MUNDO Y RELIGION - M&R
   
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  ¿Fue Jesús un hombre machista?
 


En el Nuevo Testamento y especialmente en los Evangelios, encontramos un buen número de diálogos y eventos que ilustran lo que Jesús hacía, decía y pensaba respecto de la mujer en los días del Siglo I de nuestra era.

En los días de Jesús, el rol y la actividad de la mujer estaba relegado a la vida hogareña y sus trabajos. A la mujer no se le enseñaba a leer y no se le consideraba en la educación ni en la enseñanza teológica. En cuanto a estatus, la mujer era considerada como algo poco más que una propiedad de su padre o su marido. Exceptuando casos particulares, no podía heredar, ni tampoco tenía la potestad de divorciarse (aunque en la realidad, podía generar la situación propicia para que su marido se divorciara de ella).

En los días de Cristo, la mujer no podía salir de casa sino cuando era estrictamente necesario. Cuando salía, debía usar velo y evitar ser mirada y entrar en contacto con los hombres. En muchos casos, la mujer no podía salir del hogar sin el permiso de su marido y durante todo el trayecto que realizaba fuera del hogar no le estaba permitido conversar con algún hombre. Si era soltera, no era bien visto que se detuviera a conversar con algún hombre en el camino. La mujer no podía participar en las fiestas religiosas y tampoco era considerada testigo válido en un juicio. 

De hecho, la enseñanza de Flavio Josefo, un gran pensador de la época, era que: 
“la mujer es inferior al varón en todo” (Flavio JosefoContra Apión II, 201).

El propio Talmud, una tradicional interpretación de la religiosidad judía decía: “Dichoso del que tiene hijos varones, y desdichado del que tiene mujeres”. Una hija, constituía así una carga para algunos padres ya que tenían que encontrarle cónyuge, y al no tener acceso al trabajo y los recursos, ya que tampoco heredaban, no podían contar con el cuidado de las hijas en su vejez.

Si bien Jesús nunca declaró algo en contra del machismo imperante en su época, en los Evangelios es posible pesquisar detenidamente la relación que él mantenía con la mujer en la sociedad. 

Jesús se adelantó a su época, ya que hace casi dos mil años atrás, él mantenía una posición de reconocimiento de igualdad de la mujer frente al varón. No se dejó llevar por los prejuicios y costumbres de su época y siempre se inclinó por hacer lo que era justo, más allá de lo que pudieran opinar o decir sus contemporáneos. 

Las mujeres siempre acompañaron a Jesús durante su vida pública. Conversaba con ellas en público. No las discriminó en sus milagros. Jesús en reiteradas ocasiones reconoció en las mujeres ejemplos positivos. Se atrevió, sin miedo y más allá de los prejuicios, a conversar con mujeres extranjeras e incluso con mujeres consideradas enemigas. No tuvo reparos en hablar y tratar con mujeres de mala reputación. Nunca ocultó su profunda amistad con varias mujeres que no sólo eran sus discípulas fieles sino además buenas amigas, entre las que se contaban María Magdalena, Marta y María hermanas de Lázaro, María mujer de Cleofás, Salomé, Juana, etc. Ellas fueron además quienes le acompañaron en la cruz.

Si bien, quienes escribieron sobre la vida de Jesús eran personas machistas, de acuerdo a la costumbre de la sociedad de aquel tiempo, es posible leer entre líneas la calidad de la relación de Jesús con las mujeres de su época.
 
JESUS Y LA MUJER SAMARITANA
Juan 4:1-43

Uno de los pasajes que mejor nos ilustra respecto de la posición de Jesús respecto de la mujer en sus días es aquel que nos habla de su encuentro con la mujer samaritana.

Primero, Jesús no se deja influenciar por las costumbres y prejuicios de su época. De hecho, la actitud desprejuicida de Jesús llama poderosamente la atención de la propia mujer samaritana, quién le dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos." (Juan 4:9).

"Los judíos y los samaritanos eran acérrimos enemigos, y en cuanto les era posible, evitaban todo trato unos con otros. Los rabinos tenían por lícito el negociar con los samaritanos en caso de necesidad; pero condenaban todo trato social con ellos. Un judío no debía pedir nada prestado a un samaritano, ni aun un bocado de pan o un vaso de agua." (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 164)

"Jesús había empezado a derribar el muro de separación existente entre judíos y gentiles, y a predicar la salvación al mundo. Aunque era judío, trataba libremente con los samaritanos, y anulaba así las costumbres farisaicas de su nación. Frente a sus prejuicios, aceptaba la hospitalidad de este pueblo despreciado. Dormía bajo sus techos, comía en sus mesas, participando de los alimentos preparados y servidos por sus manos, enseñaba en sus calles; y lo trataba con la mayor bondad y cortesía." (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 174)

Por otra parte, Jesús no sólo habló con una mujer en público, cosa que estaba prohibida en su época, sino que además habló largamente con ella. Las actitudes conservadoras y el contexto cultural de la relación del hombre con la mujer en los días de Cristo se deja ver por un simple comentario en el evangelio de Juan, respecto del encuentro entre Jesús y la mujer samaritana en el pozo y en que los discípulos: “Se admiraron de que hablaba con una mujer” (Juan 4:27). 

En contraste a las normas culturales de la época, Jesús solía enseñar verdades teológicas a mujeres. De hecho, a la única persona a la que Jesús se da a conocer directamente como el Cristo, es a una mujer, la mujer samaritana (Juan 4:25-26). 

Efectivamente, el detalle quizás más admirable del diálogo de Jesús con la mujer samaritana, es que la única vez que Jesús declaró abiertamente ser el Mesías, fue en una declaración a una mujer (Juan 4:25). Si bien muchas veces, los hombres le preguntaron a Jesús si era él el Cristo, el rehusó contestar o evadió la respuesta a la pregunta. Sin embargo, fue a una mujer humilde de Samaría a quien Jesús hizo la más sorprendente revelación al decirle respecto del Mesías prometido: "yo soy, que hablo contigo". Esta gran e importante verdad, Jesús ni siquiera la reveló directamente bajo juramento, tal como se deja ver en Mateo 26:63-64. Sin embargo, Jesús reveló la verdad a una mujer. La verdad que esperaba Israel y que podía haber sido revelada y dada a conocer a los grandes líderes del pueblo o a ilustres pensadores de su época, fue revelada sin embargo, a una humilde y sencilla mujer de Samaria. De esta manera, Jesús no sólo deja ver que consideraba plenamente a la mujer, en igualdad de condiciones que el hombre, sino que la considera además depositaria, al igual que los hombres, de las grandes y reveladoras verdades de Dios, sin distinción de ninguna clase.



El relato del diálogo de Jesús con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob
ilustra la forma de actuar y el pensamiento de Jesús sobre la mujer

 
 
JESÚS Y LA MUJER PECADORA
 Mateo 26:6-13; Marcos 14:1-9; Lucas 7:36-50

Un relato que está cargado de significado es aquel que nos habla del encuentro de Jesús con la mujer pecadora en casa de Simón el Fariseo. Aunque la mayoría de los evangelistas no identifican a esta mujer, razón por la que es mejor conocida como "la mujer pecadora", Juan en cambio, la identifica como María, la hermana de Lázaro y Marta (Juan 11:1-2).

La mujer pecadora era una mujer rechazada por los religiosos de su época. No sólo no le daban  ninguna importancia en la economía religiosa de Israel por el sólo hecho de ser mujer, sino que además la rechazaban profundamente por ser una gran pecadora. 

Sin embargo, Jesús no rechazaba a nadie por el sólo hecho de ser mujer, y tampoco por la realidad de ser una mujer pecadora. Jesús dijo: "al que a mi viene, no le echo fuera" (Juan 6:37). Con estas palabras, Jesús deja ver su disposición hacia todo aquel que busque la salvación, sin distintición de sexo, clase social o condición moral.

Jesús trató a las mujeres de manera diferente a cómo hacían los hombres de su época. Jesús trataba con amor a todas las personas, indistintamente de cuál fuera la condición moral de esas personas. Jesús amaba a las personas, aunque no compartiera ni estuviera de acuerdo con sus prácticas. Jesús amaba a los pecadores, pero no compartía con sus pecados.

La "mujer pecadora", oye que Jesús estaba de visita en casa del fariseo Simón. Sabía que Jesús, no rehusaba tratar con los llamados "pecadores" (Lea Lucas 5:32).

La costumbre de la época no era benevolente con la mujer en la sociedad y mucho menos si era una mujer considerada de suyo indigna, por ser pecadora. Esto queda manifiesto en el pensamiento del fariseo, que decía: "Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora" (Lucas 7:39). Sin embargo, Jesús hacía suya la propuesta y promesa de Dios a los pecadores según Isaías 1:16-18.


En su trato con la mujer pecadora de Bethania
Jesús demostró que valora a la mujer no importando si es pecadora

 JESÚS Y LA MUJER ADÚLTERA
Juan 8:1-10

En los días de Jesús, la mayoría de los judíos asumía prejuiciosamente un concepto equivocado del adulterio. Se destacaba la infidelidad de las mujeres, no así de los hombres.

Note que en el relato, se dice que la mujer fue sorprendida en el acto mismo adulterando (Juan 8:4). La pregunta es: ¿Por qué no trajeron también al hombre que estaba con ella? La ley decía que ambos debían ser castigados (Vea Levítico 20:10; Deuteronomio 22:22). Sin embargo, frente a la inmoralidad sexual, la sociedad hacía responsable a la mujer y liberaba al hombre de culpa. Esto en realidad era muy injusto. En su ceguedad machista, la declaración de los inquisidores fue: "la ley de Moisés nos mandó apedrear a las tales" (Juan 8:5). ¿Era eso lo que instruía la ley de Moisés? ¿Acaso no decía la ley: "se hará morir al adúltero y a la adúltera" y también: "entrambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer, así quitarás el mal de Israel"? Sin embargo, el machismo de sus corazones, no sólo no les permitía ver a estos líderes la realidad de la justicia de Dios, sino que modificaban la ley a su antojo y la interpretaban a su manera.
 
Jesús sabía que los hombres que trajeron a la mujer adúltera delante de él, la traían no porque fueran custodios de la moral de su tiempo, ya que ellos mismos eran inmorales, sino porque en su interior aborrecían a la mujer, por el sólo hecho de ser mujer y al sorprenderla en el mismo acto del adulterio, la consideraban indigna de continuar viviendo en la sociedad. Sin embargo, dejaron ir al hombre y su presencia desaparece del evento.

Jesús no estaba de acuerdo con la interpretación machista que daba el pueblo a la ley. Los rabinos y los fariseos, usaban el caso de la mujer adúltera para tender una trampa a Jesús. Sí Jesús liberaba a la mujer del castigo, invalidaba la ley de Dios. Si por otra parte, aplicaba la sentencia que demandaba la ley, se hacía culpable de sedición frente al Imperio Romano, ya que Israel estaba impedido de aplicar la pena de muerte y para ello, debía solicitar una sentencia romana (Juan 18:31). Jesús, de acuerdo a sus propias palabras en el Sermón del Monte, había venido para cumplir la ley y no para abrogarla, de manera que estaba en una encrucijada.

No obstante, Jesús confirmó la ley de Dios al pronunciar la sentencia: "el que de vosotros esté sin pecado lance la piedra el primero". Sin embargo, al requerir que los ejecutores fuera idóneos moralmente para aplicar la sentencia, anuló la intención de ellos.

Jesús actúo con misericordia frente a la mujer cuando dijo: "ni yo te condeno". Más allá de eso, Jesús le habló seriamente pero con ternura a la mujer cuando dijo: "Vete, y no peques más."

Jesús no interpretaba la ley de manera machista
como hacían los líderes religiosos de su época

JESÚS Y MARÍA MAGDALENA
Marcos 16:9

Otro suceso notable que ilustra la posición de Jesús frente a la mujer de su época es lo acontecido en ocasión de su resurrección.

Jesús pudiera haberse manifestado después de su resurrección al apóstol Pedro, de quien se cree era una de sus más fervientes discípulos. Quizás manifestarse a Juan, de quien se dice era su discípulo amado. O bien esperar a manifestarse ante los once cuando estuvieran reunidos en pleno, como efectivamente hizo más tarde. O bien manifestarse a una multitud, como también hizo posteriormente.

Sin embargo, la primera vez que Jesús se manifestó después de su resurrección, fue a una mujer, a María Magdalena (Marcos 16:9). 

Una mujer, fue escogida para ver a Jesús por primera vez resucitado y saliendo victorioso de la muerte después de la crucifixión.

JESÚS Y MARÍA SU DISCÍPULA
Lucas 10:38-42

En Lucas 10:39 leemos acerca de María, la hermana de Lazaro, que se sienta a los pies de Jesús y participa en el estudio de la Biblia, para el disgusto de su hermana Marta. La frase “sentándose a los pies de” es la misma utilizada en Hechos 22:3 donde Pablo describe su aprendizaje teológico bajo la enseñanza de Gamaliel.  La implicancia de esta comparación, es que María es reconocida por Jesús como digna de la instrucción teológica, lo cual no era aceptable en aquellos días. 

 
Los rabinos de la época de Jesús, promovían un sistema que mantenía a las mujeres en la ignorancia. Se consideraba que la mujer no debía recibir instrucción por cuanto su deber, según ellos, estaba en la casa realizando las tareas domésticas y para eso no necesitaba saber leer y escribir. No obstante, la misma sociedad indicaba que mantener a un hijo varón en la ignorancia era pecado. En contraste a este prejuicio tan injusto, Jesús dedicó tiempo a enseñar la verdad  a las mujeres y conversando con ellas, las animaba a expresar lo que pensaban y a dar a conocer sus opiniones. Además, por sus palabras demostró que la mujer no estaba relegada a la cocina, algo que incluso las propias mujeres de su época tenían como de suyo asumido e indicó que la mujer de manera importante, debía también recibir instrucción religiosa, indicando incluso, que esto última era más importante que lo otro. Jesús demostró su pensamiento al no negar a María la oportunidad de aprender (Lucas 10:38-42). Y las respuestas bien pensadas que Marta, la hermana de María, dio a Jesús tras la muerte de Lázaro revelan que ella también había recibido conocimiento de las enseñanzas de Jesús (Juan 11:21-27).

JESÚS TENÍA MUCHAS DISCÍPULAS

A pesar de que Jesús vivía en una cultura en que la idea de mujeres que viajan junto a un grupo de hombre con el estatus de discípulas era seriamente custionable, el tenía discípulas. Jesús tenía muchas mujeres como discípulas incluidas en su círculo más cecano y que formaban parte del grupo que acompañaba al Cristo (Mateo 27:55-56; Lucas 23:55; 24:10; Juan 19:25). Con todo esto, Jesús mostró que el hombre y la mujer tienen un papel igualitario en la difusión del Evangelio.

En hecho, el más exitoso evangelista es mujer según Juan 4:28-30, 39-40. Mientras todos los discípulos varones abandonaron a Jesús durante la crucifixión y posterior muerte en la cruz, la Biblia relata que las mujeres siempre estuvieron con él (Mateo 27:55-56; Lucas 23:55; 24:10; Juan 19:25). Los primeros testigos de la resurrección de Jesús fueron mujeres (Mateo 28:1, 5-10). 

OTROS ASPECTOS DEL PENSAMIENTO DE JESÚS
SOBRE LA SITUACIÓN DE LA MUJER DE SU ÉPOCA

- Jesús y el valor de la mujer como persona

A pesar de que en sú época era más valorada la vida de un hombre que la de una mujer, Jesús demostró valorar tanto la vida de una niña como la de un niño. Tal como resucitó al hijo de la viuda de Naín, resucitó igualmente a la hija de Jairo (Marcos 5:35, 41, 42; Lucas 7:11-15). En otra ocasión curó a una mujer que sufría debido a “un espíritu de debilidad desde hacía dieciocho años”. Hasta la llamó “hija de Abrahán”, una expresión casi desconocida en los escritos judaicos, con ,lo cual también asignó un lugar de igualdad a la mujer en el plano religioso (Lucas 13:10-16). Con esta forma digna y cariñosa Jesús demostró que, además de reconocer a las mujeres como miembros plenos de la sociedad, respetaba la fe de ellas (Lucas 19:9; Gálatas 3:7).


- Jesús y el valor de la mujer como testigo (Mateo 28:1, 8-10).

En los tribunales judíos, el testimonio de una mujer no tenía valor. De hecho, durante el Siglo I el historiador Josefo decía: “No valdrá el testimonio de mujeres por la frivolidad y temeridad propias de su sexo”.

Jesús pensaba y obraba de manera muy diferente. Él eligió a mujeres para que anunciaran su resurrección (Mateo 28:1, 8-10).  Al escoger como primeros testigos de su resurrección a unas mujeres, Jesús mostró que las consideraba dignas de ser sus testigos de tan importante suceso y con ello mostró también que él las escogía como testigos ante sus popios discípulos (Hechos 1:8, 14).

- Jesús, la mujer y el matrimonio (Mateo 19:4-6).

En cuanto a las relaciones de Jesús con las mujeres, hay que destacar que contrariamente a lo que pensaban sus discípulos respecto a la supremacía del hombre sobre la mujer, Jesús nunca habló ni se refirió en esos términos. Su posición al respecto, se puede apreciar entre otras cosas, cuando el habla del matrimonio, en que define en la unión de pareja, entre un hombre y una mujer, ambos llegan a ser "una sola carne”, en términos de igualdad y libertad.

La expresión "una sola carne" que es usada por primera vez en Génesis 2:24 y que es referenciada por Jesús en Mateo 19:4-6 trasluce el mismo sentido de Juan 10:30 en que se dice: "Yo y el Padre una cosa somos".

En el texto griego según The Greek Bible señala para Mateo 19:5: καὶ ἔσονται οἱ δύο εἰς σάρκα μίαν que traducido es: "y los dos llegarán a ser una carne" dejando ver que dos personas entran en una asociación matrimonial en que ambos comparten un sentimiento, un propósito, una misma naturaleza como parte de esta asociación con deberes y derechos. La expresión es muy parecida a la usada por Jesús en Juan 10:30 y que dice: ἐγὼ καὶ ὁ πατὴρ ἕν ἐσμεν que vertido es "El Padre y yo una cosa somos" y que nos habla de la unidad de Cristo con el Padre en naturaleza y en propósito, en un contexto de igualdad.

Con la declaración de Mateo 19:5 Jesús deja ver que el reconoce la dignidad con que Dios creó a la mujer, no para ser subyugada o menospreciada por el hombre sino como una compañera que en igualdad de condiciones dentro del matrimonio, decide compartir con un hombre, su marido, un proyecto de vida basado en el amor y el deseo de acompañarse mutuamente hasta que la muerte los separe.



En el matrimonio, el hombre y la mujer llegan a ser "una sola carne"
en igualdad de derechos y deberes

- Jesús, la mujer y el divorcio (Mateo 19:1-12).

En cuanto al divorcio, la costumbre indicaba que el varón podía repudiar a la mujer, pero la mujer no podía repudiar al varón. Por otra parte, el hombre podía repudiar a la mujer por cualquiera causa, incluso por echar a perder una comida.
 
"Entre los judíos se permitía que un hombre repudiase a su mujer por las "ofensas más insignificantes, y ella quedaba en libertad para casarse otra vez. Esta costumbre era causa de mucha desgracia y pecado. En el Sermón del Monte, Jesús indicó claramente que el casamiento no podía disolverse, excepto por infidelidad a los votos matrimoniales. "El que repudia a su mujer -dijo él-  a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio."

Cuando, después los fariseos lo interrogaron acerca de la legalidad del divorcio, Jesús dirigió la atención de sus oyentes hacia la institución del matrimonio conforme se ordenó en la creación del mundo. "Por la dureza de vuestro corazón - dijo él- Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres: mas al principio no fué así".    Se refirió a los días bienaventurados del Edén, cuando Dios declaró que todo "era bueno en gran manera".  Entonces tuvieron su origen dos instituciones gemelas, para la gloria de Dios y en beneficio de la humanidad: el matrimonio y el sábado. Al unir Dios en matrimonio las manos de la santa pareja diciendo: "Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne", dictó la ley del matrimonio para todos los hijos de Adán hasta el fin del tiempo. Lo que el mismo Padre eterno había considerado bueno era una ley que reportaba la más elevada bendición y progreso para los hombres.

Como todas las demás excelentes dádivas que Dios confió a la custodia de la humanidad, el matrimonio fue pervertido por el pecado, pero el propósito del Evangelio es restablecer su pureza y hermosura." (El Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 56-57).

- Jesús, la mujer y la tentación sexual (Mateo 5:28).

Jesús nunca alentó ni enseñó que para el hombre la mujer sea un objeto de interés meramente sexual o que por el sólo hecho de ser mujer, era un instrumento de Satanás para hacer caer en tentación al hombre. Para muchos líderes religiosos de la época de Jesús, las mujeres eran una peligrosa fuente de tentaciones y cualquier contacto con ellas podía llevar a la lujuria. Por ello, le estaba prohibido a las mujeres hablar con  hombres en público o salir sin cubrirse la cabeza. Sin embargo, Jesús nunca enseñó que había que excluir a la  mujer de la vida social, por el contrario, enseñó que los hombres tenían que controlar sus deseos carnales y tratarlas con respeto, mostrando que la maldad no está en la apariencia de la mujer, sino en el corazón del hombre.
 
 
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