la naturaleza o la infinita belleza del vasto universo con sus innumerables cuerpos celestes, ¿no podemos acaso aceptar la conclusión lógica del mismo escritor bíblico que también dice: “el que crió todas las cosas es Dios.” 

Efectivamente, así como un edificio no nace espontáneamente sino que su presencia implica, anterior a él, el trabajo de un constructor, igualmente todo en el universo tiene un Hacedor, nada ha venido al campo de la existencia sin la intervención de un Creador. 

Consideremos el universo con los muchos billones de estrellas que lo componen. Sorprende descubrir que todas aquellas estrellas y planetas, formando sistemas estelares, galaxias, constelaciones, nebulosas, etc. se rigen por leyes que los mantienen en perfecta relación unos con otros. ¿Quién ha establecido esas leyes? Esta es una pregunta que muchas personas sinceras han llegado a formularse alguna vez en la vida. De seguro sería insensato pensar que los miles de millones de estrellas sencillamente se hicieron a sí mismas y que, sin dirección u organización alguna, formaron los grandes sistemas que se mueven con tan maravilloso y perfecto orden. Sencillamente sería imposible el que este universo altamente organizado e infinitamente más complejo que una casa o edificio de hechura humana hubiera surgido espontáneamente por sí mismo, y que no obstante, la propia casa, incomparablemente más sencilla, requiriese necesaria e invariablemente de un hacedor. 

¡Sí! El universo tiene un Hacedor. La primera enseñanza de la Biblia dice así: “En el principio crió Dios los cielos y la tierra” [Génesis 1:1]

El reconocer a Dios como el magnífico Hacedor de todas las cosas es el primer paso para explicarnos razonablemente el origen del universo y el propósito fundamental de la vida del hombre en la tierra. 

Si la construcción de una casa requiere de un hacedor, ¿podemos aceptar que en cambio el universo, que es mucho más complejo, se hizo sólo y sin la intervención de un Gran Hacedor?

 

Sí, la construcción de una casa requiere de un hacedor, ¿podemos aceptar que en cambio el universo, que es mucho más complejo, se hizo sólo y sin la intervención de un Gran Hacedor? 

Un antiguo relato señala que un connotado científico dialogaba sobre la existencia de Dios con un estudiante de teología. El científico sostenía que todo en el universo es resultado de la casualidad y de un lento proceso de evolución. El estudiante de la Biblia por su parte no aceptaba tal planteamiento y argumentaba que Dios es el creador de todas las cosas. La conversación se extendió y finalmente no pudieron llegar a un acuerdo, cada cual permaneció firme en su posición. 

No obstante, acordaron seguir el debate en otro momento y para ello el estudiante de teología sugirió que pudieran continuar la conversación en su casa para lo cual invitó al científico a almorzar. 

El día acordado, el científico llegó a la hora prevista y siendo recibido por su anfitrión pasó al comedor. Mientras el joven teólogo disponía las cosas para el almuerzo, el científico observó que sobre la mesa del comedor y desprendiéndose del techo, se descolgaba un hermoso “móvil” semejando el sistema solar. Confeccionado de un hermoso material y descolgándose de un fino alambre que surgía del techo se balanceaban armónicamente un sol, la luna, los planetas y algunas estrellas. Era en sí un adorno muy bonito y por demás ingenioso. 

Cuando el atento anfitrión volvía al comedor trayendo los platos para el almuerzo, el científico preguntó intrigado inquiriendo quién había hecho el curioso “móvil”. El estudiante de la Biblia le contestó diciendo: ¿Qué pensarías si dijese que nadie hizo el “móvil”, sino que espontáneamente comenzó a surgir del techo y lentamente comenzaron a formarse las figuras de cartón, primero el sol, luego la luna, los planetas y finalmente las estrellas? El científico protestó y le dijo: te diría que estás absolutamente loco, esto no pudiera haberse hecho solo. Aún no terminaba plenamente de decir esto cuando sorprendido por su propio argumento el científico permaneció en silencio uno o dos segundos. Una sonrisa recorrió sus labios y dirigiéndose a su amigo, le dijo humildemente: He comprendido el mensaje, he sido un tonto al dudar de la existencia de Dios. Aquel día ambos amigos almorzaron alegremente, conversaron larga y animadamente y aún la comida tuvo un nuevo sabor. 

El reconocer la existencia de Dios es un paso trascendental en nuestra vida. No obstante, reconocer que existe Dios, nos llama consecuentemente a reconocer que debemos amarle y respetarle. La Biblia nos impele diciendo: “Venid, adoremos y postrémonos, arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.” [Salmo 95:6]   

[1] Sebastián Bartina, S.I., Hacía los Orígenes del Hombre, I, 1. Ed. Garriga. Barcelona 

[2] Elena G. De White, La Educación, pág. 95                              

[3] Elena G. De White, El Camino a Cristo, pág. 60

[4] Idem ant., pág. 1.


 

CAPÍTULO 8
DISEÑO INTELIGENTE

¿Ha notado Ud. la gran variedad de formas, texturas y diseños que se dejan ver en la naturaleza? Desde el variado plumaje de las aves, hasta las manchas del leopardo, las rayas de la cebra o la incomparable belleza de las alas de una mariposa, pasando por la maravillosa diversidad de los peces o la enigmática forma de los insectos, todo en el mundo natural rebosa de complejidad y diseño. 

No se puede mirar una flor sin advertir de manera inmediata que una mente maestra estuvo ocupada en su textura, forma y diseño. Existe una cantidad enorme de especies vegetales que nos encantan con sus formas florales. Todas de distinta estructura, color y aroma. De ser cierta la teoría de la evolución, ¿por qué hubiéramos de observar tal diversidad de formas en el mundo natural? Si el objetivo de la selección natural, postulada como mecanismo de evolución, es promover la supervivencia de los más aptos: ¿que papel juega la belleza en todo esto? 

Si la naturaleza ha evolucionado sin más en el transcurso de cientos de millones de años sin más norte que el azar: ¿de dónde se explica el maravilloso orden que se observa en todas las cosas? 

Donde quiera que se posen nuestros ojos, se puede advertir sin dificultad que los seres vivos rebosan evidencia que denuncia la obra y diseño inteligente de un Superior Hacedor. No hay ser vivo que en su propia estructura y forma de vida no sea un testigo viviente de que hay un Gran Diseñador.

Cuando observamos con detención la naturaleza, podemos descubrir infinitas evidencias de que existe un magnífico Hacedor de todas las cosas. La naturaleza toda testifica del amor de Dios. Cuando contemplamos las maravillas y bellezas de todo lo que existe, nos asombramos con la prodigiosa forma en que todas las cosas están hechas. El diseño y amor de un Creador se distingue invariablemente en la forma, textura y fragancia de una flor, la delicadeza y diseño de un diminuto pájaro o la imponente majestuosidad de los grandes mamíferos. 

Un escritor bíblico nos sugiere diciendo: “En efecto, pregunta ahora a las bestias, que ellas te enseñarán.” [Job 7:12-14] 

Cuando fijamos nuestra vista en el gran número de mamíferos que pueblan nuestro planeta nos llena de asombro la gran cantidad de especies y géneros de animales que existen. Se dice que hay más de 4.000 especies de mamíferos distintos, pasando desde pequeñas criaturas que no miden más que unos centímetros y que escurren diligentemente por los bosques o el enorme elefante que con toda su imponente majestad se pasea tranquilo por las sabanas africanas. 

Que podemos decir de los felinos. Existe una sorprendente variedad de grandes gatos a lo largo del mundo entero. Leones, tigres, panteras, pumas, etc., todos de diversos tamaños y distintos pelajes se pasean raudos por selvas, estepas, sabanas y praderas. Aún dentro de los grandes felinos manchados podemos distinguir diversidad de diseños. No son iguales las manchas de un leopardo al compararlas con las de un guepardo, de un jaguar o de un   ocelote. En todo el mundo animal, es asombrosamente increíble la enorme variedad de diseños que podemos llegar a observar.

“Y las aves de los cielos, que ellas te lo mostrarán.”   Existen innumerables y hermosas aves. Todas de diferentes tamaños y formas. Hay aves de tamaño imponente, como las grandes águilas que surcan los aires a enormes alturas y hay aves de muy pequeño tamaño, como los colibríes que nos alegran con su vuelo danzante y su sin par hermosura mientras incansables buscan el delicioso néctar de las flores. En cada una de ellas, se deja ver una increíble variedad de colorido y diseño, características únicas que no pudieran ser emuladas ni aún por el más sublime arte o talento humano. 

“O habla a la tierra que ella te enseñará.”   Podemos descubrir a Dios en la majestuosidad de las montañas. En el silbido del viento. Podemos descubrir a Dios en la lluvia que cae sobre el campo. En la paz silente de los verdes y profundos bosques. Aún las piedras tienen una historia que contar y que nos habla del Creador. Dios misteriosamente se deja ver en todas las cosas. 

“Los peces de la mar te lo declararán también.” ¿Qué podemos decir de la vida que se despliega en el mar y en los grandes océanos? Quizás por ser la parte de nuestro mundo menos explorada, es ahí donde con mayor asombro podemos descubrir a Dios. Nuestra mente se eclipsa admirando a los millones de peces que pueblan el azul de los mares. Cómo no admirar el maravilloso y sin igual colorido de innumerables y diminutos peces multicolores que alegremente serpentean por las aguas. Sorprendentes cetáceos que nos impresionan con su tamaño. Criaturas de los más diversos colores, tamaños y formas. Toda una vida no bastaría para conocer completamente el bello y misterioso mundo marino. ¿Qué diremos de las grandes profundidades abisales que superan los 2.000 metros? En lugares profundos existen peces sorprendentes que generan su propia luz y que poseen las más diversas y fantásticas formas. Efectivamente, el mar tiene mucho que declararnos de Dios. 

“¿Qué cosa de todas estas no entiende que la mano de Jehová la hizo? Cuando admiramos la sorprendente belleza de todas las cosas, no podemos dejar de admitir que todo obedece a un magnífico diseño y superior propósito. Todo en la naturaleza proclama alegremente a un Hacedor o como dice una autora: “En todas las cosas creadas se ve el sello de la Divinidad. La naturaleza da testimonio de Dios.” [2] 

La misma autora refirió lo siguiente: “La naturaleza habla sin cesar a nuestros sentidos. El corazón que está preparado quedará impresionado por El amor y la gloria de Dios tal como se revelan en la obra de sus manos. El oído atento puede escuchar y entender las comunicaciones de Dios por las cosas de la naturaleza. Los verdes campos, los elevados árboles, los capullos y las flores, la nubecilla que pasa, la lluvia que cae, el arroyo que murmura, las glorias de los cielos, hablan a nuestro corazón y nos invitan a conocer a Aquel que lo hizo todo.” [3] 

“Mira las maravillas y bellezas de la naturaleza. Piensa en su prodigiosa adaptación a las necesidades y a la felicidad , no solamente del hombre, sino de todas las criaturas vivientes. El sol y la lluvia que alegran y refrescan la tierra; los montes, los mares y los valles, todos nos hablan del amor del Creador.” [4] 

No es posible proponer, como pretenden algunos “científicos”, que el universo y todo lo que él comprende, es el resultado de una incomprensible casualidad. El diseño y la forma en que están hechas todas las cosas apela a nuestros sentidos y nos invita a aceptar lo que es evidente, hay un Magnífico Hacedor de todas las cosas y ese Hacedor es Dios. 

El escritor bíblico nos invita diciendo: “Reconoced que Jehová él es Dios, el nos hizo y no nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos y ovejas de su prado.” [Salmo 100:3]

La razón nos llama a aceptar la existencia de Dios. Estudiando con detención las cosas creadas no podemos menos que hacer nuestro el apelo: “Reconozca que hay un Dios”. Aún por medio de inquirir en nuestra maravillosa constitución física como seres humanos se ha de sentir el llamado a reconocer respecto a Dios: “el nos hizo y no nosotros a nosotros mismos.” No somos producto de una singular evolución de millones de años sino fruto de un acto creador de Dios. Somos fruto del pensamiento de Dios. Siendo Dios nuestro Creador, se constituye por derecho en nuestro legítimo Soberano y benévolo protector. Siendo los hombres creados por el mismo y único Dios, están llamados a ser su pueblo y a vivir fraternalmente como hermanos mirando a él como a un Pastor y viviendo a la luz de su rostro como “ovejas de su prado”. 

[1] Arthur E. Wilder-Smith, The Natural Sciences Know Nothing of Evolution (Santee, California: Master Books, 1981),  pág. 4. 

[2] Salvador de Madariaga, Dios y los Españoles, pág. 37. Edición Planeta. Barcelona, 1975.

  

CONCLUSIÓN

La gran interrogante sobre el origen de la vida parece no arrojar más que una respuesta. Desde todo punto de vista y al rastrear la aparición de la vida sobre la Tierra, la razón nos encamina de la mano de un Magnífico Hacedor. 

Durante toda la historia humana nunca se ha podido probar que un ser vivo haya sido producido a partir de otra cosa que no sea otro ser viviente. 

Hasta aquí la teoría de la evolución no ha aportado una explicación científica consistente y creíble acerca del origen de la vida y de la existencia de sistemas tan complejos como el ADN, el ojo, el cerebro u otros muchos sistemas que evidencian un Superior Diseño. 

Es prematuro para la ciencia, en una época de constantes cambios y de teorías e hipótesis sin verificar, decir que el problema del origen de la vida está siquiera cercano a ser resuelto dentro de un contexto de fenómenos estrictamente naturales. 

No hay prueba o evidencia alguna que permita concluir con certeza que la vida surgió o podría surgir alguna vez a partir de materia inerte o como resultado de la simple casualidad. 

Hasta aquí, aún sigue plenamente vigente, por más que a muchos les pese, que el origen de la vida no obedece a improbables procesos de evolución orgánica o química sino a un acto espontáneo de creación. La Biblia no ha perdido vigencia al decir sobre Dios: “Por que él dijo, y fue hecho. El mandó, y existió.” [Salmo 33:9]  


Artículo de lectura:
http://universitam.com/academicos/noticias/se-derrumba-la-teoria-de-la-sopa-primordial-como-origen-de-la-vida-y-se-fortalece-el-origen-hidrotermal/

 
 
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