MUNDO Y RELIGIÓN - M&R |
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En una clase de ética y moral, surgió en la universidad la pregunta: ¿qué es el alma? La profesora que conducía la clase, rápidamente afirmó que el alma es esa sustancia inmaterial, inmortal e inmanente que hace parte de todo ser humano y que sale del cuerpo cuando el individuo muere. Para justificar su definición continuó diciendo: eso es lo que yo acepto como católica romana.

Muchas personas creen que el alma es algo etéreo, inmanente e inmortal
que está dentro de cada uno y que sale cuando uno muere
¿Enseña la Biblia que el hombre tiene un alma? ¿Enseña la Biblia que el alma es inmortal? ¿Enseña la Biblia que el alma de un hombre vaya a algún lugar después de su muerte? Estas y otras preguntas surgen inmediatamente cuando mencionamos la palabra alma o cuando tratamos de comprender el significado de alma.
Respecto de la primera pregunta: ¿Enseña la Biblia que el hombre tiene un alma? La verdad es que no. En el lenguaje de la Biblia, la palabra alma (del griego ψυχὴ) refiere a la persona misma, al ser humano como tal compuesto de cuerpo y espíritu. El ser humano no tiene un alma, el ser humano es un alma.
De una comprensión de Génesis 2:7 que nos habla del momento mismo en que Dios creó al hombre, podemos deducir que el hombre no recibió un alma, sino que el hombre por medio del acto creador de Dios llegó a ser un alma.
καὶ ἔπλασεν ὁ θεὸς τὸν ἄνθρωπον χοῦν ἀπὸ τῆς γῆς καὶ ἐνεφύσησεν εἰς τὸ πρόσωπον αὐτοῦ πνοὴν ζωῆς, καὶ ἐγένετο ὁ ἄνθρωπος εἰς ψυχὴν ζῶσαν.
Esto traducido quiere decir: "Y formó Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz el espíritu de vida, y el hombre llegó a ser un alma viviente." (Génesis 2:7). (Versión RV 1909)
En este texto, se deja ver claramente que el hombre no posee un alma, o no tiene un alma en su interior, sino que el hombre "llegó a ser un alma viviente". El hombre no posee un alma, el hombre es un alma.
En versiones más modernas de la Biblia (RV 1960), la expresión "alma viviente" se traduce como "ser viviente", de donde se desprende consecuentemente que "alma" y "ser" son sinónimos y se puede utilizar indistintamente para referir al mismo concepto. El alma es el ser viviente como tal, la persona misma. No algo que hay dentro de esa persona. El hombre no tiene un alma, el hombre es un alma, así como el hombre no tiene un ser dentro de sí, el hombre es un ser en sí mismo.
La Bilia deja ver claramente que cuando Dios creó al hombre, formó su cuerpo del polvo de la tierra y le proporcionó espíritu de vida. La conjunción de estos dos componentes, polvo de tierra más espíritu de vida dio como resultado un alma viviente. Por el contrario, si al cuerpo se le quita el espíritu de vida, cuando muere, deja de ser un alma viviente y sólo queda el cuerpo inerte, sin vida y que ya no es un alma viviente.

Note que la Biblia confirma que cuando el hombre muere, sólo dos partes se disocian una de la otra: "Y el polvo se torne a la tierra, como era, y el espíritu se vuelva a Dios, que lo dió." (Ecclesiastés 12:7). En este texto, que habla específicamente de la muerte, no se menciona el alma, sino sólo dos partes polvo de tierra (el cuerpo) y el espíritu de vida (la fuerza que nos hace movernos o estar vivos). Cuando la persona muere, el espíritu o energía de vida vuelve a Dios que la dió y el cuerpo comienza a tornarse polvo, como era en un principio. Sencillamente, el alma dejó de ser, ya que es la suma de polvo de tierra más espíritu de vida.
Por otra parte, en la Biblia se deja ver con claridad que el término "alma" se utiliza también para referir a la persona en su totalidad y no como sólo a una parte de ella (1 Tesalonicenses 5:23). Esto es el cuerpo, el espíritu y el alma, como refiriendo a su anatomía corporal, su conciencia espiritual y su alma como queriendo decir las emociones, la voluntad y la mente.

Note que en este contexto no se dice que el hombre tenga un alma, sino que el concepto alma se utiliza para señalar lo más íntimo de la persona, no como una sustancia éterea e inmanente dentro de esa persona, sino como sus emociones, su voluntad y su mente (Hebreos 4:12). En este mismo sentido la usó Jesús cuando dijo que debemos amar a Dios de todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente, con lo cual quiso decir que todo nuestro ser debe amar a Dios (Mateo 22:36-40).
Adicionalmente, se puede notar que la expresión alma (ψυχὴ) es usada en el mismo libro de Génesis con referencia a las criaturas del mar (peces y otros) y las criaturas terrestres no humanas (e.g. reptiles y mamíferos). De esto, se comprende claramente que la palabra alma, refiere a los seres vivientes como tales, no a algo inmanente, étereo e inmortal que habita en ellos.
Las mismas corrientes religiosas que enseñan que el alma es algo inmanente, étereo e inmortal dentro del hombre, indican que los animales no tienen alma (aunque Juan Pablo II afirmó que los animales tienen alma). Sin embargo, la Biblia indica que los peces, los reptiles y los mamíferos, son almas vivientes en las aguas y en la tierra. Los animales, cualquiera sea su familia, género y especie son un alma viviente, porque son seres vivientes. Ya se dijo que en la Biblia, la palabra alma y ser se usan como sinónimos y queriendo indicar la misma cosa. Esto no debiera resultar extraño, porque la misma RAE (Rea Academia Española) indica que alma es la persona o individuo.
En la Biblia, se usa el término alma también como sinónimo de la vida. En el libro de Deuteronomio por ejemplo, se indica que los israelitas no debían comer animales con su alma, es decir, con su sangre, porque la sangre es el alma de los animales: "Solamente que te esfuerces á no comer sangre: porque la sangre es el alma; y no has de comer el alma juntamente con su carne." (Deuteronomio 12:23, RV 1909). De este texto se puede resaltar lo siguiente: "la sangre es el alma". ¿Pero no dice acaso la tradición popular que el alma es esa sustancia etérea, inmanente e inmortal que habita en todo ser humano? Y sin embargo, la Biblia dice que el alma está en la sangre, por cuanto la "la sangre es el alma" y no sólo de los seres humanos, sino de toda criatura.
El concepto de alma como vida, se deja ver en los siguientes pasajes de la Sagrada Escritura: Lucas 12:13-21 (parábola del rico insensato).
¿Es inmortal el alma? La Biblia enseña que no. Sólo Dios es inmortal (1 Timoteo 1:17). Por otra parte, la Biblia enseña que "el alma que pecaré morirá" (Ezequiel 18:4 y 20). No aparece en la Biblia la expresión o la idea de que el alma sea inmortal. Sólo Dios es inmortal.

Cuando el hombre muere: ¿va su alma a algún lado? Ya vimos que el hombre no tiene un alma, sino que él mismo es un alma. Por tanto, la Biblia enseña que cuando el hombre muere no va a ningún lado que no sea su propia tumba o sepulcro. El alma o la vida de la persona va al sepulcro y ahí entra en descomposición. Cuando Jesús murió como ser humano: ¿esperaba él que su alma fuera al cielo o a algún otro lado? La profecía del salmista indicaba sobre el destino del alma de Jesús, diciendo: "No dejarás mi alma en el sepulcro, ni permitirás que tu santo vea corrupción." (Salmo 16:10). Esta profecía se aplica a Cristo, según explica el apóstol Pedro (Hechos 2:27).
¿No dice la Biblia que el alma puede llegar a estar en la presencia de Dios? El apóstol Juan declara que al ser abierto el quinto sello del Apocalipsis, él vió “debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por la Palabra de Dios y el testimonio que ellos tenían.”
¿A qué altar se refiere el apóstol en este pasaje? Es evidente que el apóstol está refiriendo al altar del sacrificio, por cuanto menciona las almas de los que han muerto por causa de su fe.
El altar del sacrificio estaba ubicado en el atrio o patio exterior del santuario terrenal y la expresión “ví debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por la Palabra de Dios y el testimonio que ellos tenían,” es una clara alusión a la sangre de los sacrificios que era derramada como testimonio a los pies del altar del holocausto en el culto mosaico. [Exodo 29:12; Levítico 4:7; 5:9; 8:15; 9:9]
Así como la sangre de los animales sacrificados en el altar era derramada como testimonio a los pies de él, así la sangre de los mártires de la fe fue vista por Juan “debajo del altar” donde ellos fueron sacrificados.
¿Dónde se ubica el altar mencionado por Juan? En primer lugar, debemos saber que el libro del Apocalipsis no refiere de manera alguna que exista un “altar del sacrificio” en el santuario celestial. De haber un altar del sacrificio en el santuario celestial, Jesús tendría que haber muerto en el cielo y no en la tierra.
Puesto que Jesús ofrendó su vida en la Tierra, muriendo en el monte Gólgota, es lógico deducir que ese fue el altar de su sacrificio, constituyéndose entonces en el altar del sacrificio relacionado con el santuario celestial.
Recuerde que cuando Jesús ascendió a los cielos, después de su resurrección, él ya había realizado su sacrificio expiatorio a favor de los hombres, de donde se desprende que Dios aceptó la Tierra como el “altar del sacrificio” en conexión con el santuario celestial.
En consecuencia, el “altar” que menciona el apóstol Juan no debe ser ubicado en el cielo sino en la Tierra, pues justamente fue aquí, al igual que Jesús, donde los mártires de la fe entregaron sus vidas en aras de la verdad.
Consideremos lo que al respecto, exponen dos respetables estudiosos de la Biblia:
“Este no puede ser ningún altar del cielo, sino que es, evidentemente, el lugar donde las víctimas habían sido muertas, el altar de su sacrificio.”
“Se encuentra una confirmación de esta opinión en el hecho de que Juan está contemplando escenas que ocurren en la tierra. Las almas son representadas debajo del altar, así como víctimas muertas sobre él, cuya sangre corriera al pie de él, y ellas cayeran luego a su lado.” [Urías Smith, “El libro de Apocalipsis”, págs. 91-92]
“Le fue presentada /a Juan/ una visión simbólica, en la cual vió un altar; y debajo de él las almas de los que habían sido muertos por la Palabra de Dios – que habían sufrido el martirio por su amor al cristianismo, - representadas como nuevamente muertas como víctimas de la idolatría y la superstición. El altar está en la tierra, no en el cielo.” [Adán Clarke, “Commentary of the New Testament”, tomo 1, pág. 194]
El uso de la expresión “almas” lleva a muchos a pensar que el apóstol está refiriendo a los espíritus descarnados de los que murieron por la fe, atribuyendo a la expresión “alma”, la calidad de una entidad incorpórea, espiritual, que trasciende a la muerte de una persona. Notemos sin embargo, que Juan usa el término “almas” en relación con el altar del sacrificio de ellos, aludiendo al altar de sacrificios del santuario terrestre, donde la sangre de las víctimas era derramada en tierra a los pies de dicho altar. El término “almas” según se desprende de la comparación señalada, refiere en consecuencia, a la “sangre” de los que habían muerto “por la Palabra de Dios y por el testimonio que ellos tenían,” señalándose que la sangre de ellos fue vista derramada debajo del altar, de la misma manera que la sangre de los sacrificios rituales era derramada al pie del altar de sacrificios en el santuario mosaico.
Lo planteado anteriormente no es extraño, toda vez que el término “alma” es usado repetidas veces en la Biblia como aludiendo a la sangre. [Deuteronomio 12:23] Por otra parte, si bien la expresión “alma” aparece cientos de veces en las Sagradas Escrituras, lo cierto es que en ninguna de ellas es utilizada como refiriendo a una entidad inmortal que sobrevive al cuerpo después de la muerte. Tal concepto de “alma” no era propio de los judíos o cristianos del tiempo de Jesús, de modo que no puede ser ese el significado que se le atribuye a la palabra griega ψυχὰςtraducida como “almas” en nuestra versión española de la Biblia. El concepto de “alma” que maneja el mundo moderno, es propio de las culturas babilónica, egipcia y griega, que luego siendo heredado por los romanos, se incorporó como tal al cristianismo cuando éste se fundió con el paganismo en el Siglo IV.
El hecho de que el Apocalipsis señala que las almas “clamaban en alta voz”, no debe ser tomado en el sentido de que éstas son los espíritus conscientes de los mártires de la fe que hablaban directamente con Dios pidiendo justicia. En realidad el apóstol Juan sólo está usando el recurso lingüístico de la “personificación”, esto es, atribuir personalidad a cosas que de suyo no la tienen, sino que son inanimadas. El recurso de la “personificación” se utiliza por ejemplo en los siguientes pasajes de la Biblia:
Génesis 4:9-10 : “la voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.”
Habacuc 2:11 : “Porque la piedra clamará desde el muro, y la tabla del enmaderado le responderá.”
Lucas 19:40 : “Os digo que si éstos callaren, las piedras clamarán.”
Santiago 5:4 : “El jornal de los obreros…, de vosotros clama.”
En todos los pasajes referidos, el escritor bíblico utiliza el recurso de la “personificación”, lo cual evidentemente no puede llevarnos a la confusión de atribuir conciencia a la sangre, las piedras, la tabla o el salario de los obreros. El lenguaje y su forma de uso resulta claro y no permite en modo alguno tal interpretación.
Pero, ¿no dice la Biblia que las personas van al cielo o al infierno cuando mueren? La verdad es que la Biblia no dice eso. De hecho, en la Biblia la palabra "infierno" y "sepulcro" o "tumba" son sinónimos. El infierno de la Biblia es la tumba. Todos vamos a la tumba, luego todos vamos al infierno por cuanto cuando morimos somos sepultados en una tumba. La palabra "infierno" en hebreo es "seol" y en griego "hades". Las tres palabras significan lo mismo, es decir: sepulcro o tumba.
Por eso, la versión RV 1960 de la Biblia usa la expresión "seol" en Salmo 16:10 mientras que la Versión RV 1909 usa la expresión "sepulcro". Luego, en la versión del libro de los Hechos, se usa la expresión "Hades" para el mismo texto (Hechos 2:27). Cuando morimos vamos al sepulcro, seol, infierno o hades. Nuestra vida, es decir nuestra alma, va al infierno, sepulcro, seol o hades.
Con relación a esto, una parábola usada por Jesús ha sido interpretada de manera confusa. La parábola del rico y Lázaro (Lucas 16:19-31). En esta parábola mediante una simple representación, Jesús busca enseñar que nuestros actos determinan nuestra posición delante de Dios y nuestro destino eterno, ya sea de bien para vida o de mal para muerte. Sin embargo, el hecho de que se representa a dos personas que después de muertas conversan entre ellas, estando uno en el seno de Abraham y el otro en el hades, da pábulo para que los que sostienen la idea de un alma inmortal argumenten que la vida después de la vida está sostenida por las Santas Escrituras. Sin embargo, esto no es así. No podemos atribuir literalidad a una parábola. Las parábolas son representaciones comparativas que buscan ilustrar una verdad o una realidad necesaria. No podemos pensar que el Reino de Dios es del tamaño de una semilla de mostaza, porque así dice una parábola. O que el Evangelio es verdaderamente una semilla literal que crece en nuestro corazón. Esas enseñanzas son ilustraciones que nos hablan de verdades importantes mediante figuras, representaciones o símbolos, que no pueden ser tomados de manera literal, sino como enseñanzas representativas de una verdad espiritual específica importante.
La Biblia es muy clara en señalar que cuando una persona muere, su vida, su esencia y su ser se extinguen en el sepulcro.
- En el momento de la muerte, perece la inteligencia y los pensamientos (Salmo 146:4)
- En la muerte no hay conciencia, no hay memoria, ni actividad alguna buena o mala (Ecclesiastés 9:5-6, 10)
- Los muertos no se enteran de lo que acontece a sus deudos (Job 14:21)
- Los muertos no alaban a Dios (Salmo 115:17; Salmo 30:9; Isaías 38:18)
- Los muertos entran en un estado de inactividad total (Job 3:17)
- Los muertos no visitan a sus deudos ni quedan deambulando en sus antiguos lugares de habitación (Job 7:8-10).
La idea de que después de la muerte hay toda una vida de actividades en el más allá, no es propia de la Biblia sino de creencias ajenas al cristianismo. La Biblia enseña que la muerte es como quedarse dormido, como un sueño del que un día despertaremos en la resurrección (Job 14:10-14).
Note que Lázaro, un amigo de Jesús, estuvo muerto durante tres días y sin embargo, después de su resurrección, él no dijo que hubiese estado en algún lugar distinto de su tumba. El relato de la resurrección de Lázaro más bien deja ver que él estuvo como dormido durante tres días para despertar de su sueño mortal a la orden de Jesús. De hecho, el propio Jesús se refirió a la muerte de Lázaro como un sueño (Juan 11:1, 10-14).

La resurrección de Lázaro deja ver que la muerte es un sueño y que el alma, que es la vida, va al sepulcro hasta el momento de la resurrección.
*** VEA el apartado El Misterio de la Muerte en la sección Guía para el Estudio de la Biblia
http://cebchile.es.tl/El-misterio-de-la-muerte.htm
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