FUENTE: Diario Las Últimas Noticias, 24/11/2016
Schnier, el protagonista de una novela de Heinrich Boll, decía: "Los ateos me aburren porque se pasan la vida hablando de Dios." (Boll, Heinrich. Opiniones de un payaso. Obras completas, t. 2, Seix Barral, Barcelona, 1987, p. 301)
Una vez más el ateísmo y la religión se enfrentan en el Parlamento de Chile. Durante una reunión de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados de Chile, la parlamentaria comunista Sra. Camila Vallejo, de reconocida tendencia atea, sacó una Biblia y leyendo el tercero de los Diez Mandamientos: "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano, porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano" (Exodo 20:7) pretendió argumentar que al obligarla a abrir la sesión del parlamento "en el nombre de Dios y de la Patria", tal como exige el protocolo para estas ocasiones, se le está obligando a transgredir esta misma ley y tomar en vano el nombre de Dios.
Lo propuesto en esta argumentación, trasluce un gran desconocimiento de lo que enseña la Biblia y de su significado, ya que el tercero de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios busca que los cristianos "a través de nuestra vida y carácter representemos la vida y el carácter de Dios." (DMJ 92) El profesar la vida cristiana y sin embargo no vivir a la altura de la profesión de fe, implica tomar en vano el nombre de Dios y provocar que el nombre de Dios sea blasfemado entre aquellos que no conocen a Dios. (Lea con detención Romanos 2:17-24).
El apóstol Pablo escribió lo siguiente: "Porque todos los que sin ley pecaron, sin ley también perecerán, y todos los que en la ley pecaron, por la ley serán juzgados." (Romanos 2: 12)
Este texto bíblico presenta dos tipos de personas: 1) "todos los que sin ley pecaron" y que "sin ley también perecerán" y 2) "todos los que en la ley pecaron" y que "por la ley serán juzgados".
Las personas ateas y no creyentes en general pertenecen al primer tipo de personas "todos los que sin ley pecaron" y que en esa condición de vivir "sin ley", como consecuencia "sin ley también perecerán". Estas personas no son juzgadas por su conocimiento y práctica de la ley de Dios, sino porque se negaron a conocer y prácticar esa ley.
El segundo tipo de personas, corresponde a aquellos que profesando conocer y practicar la voluntad de Dios: "todos los que en la ley pecaron", serán juzgados por aquella misma ley que manifestaron conocer y practicar, a saber "por la ley serán juzgados".
Aquellos que viven "sin ley" refiere a personas que en sus vidas no reconocen a Dios y que en la Biblia son llamados "gentiles, que no tienen ley" (Romanos 2:14) o "los que son sin ley" (1 Corintios 9:21). El caso es que estas personas, han elegido vivir sin ley y sin Dios, no serán juzgados por su conocimiento y práctica de la ley de Dios, sino porque se negaron a relacionarse con esa ley, en consecuencia "sin ley también perecerán". Alguien preguntará: ¿Por qué Dios no acepta a personas que no lo buscan como Dios? Por la misma razón que la sociedad no acepta a aquellas personas que se rehusan a vivir de acuerdo a las normas de la sociedad. La sociedad persigue y castiga a los asesinos, ladrones, estafadores, sinverguenzas, violadores y narcotraficantes, sencillamente porque se rehusan a vivir de acuerdo a las normas que la sociedad establece como mínimas para una sana convivencia. De la misma manera, Dios enseña que no aceptará a personas que no desean vivir ordenadamente según sus normas (1 Corintios 6:9-10).
¿Qué significa vivir una vida sin ley? El apóstol Pablo indica su propia experiencia: "Así que, yo sin la ley vivía por algún tiempo: mas venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí" (Romanos 7:9)
¿Por qué el apóstol Pablo dice: "yo sin la ley vivía"? ¿Significa eso que el no sabía que existían los Diez Mandamientos? No, de ninguna manera. El apóstol era judío, hijo de judíos y una persona educada en los mejores centros educativos de Israel, por tanto él desde niño conoció los Diez Mandamientos, sin embargo no los guardaba ni tomaba conciencia de la importancia vital de ellos en la vida cristiana aunque él se consideraba a sí mismo "irreprensible ante la ley". Pablo no era una buena persona antes de aceptar la ley de Dios en su corazón (lea el testimonio de su propia historia en Los Hechos 22:19-20, 26:4-5; Filipenses 3:5-6). Sin embargo, el mismo indica: "más venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí". Cuando el apóstol Pablo tomó conciencia de la importancia de los Diez Mandamientos en la vida de una persona cristiana, la ley ante la cual él se consideraba "irreprensible" reavivó su conciencia y él se sintió morir delante de Dios, porque reconoció que "la paga del pecado es muerte", aunque también reconoció que "la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús" (Romanos 6:23) y entonces se hizo cristiano y comenzó a vivir en la ley, de acuerdo a los Diez Mandamientos.
Una vez más, la Biblia aclara: "Empero sabemos que todo lo que la ley dice, a los que están en la ley lo dice, para que toda boca se tape y que todo el mundo se sujete a Dios." (Romanos 3:19)
Todo el mundo está llamado a guardar los Diez Mandamientos y vivir una vida sana, en paz y armonía con todos los demás. La Biblia anima a las personas a guardar los Diez Mandamientos. El apóstol Santiago exhorta: "Mas sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno oye la palabra, y no la pone por obra, este tal es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se consideró a sí mismo, y se fué, y luego se olvidó que tal era. Mas el que hubiere mirado atentamente en la perfecta ley, que es la de la libertad, y perseverado en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacerdor de la obra, este tal será bienaventurado en su hecho." (Santiago 1:22-25).
El apóstol Pablo agrega: "Porque no los oidores de la ley son justos para con Dios, mas los hacedores de la ley serán justificados. Porque los Gentiles que no tienen ley, naturalmente haciendo lo que es de la ley, los tales, aunque no tengan ley, ellos son ley a sí mismos. Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio juntamente sus conciencias, y acusándose y también excusándose sus pensamientos unos con otros." (Romanos 2:13-15)
¿Por qué decimos que la ley de Dios es buena y que quienes viven "sin ley" se privan de sus beneficios? Porque la obediencia nos aporta libertad. Los Diez Mandamientos son una ley que requiere obediencia, como toda ley. Sin embargo, es llamada "la perfecta ley, que es la de la libertad".
Piense en esto: ¿En la sociedad quienes están libres los que obedecen las leyes de la sociedad o quienes las infringen? Los que las obedecen. Las personas que no se atienen a las leyes de la sociedad están en las cárceles. Siendo así, la ley a través de la obediencia nos aporta libertad porque nos permite disfrutar libremente de un sistema jurídico y social establecido.
Cuando las personas se detienen a pensar un poco en esto y reflexionan sobre los beneficios de la ley de Dios, se cumple el propósito divino: "La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma" (Salmo 19:7 Versión Reina - Valera 1960).
Los cristianos estamos llamados a respetar a todos las personas, sean creyentes o no y en esto debemos ser rigurosos. Debemos respetar a todas las personas indistintamente de sus creencias religiosas o aún de su manifiesta falta de religión. Sin embargo, también estamos en derecho de exigir el mismo respeto hacia nosotros. Ahora bien, sabiendo que la gente atea en su mayoría manifiesta actitudes como las que se discuten en este artículo, se hace claro que debemos hacernos parte de lo que una vez dijo Jesús: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen." (Lucas 23:34)