MUNDO Y RELIGIÓN - M&R |
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El amor y el cristianismo |
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En los días de Cristo, existían ideas equívocadas con relación a la forma en que el hombre debe relacionarse con la ley de Dios, los Diez Mandamientos. Algunas escuelas de interpretación daban cabida a la idea de que había mandamientos más importantes que otros. Había corrientes dentro del propio judaísmo que enseñaban que el respeto por el séptimo mandamiento era crucial en la vida religiosa por cuanto preservaba de la fornicación y el adulterio y de esta manera protegía la familia como base de la sociedad y a ésta como base de la nación.
Otras corrientes en cambio, pensaban que el guardarse de los ídolos y de la adoración de imágenes era lo que más distinguía a la religión verdadera de la religión falsa, por tanto la observancia del segundo mandamiento era primordial en la vida religiosa de las personas. Aún otros abogaban por la observancia del sábado como el mandamiento que en verdad distinguía a los israelitas de cualquier otra nación en la Tierra.
Una y otra vez las distintas escuelas de pensamiento eran arrastradas a disputar respecto a cuál era el mandamiento más importante dentro de los Diez Mandamientos y qué cosa era lo más importante en el cumplimiento de la ley y en la vida religiosa de Israel.
En cierta ocasión un hombre entendido en la religión le preguntó a Jesús acerca de esta cuestión y se produjo el siguiente diálogo:
"Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas." (Mateo 22:36-40)
Aunque muchos aseguran que cuando Jesús resumió los Diez Mandamientos en el amor a Dios y al prójimo en verdad abrogó la ley de Dios para cambiarla por los dos grandes principios de amor, la verdad es que esa es una interpretación equivocada de las palabras de Cristo, según se desprende claramente de Mateo 5:17-19. Jesús no abrogó ni cambió la ley de los Diez Mandamientos, sólo le dio la interpretación correcta y la cumplió a cabalidad en su propia vida.
"La ley de Dios es la expresión de su naturaleza, es el súmmum del gran principio del amor, y por lo tanto, la base de su gobierno en el cielo y en la tierra." (E. G. de White, El Camino a Cristo)
"Los primeros cuatro mandamientos del Decálogo están resumidos en el primer gran precepto: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón." Los últimos seis están incluidos en el otro: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos son la expresión del principio del amor. No se puede guardar el primero y violar el segundo, ni se puede guardar el segundo mientras se viola el primero. Cuando Dios ocupe en el trono del corazón su lugar legítimo, nuestro prójimo recibirá el lugar que le corresponde. Le amaremos como a nosotros mismos. Únicamente cuando amemos a Dios en forma suprema, será posible amar a nuestro prójimo imparcialmente. Y puesto que todos los mandamientos están resumidos en el amor a Dios y al prójimo, se sigue que ningún precepto puede quebrantarse sin violar este principio. Así enseñó Cristo a sus oyentes que la ley de Dios no consiste en cierto número de preceptos separados, algunos de los cuales son de gran importancia, mientras otros tienen poca y pueden ignorarse con impunidad. Nuestro Señor presenta los primeros cuatro y los últimos seis mandamientos como un conjunto divino, y enseña que el amor a Dios se manifestará por la obediencia a todos sus mandamientos." (E. G. de White, El Deseado de Todas las Gentes).

Jesús enseñó a sus oyentes que la ley de Dios no consiste en cierto número de preceptos separados y sin conexión entre ellos, algunos de los cuales son de gran importancia, mientras otros tienen poca y pueden ignorarse con impunidad. Jesús presentó los primeros cuatro y los últimos seis mandamientos como un conjunto divino, y enseña que el amor a Dios y al prójimo son la base de la práctica de la verdadera religión.
Los primeros cuatro mandamientos están resumidos en el amor que le debemos a Dios. No tener dioses ajenos, no adorar imágenes, no tomar en vano el nombre de Dios y la observancia del sábado, el día que Dios instituyó para el descanso son los deberes morales que observaremos si amamos perfectamente a Dios.
Por otra parte, honrar a nuestros padres, no matar, no cometer adulterio, no hurtar, no mentir y no codiciar los bienes de nuestros semejantes, es lo que observaremos como práctica de vida si en realidad amamos a nuestro prójimo.
Que los principios de la ley de Dios, los Diez Mandamientos se resumen en el amor es lo que enseñó Jesús y lo que entendió la iglesia que él fundó. Esto se deja ver claramente en el siguiente comentario de la ley que hace el apóstol Pablo en su carta a los Romanos: "Amaros unos a otros, porque el que ama al prójimo cumplió la ley. Porque no adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, o no codiciarás y si hay algún otro mandamiento en esta sentencia se comprende sumariamente: Amarás al prójimo como a tí mismo. El amor no hace mal al prójimo: así que el cumplimiento de la ley es el amor." (Romanos 13:8-10)
El mismo apóstol aconseja: "Servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en aquesta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a tí mismo." (Gálatas 5:13-14)
El no comprender que el amor es la Ley del Reino tal cual está consignado en los Diez Mandamientos, es resumidamente no conocer a Dios.
"Siendo la ley del amor el fundamento del gobierno de Dios, la felicidad de todos los seres inteligentes depende de su perfecto acuerdo con los grandes principios de justicia de esa ley. Dios desea de todas sus criaturas el servicio que nace del amor, de la comprensión y del aprecio de su carácter." (Patriarcas y Profetas, págs. 25-26)
"Se le pide al hombre que ame a Dios por sobre todo, con toda el alma, con todas las fuerzas y con toda la mente; y a su prójimo como a sí mismo. Esto no le es posible a menos que se niegue a sí mismo. Negarse a sí mismo significa dominar el espíritu cuando la pasión disputa por la supremacía; resistir la tentación de censurar y de hablar palabras de crítica; tener paciencia con el niño que es lerdo y cuya conducta es ofensiva y exasperante; permanecer en el puesto del deber aunque otros cedan; llevar responsabilidades donde y cuando el deber lo requiera, no para obtener aplauo, no por costumbre, sino por la causa del Maestro, que ha dado a cada uno de sus seguidores una obra que debe ser hecha con inalterable fidelidad: Negarse a sí mismo significa hacer lo bueno cuando la inclinación guía servirnos y complacernos a nosotros mismos. Significa trabajar pacientemente y con alegría por el bien de otros mismos, aun cuando parezca que nuestros esfuerzos no son apreciados." (En Lugares Celestiales, pag. 223)
Unos de los apóstoles que mejor comprendió la Ley del Reino fue Juan, a quien en los escritos antiguos se le llama el "apóstol del amor", pues bien, Juan dijo: "Carísimos, amémonos unos a otros porque el amor es de Dios.Cualquiera que ama es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor." (1 Juan 4:7-8)
Otra vez el apóstol dice: "Amados, si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Ninguno vió jamas a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios está en nosotros, y su amor es perfecto en nosotros." (1 Juan 4:11-12) "Dios es amor, y y el que vive en amor, vive en Dios, y Dios en él." (1 Juan 4:16 up.)
¿CÓMO SE PUEDE AMAR AL PRÓJIMO?
Muchas personas se preguntan cómo se puede amar al prójimo y esto pensando que la mayoría de las personas son egoístas, avaros, codiciosos, deshonestos, mal intencionados, etc. Algunas personas realizan serios esfuerzos para amar a personas tales y continuamente se siente defraudados porque ven que resulta practicamente imposible amar a quien no se interesa en nosotros o a quienes decididamente nos hacen daño. Algunas personas preguntan: ¿Cuál es el secreto para amar al prójimo?
Nuevamente podemos encontrar la respuesta a esa pregunta en las palabras de Cristo. Mientras los judíos pensaban que la ley de Dios estaba compuesta por mandamientos separados e inconexos entre ellos, Jesús dejó ver que un solo principio anima toda la ley y que este principio inspira los primeros cuatro y los últimos seis mandamientos. Sin embargo, y dado el propio orden de los Diez Mandamientos, el amor a Dios precede al amor al prójimo. No podemos pretender amar al prójimo si antes no amamos a Dios. Entendemos entonces que los Diez Mandamientos están expresados en un orden especial y en que el amor a Dios, el primer gran mandamiento. es seguido por el segundo mandamiento y no menos importante que el primero, el amor al prójimo.
"Cuando Dios ocupe en el trono del corazón su lugar legítimo, nuestro prójimo recibirá el lugar que le corresponde. Le amaremos como a nosotros mismos. Únicamente cuando amemos a Dios en forma suprema, será posible amar a nuestro prójimo imparcialmente. Y puesto que todos los mandamientos están resumidos en el amor a Dios y al prójimo, se sigue que ningún precepto puede quebrantarse sin violar este principio. Así enseñó Cristo a sus oyentes que la ley de Dios no consiste en cierto número de preceptos separados, algunos de los cuales son de gran importancia, mientras otros tienen poca y pueden ignorarse con impunidad. Nuestro Señor presenta los primeros cuatro y los últimos seis mandamientos como un conjunto divino, y enseña que el amor a Dios se manifestará por la obediencia a todos sus mandamientos." (E. G. de White, El Deseado de Todas las Gentes).
"Podremos amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos solamente cuando amemos a Dios por sobre todo. El amor a Dios traerá frutos de amor hacia nuestros prójimos. Muchos piensan que es imposible amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos, pero únicamente ese es el fruto genuino del cristianismo." (M.B. 53)
EL AMOR EN LA VIDA DE CRISTO
"El amor a Dios y al hombre, los principios de la ley de Dios, fueron perfectamente ejemplificados en la vida del Salvador." (E. G. de White, El Camino a Cristo)
"En cada acto de su vida revelaba amor, misericordia y compasión; su corazón rebosaba de tierna simpatía por los hijos de los hombres. Tomó la naturaleza del hombre para poder simpatizar con sus necesidades. Los más pobres y humildes no tenían temor de allegársele. Aun los niñitos se sentían atraídos hacia él. Les gustaba subir a sus rodillas y contemplar ese rostro pensativo, que irradiaba benignidad y amor, Jesús no suprimió una palabra de verdad, sino que profirió siempre la verdad con amor. Hablaba con el mayor tacto, cuidado y misericordiosa atención, en su trato con las gentes. Nunca fue áspero, nunca habló una palabra severa innecesariamente, nunca dio a un alma sensible una pena innecesaria. No censuraba la debilidad humana. Hablaba la verdad, pero siempre con amor. Denunciaba la hipocresía, la incredulidad y la iniquidad; pero las lágrimas velaban su voz cuando profería sus fuertes reprensiones. Lloró sobre Jerusalén, la ciudad amada que rehusó recibirlo, a él, el Camino, la Verdad y la Vida. Habían rechazado al Salvador, mas él los consideraba con piadosa ternura. La suya fue una vida de abnegación y verdadera solicitud por los demás. Toda alma era preciosa a sus ojos. A la vez que siempre llevaba consigo la dignidad divina, se inclinaba con la más tierna consideración hacia cada uno de los miembros de la familia de Dios. En todos los hombres veía almas caídas a quienes era su misión salvar. Tal es el carácter de Cristo como se revela en su vida. Este es el carácter de Dios." (E.G. de White, El Camino a Cristo)
EL AMOR SE DESARROLLA EN UN CORAZÓN
QUE HA ACEPTADO A CRISTO
Constantemente Jesús apela al corazón humano y pide que le demos un lugar en nuestras vidas, no porque él necesite de nosotros, sino porque nos ama y no desea que perdamos la vida eterna (Apocalipsis 3:20). Cuando Jesús entra en nuestra vida, el amor ha llegado a nuestras vidas. "El amor es de Dios, no puede producirlo u originarlo el corazón inconverso. Se encuentra solamente en el corazón donde Cristo reina. 'Nosotros amamos, porque él nos amó primero" (1 S. Juan 4:19) En el corazón regenerado por la gracia divina, el amor es el móvil de las acciones. Modifica el carácter, modifica los impulsos, restringe las pasiones, domina la enemistad y ennoblece los afectos. Este amor alimentado en el alma, endulza la vida y derrama una influencia purificadora en todo su derredor." (El Camino a Cristo, pág. 58-59).
"En el corazón regenerado por la gracia divina, el amor será el móvil de las acciones. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, restringe las pasiones, domina la enemistad y ennoblece los afectos. Este amor alimentado en el alma, endulza la vida y derrama, una influencia purificadora en todo su derredor." (El Camino a Cristo, pág. 62)
"...el amor a Dios y el amor al hombre serán el resultado de la relación vital con Cristo." (Mensajes Selectos, tomo 1, págs. 392.393)
EL AMOR A DIOS ES EL COMIENZO DE LA VIDA CRISTIANA
Jesús dijo que amar a Dios de todo corazón, de toda el alma y con toda la mente, es el primer gran mandamiento que deben cumplir todos los cristianos.
¿Qué significa amar a Dios de todo corazón? Jesús lo dijo: "Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir a Dios y a Mammón." (Mateo 6:24)
"Todo el corazón tiene que ser entregado a Dios, o no se efectuará en nosotros el cambio que nos hará semejantes a él." "La guerra contra el 'yo' es la más reñida que jamás se haya llevado a cabo. La entrega del 'yo', riendiendo todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; pero el alma tiene que someterse a Dios antes de ser renovada en santidad." "Al consagrarnos a Dios, tenemos necesariamente que separarnos de todo lo que nos aleje de él. Por esto dijo el Salvador: 'Así pues cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo,' (Lucas 14:33). Debemos dejar todo lo que aleje el corazón de Dios. Muchos adoran a Mammón. El amor al dinero y el deseo de obtener riquezas son la cadena de oro que los une a Satanás. Hay otros que honran la reputación y los honores del mundo. El ídolo de otros es la vida fácil y egoísta, libre de responsabilidad. Pero estas ataduras esclavizadoras tienen que romperse. No podemos dar la mitad de nosotros al Señor y la otra al mundo. No somos hijos de Dios a menos que lo seamos completamente." (E. g. de White, El Camino a Cristo.)
¿Qué significa amar a Dios con toda el alma? El salmista da la respuesta a esta pregunta, diciendo: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por tí, oh Dios, el alma mía." (Salmo 42:1)
Cuando amar a Dios se sienta en nuestra alma como una necesidad vital, tal como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, entonces estaremos amando a Dios como Jesús nos enseñó. Amar a Dios de toda el alma, significa sentir la necesidad apremiante de querer conocerle y de saber cada día más sobre él.
¿Qué significa amar a Dios con toda nuestra mente? Significa que toda nuestra capacidad mental, intelectual e inteligencia deben estar consagradas a conocer a Dios y hacer su voluntad. El amar a Dios con toda nuestra mente puede incluso llevarnos a desear mantener nuestra integridad y salud física como una manera de conocer a Dios ya que alguien dijo en la antiguedad: "Mente sana en cuerpo sano". Para amar a Dios con toda nuestra mente, debemos poseer una mente sana y conociendo que el cuerpo es el asiento de nuestra mente, consecuentemente el amor a Dios puede llevarnos a desear tener un cuerpo libre de drogas o sustancias mal sanas y que dañan nuestra salud, sabiendo que una mente sana solo puede habitar en un cuerpo sano.
Los primeros cristianos ejercían cuidado en la salud del cuerpo. El apóstol Pablo aconsejó diciendo: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, a gradable a Dios, que es vuestro racional culto. Y no os conforméis a este siglo, mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta." (Romanos 12:1-2)
El mismo apóstol aconsejó: "Glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios." (1 Corintios 6:20) El cristiano evitará el consumo de comidas y bebidas mal sanas y que producen deterioro de la salud, enfermedad y muerte, con el fin de tener una mente sana en un cuerpo sano y así poder amar a Dios de toda la mente.
"La santificación expuesta en las Santas Escrituras abarca todo el ser: espíritu, cuerpo y alma. San Pablo rogaba por los tesalonicenses, que su "ser entero, espíritu y alma y cuerpo" fuese "guardado y presentado irreprensible en el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo." (1 Tesalonicenses 5: 23, V.M.) Y vuelve a escribir a los creyentes: "Os ruego pues, hermanos, por las compasiones de Dios, que le presentéis vuestros cuerpos, como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios." (Romanos 12: 1, V.M.) En tiempos del antiguo Israel, toda ofrenda que se traía a Dios era cuidadosamente examinada. Si se descubría un defecto cualquiera en el animal presentado, se lo rechazaba, pues Dios había mandado que las ofrendas fuesen "sin mancha." Así también se pide a los cristianos que presenten sus cuerpos en "sacrificio vivo, santo, acepto a Dios." Para ello, todas sus facultades deben conservarse en la mejor condición posible. Toda costumbre que tienda a debilitar la fuerza física o mental incapacita al hombre para el servicio de su Creador. ¿Y se complacerá Dios con menos de lo mejor que podamos ofrecerle? Cristo dijo: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón." Los que aman a Dios de todo corazón desearán darle el mejor servicio de su vida y tratarán siempre de poner todas las facultades de su ser en armonía con las leyes que aumentarán su aptitud para hacer su voluntad. No debilitarán ni mancharán la ofrenda que presentan a su Padre celestial abandonándose a sus apetitos o pasiones." (E.G. de White, El Conflicto de los Siglos)
¿AMAR A NUESTROS ENEMIGOS?
La vida de los verdaderos cristianos se caracteriza por ir más allá de lo que la mayoría de los profesos cristianos cree. Las personas siempre ponen límite a lo que Dios puede hacer por nosotros, sin embargo, Dios espera de nosotros mucho más (Lea Mateo 18:21-22; 5:38-42).
Es verdad que la Biblia dice: "ojo por ojo y diente por diente" (Levítivo 20:45), sin embargo esto es parte de una ley civil que busca la aplicación de justicia y no de venganza. Lo que Dios enseña con esta ley es que las personas se preocupen por la integridad física de sus semejantes procurando no hacerles ningún daño, cautelando incluso el daño por accidente, ya que la ley indicaba que cualquier daño que una persona hiciera a su semejante, debía ser castigado con la pérdida de su propio miembro, a saber: "ojo por ojo y diente por diente". Era pues esta ley una ley de justicia y no de venganza, sin embargo, los hombres apartados de Dios equivocaron siempre su significa y hasta el día de hoy el ojo por ojo y diente por diente es concebido como una ley de venganza y se desestima que fue Dios quien promulgó está ley y él está absolutamente contra la venganza personal (Proverbios 20:22; 24:29, 17; 25:21,22).
La mayoría de las personas siente que debemos amar a quienes nos aman, nuestra familia, nuestros amigos o a quienes nos estiman, pero la gran mayoría de las personas que asisten regularmente a las iglesias, no aman a su prójimo y mucho menos sienten que deban amar a sus enemigos. Una religión tal no tiene sentido y no es el ideal de Dios para los cristianos (1 Juan 4:20-21).
Amar a los enemigos siempre ha resultado difícil de entender y mucho más difícil de aceptar en el corazón de quienes se acercan al cristianismo, por eso las iglesias están repletas de personas pero no repletas de cristianos.
Al igual que sucede en la actualidad, las personas que decían amar a Dios encontraban natural amar a quienes nos aman, a quienes comparten la religión por ejemplo, sin embargo encontraban igualmente natural aborrecer a quienes no lo hacían. Esta forma de pensar y de vivir la religión está complamente equivocada tal como Jesús dejó ver en Mateo 5:43-48.
La Palabra de Dios nunca ha enseñado que debamos aborrecer a nuestro enemigo de manera individual y personal sino sencillamente que no comuniquemos con sus obras. La Biblia enseña que debemos odiar el pecado pero amar al pecador, esto es lo que se conoce como el "odio perfecto" (Salmo 139:21-24).
"Señaló Jesús a sus oyentes al Gobernante del universo bajo un nuevo nombre: 'Padre Nuestro'. Quería hacerles entender cuán tiernamente el corazón de Dios deseaba aceptarlos. Enseñó que Dios cuida a cada alma perdida, que 'como el padre se compadece de los hijos, s compadece Jehová de los que le temen'. Salmo 103:13. Una concepción tal de Dios nunca fue presentada al mundo por religión alguna, sino por la Biblia. El paganismo enseña a los hombres a mirar al Ser Supremo como objeto de temor en lugar de amor como una deidad maligna que debe ser apaciguada por sacrificios, en lugar de un Padre que derrama sobre sus hijos el don de su amor. Incluso el pueblo de Israel había llegado a estar ciego a las preciosas enseñanzas de los profetas respecto a Dios, que esta revelación de su amor paternal parecía un tema original, un nuevo don al mundo." (El Sermón de la Montaña, pág. 72).
La Biblia nos enseña a procurar siempre el bien de todas las personas y no abrigar sentimientos de venganza contra nuestros semejantes. Cuando el enemigo está en necesidad, deja de ser nuestro enemigo y pasa a ser nuestro prójimo, y el mandato de Dios es amarás a tu prójimo como a tí mismo (Romanos 12:17-21).
EL AMOR ES LA PRUEBA DEL DISCIPULADO
Jesús enseñó que el amor es lo que distinguiría por siempre a los cristianos. La noche en que Jesús compartió el pal y el vino con los discípulos les encargó tener esto muy en cuenta diciendo: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros, como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuvieréis amor los unos con los otros." (Juan 13:34-35). Una segunda vez dijo: "Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado." (Juan 15:12) Y una tercera vez: "Esto os mando: Que os améis los unos a los otros." (Juan 15:17)
Algunas personas que han practicado el cristianismo en el pasado, han expresado lo siguiente:
"La perfección verdadera es el amor de Dios y del prójimo." (Teresa de Jesús)
"Dos cosas, el amor de Dios y del prójimo, hacen perfecto al hombre." (Antonio de Padua)
"El amor de Dios y al prójimo son inseparables y complementarios." (Francisco I)
"Cuando se sirve a Dios y al prójimo por amor, la paz se apodera de uno. La paz siempre reina entre los que comparten el amor." (Teresa de Calcuta)
El que nosotros comprendamos la enorme importancia de amarnos unos a otros es clave para nuestra vida y experiencia cristiana. Es aquí donde fracasa la mayoría de los profesos cristianos, quienes pretenden amar a Dios sin interesarse en el prójimo.
De personas tales habló el apóstol Juan quien dijo: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el no ama a su hermano al cual ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: Que el que ama a Dios, ame también a su hermano." (1 Juan 4:20-21)
Una autora señala: "No podemos llegar a estar en contacto con la Divinidad sin estar en contacto con la humanidad; porque en Aquel que está sentado sobre el trono del universo, se combinan la divinidad y la humanidad. Relacionados con Cristo, estamos relacionados con nuestros semejantes por los aúreos eslabones de la cadena del amor." (M.B. pág. 87)
"No basta con que digamos: Yo amo a Dios pero no amo a mi prójimo. San Juan dice que somos mentirosos si afirmamos que amamos a Dios y no amamos a nuestro prójimo" (Teresa de Calcuta)
"Honrar a Dios es fundamental, pero también lo es respetar a nuestro prójimo. De hecho la verdadera adoración a Dios es posible cuando uno respeta a su prójimo." (Dalai Lama)

¿Cómo podemos saber si estamos amando a nuestro prójimo? El apóstol Juan dijo: "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Porque este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son penosos." (1 Juan 5:2-3)
Puesto que el cumplimiento de la ley es el amor, evidentemente el guardar los mandamientos de Dios es la evidencia de nuestro amor a Dios, y dicha evidencia estará dada consecuentemente en nuestro amor al prójimo.
El camino que nos lleva a guardar los mandamientos de Dios es el camino que nos lleva por el camino del amor a Dios y la vida eterna. Mire con qué solemnidad Dios exortó a las gentes diciendo:
"Mira, yo he puesto delante de tí hoy la vida y el bien, la muerte y el mal. Porque yo te mandó hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos y sus estatutos y sus derechos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para poseerla. Mas si tu corazón se apartare, y no oyeres, y fueres incitado, y te inclinares a diojes ajenos, y los sirvieres, protestoos hoy que de cierto pereceréis. No tendréis largos días sobre la tierra, para ir a la cual pasas el Jordán para poseerla. A los cielos y la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición: escoge pues la vida, porque vivas tú y tu simiente: Que ames a Jehová tu Dios, que oigas su voz, y te allegues a él, porque el es tu vida, y la longitud de tus días, a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres Abraham, Isaac, y Jacob, que les había de dar." (Deuteronomio 30:15-20)
El amor a Dios se expresa en la obervancia de los mandamientos de Dios. Así esta explicado en el siguiente párrafo de la Biblia:
"Oye, Israel: Jehová, nuestro Dios, Jehová uno es. Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando te levantes. Las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas." (Deuteronomio 6:4-9)
Las palabras que Dios señala diciendo: "Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón" y se las enseñarás a tus hijos, son los Diez Mandamientos referidos en Deuteronomio 5:6-21. De este pasaje de la Biblia, Deuteronomio 6:4-9, que era un texto muy conocido por todo judío religioso, se desprende que el amor a Dios se manifiesta en la observancia de los Diez Mandamientos, que debían estar en el corazón y ser enseñados consecuentemente a los hijos.
EL AMOR ES LA NORMA DEL JUICIO
"Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria,
y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.
Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?
¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.
Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?
Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna."
(Mateo 25:31-46)
"La belleza del carácter de Cristo se verá en los que le siguen. Era su delicia hacer la voluntad de Dios. El poder predominante en la vida de nuestro Salvador era el amor a Dios y el celo por su gloria. El amor embellecía y ennoblecía todas sus acciones. El amor es de Dios, no puede producirlo u originarlo el corazón inconverso. Se encuentra solamente en el corazón donde Cristo reina. "Nosotros amamos, por cuanto él nos amó primero". (1 S. Juan 4: 19) En el corazón regenerado por la gracia divina, el amor es el móvil de las acciones. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, restringe las pasiones, domina la enemistad y ennoblece los afectos. Este amor alimentado en el alma, endulza la vida y derrama una influencia purificadora en todo su derredor." (Elena G. de White, CC 58,59)
"El amor a Jesús se manifestará por el deseo de trabajar, como él trabajó, por la felicidad y elevación de la humanidad. Nos inspirará amor, ternura y simpatía por todas las criaturas que gozan del cuidado de nuestro Padre celestial." (Elena G.de White, CC 77)
"Habéis de demostrar en vuestra vida lo que significa amar a Dios de todo vuestro corazón, y a vuestro prójimo como a vosotros mismos. unidos con el Dios de sabiduría y amor, demostraréis al mundo el hecho de que no vivéis para este mundo, mas para el que no es temporal, sino eterno." (Elena, G. de White, That I may know him, pág. 90)
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