MUNDO Y RELIGIÓN - M&R |
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Hebreos 9:24-25 ¿Lugar Santo o Lugar Santísimo? |
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Algunas corrientes dentro del cristianismo asignan gran importancia al ministerio sacerdotal de Cristo en el santuario celestial. Se observa que algunas denominaciones enfatizan la labor de Cristo como Sumo Sacerdote sin asignar mayor importancia al santuario mismo, mientras que otras enfatizan no sólo el ministerio de Cristo en el santuario sino también todo el amplio significado del santuario en cuanto a los utensilios y servicios que en él se utilizaban.
Los católicos no asignan ninguna importancia a los servicios que se realizaban en el Santuario y mucho menos al ministerio sacerdotal de Cristo en él, ya que ellos reconocen en el Papa al Sumo Sacerdote que oficia a favor de la iglesia. Por su parte, los protestantes evangélicos no tienen mucho que decir sobre el ministerio sacerdotal de Cristo o el Santuario Celestial en que él oficia, ya que la teología evangélica no es muy elaborada y en gran medida es una continuación del catolicismo romano.
Los mormones se preocupan un poco más del ministerio sacerdotal de Cristo ya que ellos declaran ser la continuación del ministerio sacerdotal que identifica al pueblo de Dios. No obstante, su relación con el sacerdocio de Cristo es sólo en cuanto a este continuismo ministerial y no hay mayor profundización en cuanto a toda la simbología e importancia de los utensilios y servicios que se realizaban en el Santuario Terrenal. Los simpatizantes de la WatchTower no se pronuncian mayormente al respecto ya que ellos consideran que todo lo que ocurría en el Santuario Terrenal en el Antiguo Testamento tiene poca o ninguna importancia en relación a la dispensación cristiana.
¿Por qué debieran entonces los cristianos estudiar con diligencia lo que ocurre en el Santuario Celestial?
“El santuario en el cielo es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres. Concierne a toda alma que vive en la tierra. Nos revela el plan de la redención, nos conduce hasta el fin mismo del tiempo y anuncia el triunfo final de la lucha entre la justicia y el pecado. Es de la mayor importancia que todos investiguen a fondo estos asuntos, y que estén siempre prontos a dar respuesta a todo aquel que les pidiere razón de la esperanza que hay en ellos.” (CS 543)
UN SANTUARIO TERRENAL
Dios ordenó a Moisés: "Y hacerme han un santuario, y yo habitaré entre ellos." (Exodo 25:8) ¿Por qué Dios pidió a Moisés que hicieran un santuario? Sencillamente, porque este santuario que ellos tenían que construir vendría a ser un modelo que les permitiría conocer en símbolos lo que ocurre en el cielo, en el verdadero santuario en que ministra Cristo (Lea Exodo 25;9; 40; Hebreos 8:5).
El Santuario era también llamado Tabernáculo del Testimonio porque en el Lugar Santísimo estaba contenida la Ley de Dios escrita en dos tablas de piedra, a lo que Dios llamó "Testimonio" o "Tablas del Testimonio" (Exodo 25:16; 31:18; 40:20-22, 24, 26, 29, 30, 32, 34, 35).
En el Santuario Terrenal había dos compartimentos, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo (Hebreos 9:1-3). Esto nos lleva a concluir que en el Santuario Celestial también existen dos compartimentos, el Lugar Santo y Lugar Santísimo en los cuales oficia Jesús como Sacerdote en favor de los hombres (Zacarías 6:12-13).
"La obra mediadora de Cristo en favor del hombre se presenta en esta hermosa profecía de Zacarías relativa a Aquel "cuyo nombre es El Vástago." El profeta dice: "Sí, edificará el Templo de Jehová, y llevará sobre sí la gloria; y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono; y el consejo de la paz estará entre los dos." (Zacarías 6: 12, 13, V.M.)" (El Conflicto de los Siglos, pág. 475)
Si bien los cristianos debemos conocer los aspectos generales del Santuario Terrenal, nuestra vista está centrada en lo que ocurre en el Santuario Celestial donde está Jesús intercediendo por nosotros (Hebreos 8:1-2).
La Biblia y especialmente el libro de Apocalipsis es claro en establecer que existe un Santuario o Tabernáculo del Testimonio en el cielo, donde ministra Cristo como Sumo Sacerdote (Apocalipsis 15:5). Así como el Tabernáculo del Testimonio terrenal se llamaba así porque contenía la ley de Dios, las tablas del testimonio, igualmente, el Tabernáculo del Testimonio que está en el cielo, se llama de esa manera porque contiene el original de la Ley de Jehová y que está en el cielo donde también existe un arca del pacto o del testamento como se puede ver en Apocalipsis 11:19.
¿LUGAR SANTO O LUGAR SANTÍSIMO?
El estudio del asunto del Santuario Terrenal ha llevado a un encendido debate respecto a qué labor está realizando Cristo actualmente en el Santuario Celestial y en qué compartimento está desarrollando esta labor.
Lo anterior, sabiendo que el Santuario Terrenal estaba dividido en dos compartimentos, Lugar Santo y Lugar Santísimo. En el primer compartimento, se realizaba el servicio diario de los sacerdotes y la ofrenda diaria por el pecado. Mientras, en el segundo compartimento llamado Lugar Santísimo, sólo entraba el sumo sacerdote una vez al año para el día de la expiación.
Algunos creyentes señalan que Jesús pasó de inmediato al Lugar Santísimo después de su resurrección.
Ahora bien, lo mejor y más allá de conjeturar a qué lugar pasó Jesús después de su resurrección, es permitir que la propia Biblia nos entregue esta información y para ello debemos conocer lo que al respecto dice el libro de los Hebreos, que habla especialmente sobre el tema.
El libro de los Hebreos dice lo siguiente en el capítulo 9 y versículo 24 y 25:
"Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros en la presencia de Dios. Y no para ofrecerse muchas veces a sí mismo, como entra el pontífice en el santuario cada año con sangre ajena." (Hebreos 9:24, Versión Reina Valera 1909)
Note sin embargo, que para la misma versión Reina Valera, pero de 1960, el texto se vierte de manera diferente:
"Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena."
Mientras que la versión de 1909 dice que Jesús entró en el Santuario, sin especificar dónde, la versión de 1960, dice que Jesús entró en el Lugar Santísimo. ¿Qué importancia tiene esto y en qué radica la diferencia?
En el Lugar Santo entraban los sacerdotes para realizar el servicio diario, durante todo el año. Mientras, en el Lugar Santísimo entraba sólo el sumo sacerdote hacia el final del ministerio intercesor a rogar por última vez por los pecados del pueblo. Esto se llamaba el juicio investigador. Con este acto, culminaba el oficio anual del sacerdote. La pregunta que cabe al respecto es: ¿Entró Jesús en el Lugar Santo o bien en el Lugar Santísimo? De ahí, que es importante definir que dice Hebreos 9:24-25 en cuanto a Lugar Santo o Lugar Santísimo.
Aún otras versiones dicen así para Hebreos 9:24-25:
"Porque Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos, una representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros" (LBLB)
"Pues Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos humanas, que era solo una copia del verdadero, que está en el cielo. Él entró en el cielo mismo para presentarse ahora delante de Dios a favor de nosotros;" (Nueva Traducción Viviente)
Note sin embargo, que otras versiones indican lo siguiente:
"Porque Cristo no entró al Lugar Santísimo hecho por los hombres, que sólo es copia del verdadero, sino al cielo y está presente allí, delante de Dios, para pedir a nuestro favor." (PDT)
"Porque Cristo no entró en un lugar santísimo hecho de manos, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora delante de Dios a nuestro favor." (Versión Reina - Valera, 2015)
¿Qué dice en verdad el texto? ¿Lugar Santo o Lugar Santísimo? ¿Se puede saber verdaderamente qué escribió Pablo en Hebreos 9:24-25? Sí, se puede saber. Hay que revisar el texto griego.
24 οὐ γὰρ εἰς χειροποίητα εἰσῆλθεν ἅγια Χριστός, ἀντίτυπα
τῶν ἀληθινῶν, ἀλλ' εἰς αὐτὸν τὸν οὐρανόν, νῦν ἐμφανισθῆναι
τῷ προσώπῳ τοῦ θεοῦ ὑπὲρἡμῶν: 25 οὐδ' ἵνα πολλάκις προσφέρῃ
ἑαυτόν, ὥσπερ ὁ ἀρχιερεὺς εἰσέρχεται εἰς τὰ ἅγια κατ' ἐνιαυτὸν
ἐν αἵματι ἀλλοτρίῳ,
En este texto, el versículo 24, para designar el lugar donde se describe a Cristo se usa la palabra griega ἅγια sin artículo definido. La palabra griega ἅγια sin artículo definido indica al Lugar Santo, tal como se aprecia en Hebreos 9:2.
Luego en el versículo 25, se usa la expresión τὰ ἅγια. En el libro de los Hebreos cada vez que se habla del Santuario sin especificar un lugar determinado se usa la expresión griega τό ἅγιον o τα ἅγια, como por ejemplo en Hebreos 9:1, 8, 12 y también en Hebreos 8:2 y 10:19.
Cuando se habla del Lugar Santísimo se usa la expresión ἅγια ἅγιον tal como ocurre en Hebreos 9:3.
Ahora bien, en la expresión de Hebreos 9:24-25 se usa la palabra griega ἅγια (versículo 24) sin artículo definido indicando al Lugar Santo, tal como ocurre en Hebreos 9:2 y luevo en el versículo 25 se usa la expresión τα ἅγια, indicando el Santuario sin específicar, como ocurre en Hebreos 9:8, 12.
Que la expresión ἅγια designa al Lugar Santo y la expresión ἅγια ἅγιον es la que designa al Lugar Santísimo se desprende de la expresión usada en Exodo 26:33-34 según la Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento):
33 καὶ θήσεις τὸ καταπέτασμα ἐπὶ τοὺς στύλους καὶ εἰσοίσεις ἐκεῖ ἐσώτερον τοῦ καταπετάσματος τὴν κιβωτὸν τοῦ μαρτυρίου· καὶ διοριεῖ τὸ καταπέτασμα ὑμῖν ἀνὰ μέσον τοῦ ἁγίου καὶ ἀνὰ μέσον τοῦ ἁγίου τῶν ἁγίων. 34 καὶ κατακαλύψεις τῷ καταπετάσματι τὴν κιβωτὸν τοῦ μαρτυρίου ἐν τῷ ἁγίῳ τῶν ἁγίων.
Siendo así, la traducción correcta para Hebreos 9:24-25 debe ser así:
"Porque no entró Cristo en el Lugar Santo hecho de mano, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros en la presencia de Dios. Y no para ofrecerse muchas veces a sí mismo, como entra el pontífice en el santuario cada año con sangre ajena."
Siguiendo esta misma traducción, y dado que en el libro de los Hebreos se habla especialmente del Santuario en varios versículos, la traducción correcta para cada versículo es:
Hebreos 8:2 Santuario (sin especificar)
Hebreos 9:1 Santuario (sin especificar)
Hebreos 9:2 Lugar Santo
Hebreos 9:3 Lugar Santísimo
Hebreos 9:8 Santuario (sin especificar)
Hebreos 9:12 Santuario (sin especificar)
Hebreos 9:24 Lugar Santo
Hebreos 9:25 Santuario (sin especificar)
Hebreos 10:19 Santuario (sin especificar)
Como se ve, en el libro de los Hebreos se menciona explícitamente sólo una vez el Lugar Santísimo y se hace como parte de una descripción del Santuario Terrenal. En ningún versículo de Hebreos se vincula directamente a Jesús con el Lugar Santísimo, esto teniendo en cuenta que el libro de los Hebreos nos habla fundamentalmente del ministerio sacerdotal que asumió Jesús después de su resurrección y ascensión al cielo tal como expone el capítulo 1 del libro. No obstante, el ministerio de Cristo si aparece vinculado al Lugar Santo como ocurre en Hebreos 9:24-25.
OBJECIONES
Si bien, lo que dice la Biblia debiera ser suficiente para aclarar a qué lugar entró Jesús después de su resurrección para oficiar como Sacerdote en favor de los seres humanos, algunas personas, no percatándose que respecto al libro de los Hebreos existe un serio problema de traducción, tal como se dejó ver al citar varias traducciones distintas, objetan que Jesús haya entrado al Lugar Santo y basándose en su mala traducción de la Biblia y en la mala comprensión correspondiente de otros textos de las Santas Escrituras, argumentan que en realidad Jesús entró en el Lugar Santísimo. Para asegurar tal cosa, indican lo siguiente:
PRIMERA OBJECIÓN
- Cuando Jesús resucitó se sentó a la diestra del Padre y esto sólo puede significar el Lugar Santísimo donde está el Padre sentado en su Trono (Mateo 26:64; Marcos 16:19; Lucas 22:69: Colosenses 3:1; Hechos 7:55-56; Hebreos 1:3; Hebreos 8:1; Hebreos 10:12; Hebreos 12:2; 1 Pedro 3:22).
La verdad es que cuando Jesús resucitó y ascendió al cielo se sentó a la diestra del Padre como hombre siendo Rey y Sacerdote, pero eminentemente ejerciendo como Sacerdote y Mediador (1 Timoteo 2:5). El se sienta en su trono como Sacerdote para interceder por nosotros y esto ocurre en el Lugar Santo. El trono de Rey, en el Lugar Santísimo, no le será dado hasta su segunda venida, en que recibirá el trono de su gloria y cuando venga a la Tierra no como Sacerdote sino como Rey de reyes y Señor de Señores (Mateo 25:31; Apocalipsis 19:11-16).
De lo anterior, se desprende que hay un segundo trono en el Lugar Santo del Santuario Celestial. La pregunta es: ¿Hay dos tronos en el Santuario Celestial? La respuesta es sí.
Observe que Jesús señala claramente la existencia de dos tronos en el cielo (Apocalipsis 3:21). Uno es el trono de Cristo "mi trono" en que él se sienta a la diestra del Padre, en el Lugar Santo, como Sacerdote (Zacarías 6:12-13) y otro, es el trono del Padre; "su trono", ubicado en el Lugar Santísimo, el trono de Dios.
Note el siguiente comentario de un estudioso del Apocalipsis:
“En otras palabras, muchos comentaristas han supuesto erróneamente que en el santuario celestial Dios tiene un solo lugar para su trono, y que éste equivale al recinto interior del santuario terrenal del Antiguo Testamento, conocido también como lugar santísimo.” (C. Mervin Maxwell, “Apocalipsis: sus revelaciones”, pág. 171)
El mismo autor refiere lo siguiente:
“La suposición de que el trono celestial de Dios está ubicado únicamente en el lugar santísimo del santuario celestial pasa por alto el hecho de que en el Antiguo Testamento la presencia de Dios no siempre estaba confinada al lugar santísimo sino que a veces estaba también en el lugar santo. (Veáse, por ejemplo, Exodo 33:9 y Ezequiel 9:3.) También pasa por alto el simbolismo de la mesa de los panes de la presencia (de los panes de la proposición, Reina-Valera).” (C. Mervin Maxwell, “Apocalipsis: sus revelaciones”, pág. 171)
Sobre este punto de discusión, debemos considerar algunos aspectos. Primero, afirmar que en el santuario terrenal solo se prefiguraba un trono es tan solo un prejuicio y un impedimento para poder comprender una verdad más amplia.
Segundo, el santuario terrenal era simbólico, una mera representación inferior de algo superior, de donde no podemos suponer que en el santuario celestial existan literalmente los mismos elementos que había en el terrenal. No podemos suponer por ejemplo, que en el santuario celestial exista una mesa de madera enchapada en oro y que contenga dos hileras de pan que deban ser cambiadas constantemente para que no sufran descomposición.
Es indudable que el pan de la proposición contenido sobre la mesa de oro del santuario terrenal era un símbolo de Cristo, el “verdadero pan del cielo”. (Juan 6:32-51) En consecuencia, el pan literal era símbolo de una persona, a saber Cristo, quien es señalado bíblicamente como “el pan de vida”. Siendo así, no es razonable entender que Jesús se encuentre en el cielo depositado sobre una mesa en el santuario celestial como sucedía con el pan literal sino que es consecuente suponer que la mesa sea símbolo de un trono, distinto al trono de Dios, y que al igual que éste, se ubica en el cielo.
Que la mesa del pan de la proposición simboliza un trono, es compartido por no pocos estudiosos del tema, como vemos en los siguientes comentarios:+
“Dentro del santuario la primera habitación recibía el nombre de lugar santo. La mesa de los panes de la presencia estaba ubicada allí. Representaba el trono celestial de Dios, y el pan que se ponía sobre ella representaba a nuestro viviente Salvador.” (C. Mervin Maxwell, “Apocalipsis: sus revelaciones”, pág. 163)
En la Revista Adventista de mayo de 1995, página 11, en un artículo que analiza los objetos del santuario terrenal, se comenta lo siguiente sobre los tronos que estos simbolizan:
“El primero que consideramos fue el de Cristo, representado por la mesa de los panes de la proposición.”
Aún podemos referir otro detalle. La mesa del pan de la proposición se ubicaba al lado norte del santuario terrenal, señalando que en esa posición cardinal, el norte, se ubica la presencia de Cristo en el cielo.
Los escritos de los profetas dejan ver que en el lado norte del santuario celestial hay un trono donde sentarse ya que cuando Satanás se reveló en el cielo, quiso usurpar el lugar que ocupa Cristo en el cielo. De acuerdo a lo registrado por el profeta Isaías, Satanás habría declarado: “Subiré al cielo, en lo alto junto a las estrellas de Dios ensalzaré mi solio (trono), y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del aquilón (norte). Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.” (Isaías 14:12-14)
¿Por qué esperaba el ángel rebelde “sentarse a los lados del norte”? ¿Pensaba él sentarse en una mesa? No, de ninguna manera. Satanás sabía muy bien que en el lado norte del santuario del testimonio en el cielo, se ubica el trono de Cristo, en que él se sienta junto al Padre. En este trono, Jesús se sienta junto al Padre como nuestro sacerdote y mediador, intercediendo por nosotros con su propia sangre inmaculada.
Con relación a la mesa del pan de la proposición como simbolizando un trono leemos lo siguiente:
“La conclusión lógica y sencilla que podemos extraer de todo esto es que en ocasión de su ascensión en el año 31 DC Jesús se fue inmediatamente al lado de su Padre, que estaba sentado en el santuario celestial en el lugar equivalente al de la mesa de los panes de la presencia (la mesa de los panes de la proposición), es decir, en el ‘lugar santo’ de ese vasto y glorioso santuario.” (C. Mervin Maxwell, “Apocalipsis: sus revelaciones”, pág. 171)
Repasemos todo lo anterior, según el siguiente comentario:
“"Y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono." No todavía "sobre el trono de su gloria;" el reino de gloria no le ha sido dado aún. Solo cuando su obra mediadora haya terminado, "le dará el Señor Dios el trono de David su padre," un reino del que "no habrá fin." (S. Lucas 1: 32, 33.) Como sacerdote, Cristo está sentado ahora con el Padre en su trono. (Apocalipsis 3: 21.)” (CS 468)
Analicemos lo expuesto. El párrafo dice que “Cristo está sentado ahora con el Padre en su trono”. La pregunta es: ¿Dónde está sentado Cristo en este momento? ¿Está sentado en el trono de Dios ubicado en el lugar santísimo del santuario celestial?
Según se desprende de todo lo referido sobre este asunto, se puede concluir que Cristo está sentado con el Padre en un trono, distinto al trono de Dios y ubicado no en el lugar santísimo sino en el lugar santo. Este trono, es llamado también con propiedad el trono del Padre y en él, está sentado Jesús, junto al Padre, como hombre intercediendo por nosotros. (Salmo 110:1 y 4; Mateo 26:64; Hechos 7:55-56; Efesios 1:20-21; 1 Timoteo 2:5; Hebreos 1:1-3; 8:1-2)
Este trono, ubicado en el lugar santo, es el trono que le ofreció el Padre a Jesús después de su resurrección y en el que fue entronizado cuando fue recibido con gloria en el cielo. (Hebreos 1:8)
En este trono, Jesús está sentado como Sacerdote, no como Rey, pues el trono de Soberano, el “trono de su gloria”, le será dado “sólo cuando su obra mediadora haya terminado” y él regrese a la Tierra en su segunda venida. (Mateo 25:31)
SEGUNDA OBJECIÓN
- Cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo se rompió en dos de alto a bajo, lo cual indica que quedó libre acceso al Lugar Santísimo (Mateo 27:51; Lucas 23:45; Marcos 15:38).
Efectivamente, cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo se rasgó por medio de alto a bajo. Esto sin embargo, no significa que lo mismo sucedió en el cielo. El velo era símbolo del cuerpo de Cristo y el detalle de que éste se rasgó de alto a bajo señala que a Jesús no le quitaron la vida los hombres sino que él por su propia voluntad se sacrificó por nosotros (Hebreos 10:20; Juan 10:17-18).
El detalle de la rasgadura del velo del templo en ocasión de la muerte de Cristo dejó ver además que el Santuario Terranal y los sacrificios que en él se realizaban ya no tenían validez ni vigor. Con la muerte de Cristo terminaba el sacrificio y la ofrenda en el Santuario Terrenal (Daniel 9:26-27; Colosenses 2:14-16; Hebreos 10:1-9).
"Cuando los labios de Cristo exhalaron el fuerte clamor: “Consumado es,” los sacerdotes estaban oficiando en el templo. Era la hora del sacrificio vespertino. Habían traído para matarlo el cordero que representaba a Cristo. Ataviado con vestiduras significativas y hermosas, el sacerdote estaba con cuchillo levantado, como Abrahán a punto de matar a su hijo. Con intenso interés, el pueblo estaba mirando. Pero la tierra tembló y se agitó; porque el Señor mismo se acercaba. Con ruido desgarrador, el velo interior del templo fue rasgado de arriba abajo por una mano invisible, que dejó expuesto a la mirada de la multitud un lugar que fuera una vez llenado por la presencia de Dios. En este lugar, había morado la shekinah. Allí Dios había manifestado su gloria sobre el propiciatorio. Nadie sino el sumo sacerdote había alzado jamás el velo que separaba este departamento del resto del templo. Allí entra una vez al año para hacer expiación por los pecados del pueblo. Pero he aquí, este velo se había desgarrado en dos. Ya no era más sagrado el lugar santísimo del santuario terrenal.
Todo era terror y confusión. El sacerdote estaba por matar la víctima; pero el cuchillo cayó de su mano enervada y el cordero escapó. El símbolo había encontrado en la muerte del Hijo de Dios la realidad que prefiguraba. El gran sacrificio había sido hecho. Estaba abierto el camino que llevaba al santísimo. Había sido preparado para todos un camino nuevo y viviente. Ya no necesitaría la humanidad pecaminosa y entristecida esperar la salida del sumo sacerdote.
Desde entonces, el Salvador iba a oficiar como sacerdote y abogado en el cielo de los cielos. Era como si una voz viva hubiese dicho a los adoradores: Ahora terminan todos los sacrificios y ofrendas por el pecado. El Hijo de Dios ha venido conforme a su Palabra: “Heme aquí (en la cabecera del libro está escrito de mí) para que haga, oh Dios, tu voluntad.” “Por su propia sangre [él entra] una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención.” Hebreos 10:7; 9:12." (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 743-744)
TERCERA OBJECIÓN
- En el texto de Hebreos 9:24-25 se presenta a Jesús como sumo sacerdote, y el sumo sacerdote sólo entraba al Lugar Santísimo.
Que si Jesús entró en el Lugar Santo o Lugar Santísmo tras su resurrección y posterior ascención al cielo, debiera hacerse claro a partir de la visión de Cristo que tiene el propio apóstol Juan en la revelación de Apocalipsis y en que ve a Jesús caminando en medio de los siete candeleros de oro, simil de la lampará de siete brazos que había en el Lugar Santo del Santuario Terrenal (Apocalipsis 1:12-20)
No obstante, si la afirmación es que Jesús tiene que estar en el Lugar Santísimo porque el Sumo Sacerdote sólo entraba en ese lugar y nunca en el Lugar Santo, queda totalmente refutado por lo que indica Exodo 30:1, 7, 8, 9 y 10 que dejan ver que Aarón, el Sumo Sacerdote, entraba diariamente y con frecuencia al Lugar Santo del Santuario Terrenal donde estaba el altar del incienso para ejercer su oficio sacerdotal y mediar por el pueblo.
Por otra parte, en el Santuario Terrenal no se podía acceder al Lugar Santísimo sin pasar antes por el Lugar Santo. El Santuario Celestial es el gran modelo del cual el edificio terrenal era solamente una copia, de donde se desprende que la disposición de los compartimentos en el cielo es igual a la que se observaba en el Santuario Terrenal que era una copia fiel del Santuario Celestial. Siendo, así, el Sumo Sacerdote no sólo entraba al Lugar Santo a realizar labores propias de su oficio sacerdotal, sino que además pasaba por el Lugar Santo cada vez que ingresaba al Lugar Santísimo.
Aclarado el tema, se puede entonces decir que cuando Jesús ascendió al cielo después de su resurrección, comenzó su ministerio sacerdotal en el Lugar Santo del Santuario, tal como específica Hebreos 9:24-25. Sin embargo, así como en el Santuario Terrenal este ministerio sacerdotal llegaba a su fin el día de la expiación con la purificación del Santuario Terrenal, así de igual manera, el ministerio de Cristo en el Lugar Santo del Santuario Celestial debe llegar a su fin en algún momento para dar lugar a la purificación del Santuario Celestial, tal como ocurría con el Santuario Terrenal. ¿Cuándo habría de ocurrir esto? Una vez más, la Biblia tiene la respuesta. Lea Daniel 8:14.
CUARTA OBJECIÓN
Jesús entró en el Lugar Santísimo ya que el entró "dentro del velo" según Hebreos 6:19-20
Es sabido que el Santuario Terrenal estaba dividido en dos compartimentos más el atrio. Para entrar desde el atrio hacia el Lugar Santo había que traspasar el primer velo, que es lo que destaca Hebreos 6:19-20. Sin embargo, la Biblia señala que había un segundo velo, que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo (Hebreos 9:3). Si Jesús hubiese entrado en el Lugar Santísimo, la Escritura habría especificado que fue dentro del segundo velo, lo cual no ocurre. Se trata entonces del primer velo, que daba acceso al Lugar Santo.
Cuando Jesús resucitó y ascendió al cielo fue investido como Sacerdote y por su propia sangre entro "dentro del velo", esto es, hacia el Lugar Santo que es a donde ingresaba el sacerdote terrenal inmediatamente después de realizado el sacrificio expiatorio y con la sangre del sacrificio. No podía pasar Jesús directamente al Lugar Santísimo porque él debía cumplir con el ritual especificado a manera de símbolo en el Lugar Santo, esto es interceder cada día por los pecados del pueblo. Recordemos que el Santuario Terrenal es un tipo del Santuario Celestial que es el antítipo. Luego, hacia el final de su ministerio sacerdotal, Cristo debía traspasar el segundo velo e ingresar al Lugar Santísimo para la expiación final y la purificación del santuario, tal como ocurría en el tipo terrenal.
Hebreos 6:19 y la expresión griega εἰς τὸ ἐσώτερον τοῦ καταπετάσματος se vierte correctamente "hasta dentro del velo" dando la idea de que se refiere al velo del Lugar Santísimo y usando una expresión semejante a Exodo 26:31-34 "del velo adentro" (v. 33) y Levítico 16:2 y 15 donde se usa la misma expresión tanto en griego como en español refiriendo al velo del Lugar Santísimo.
En el mismo sentido, se usa la expresión "velo adentro" en el siguiente comentario:
"Una vez al año, en el gran día de las expiaciones, el sacerdote entraba en el lugar santísimo para purificar el santuario. El servicio que se realizaba allí completaba la serie anual de los servicios. En el día de las expiaciones se llevaban dos machos cabríos a la entrada del tabernáculo y se echaban suertes sobre ellos, "la una suerte para Jehová y la otra para Azazel." (Vers. 8.) El macho cabrío sobre el cual caía la suerte para Jehová debía ser inmolado como ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote debía llevar velo adentro la sangre de aquél y rociarla sobre el propiciatorio y delante de él. También había que rociar con ella el altar del incienso, que se encontraba delante del velo." (El Conflicto de los Siglos, pág. 475)
No obstante, el autor de Hebreos al hablar de "velo" en su libro indica que hay a lo menos dos velos, el primero, que no se menciona pero se desprende de la existencia de un "segundo velo" que da acceso al Lugar Santísimo y que sí se menciona en Hebreos 9:3. Luego se hace claro que el escritor de Hebreos decide distinguir al velo del Lugar Santísimo nombrándolo definidamente como "segundo velo", para distinguirlo del primer velo o velo del Lugar Santo, lo cual no ocurre en Hebreos 6:19 y permite concluir que refiere entonces al velo del Lugar Santo.
Siendo así, el texto que indica que Jesús pasó "dentro del velo" de Hebreos 6:19 no apoyaría la idea de que él pasó al Lugar Santísimo, apoyando más bien la idea de que él pasó al Lugar Santo, a través del primer velo. ¿Por qué se puede inferir que este texto se refiere al primer velo del Lugar Santo? Sencillamente, porque si se refiriese al velo del Lugar Santísimo, se habría especificado "el segundo velo", tal como ocurre en Hebreos 9:3. Consecuentemente, el texto de Hebreos 6:19-20 apoya lo que se ha estado explicando en este apartado, es decir, que después de su resurrección y ascensión al cielo, Jesús pasó a ministrar como Sacerdote "dentro del velo", esto es en el Lugar Santo (Lea Hebreos 10:19-25). Que esto es así, queda demostrado por el contexto de Hebreos 6:19-20 y que en parte está dado por Hebreos 4:14-16 y que también habla del penetrar de Cristo en los Cielos y lo vincula con el Trono de Gracia, donde se sienta Cristo junto al Padre, en el Lugar Santo, diferente al Trono de Juicio que se ubica en el Lugar Santísimo.
Note que esto guarda plena concordancia con lo que plantea la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras para Hebreos 9:24-25:
"Porque Cristo entro, no en un lugar santo hecho de manos, el cual es copia de la realidad, sino en el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor de nosotros. Tampoco es con el fin de que se ofreciera a sí mismo muchas veces, como realmente entra el sumo sacerdote en el lugar santo de año en año con sangre ajena."
EL MINISTERIO DE CRISTO EN EL SANTUARIO CELESTIAL
"Volviendo al libro de los Hebreos, los que buscaban la verdad encontraron que existía un segundo santuario, o sea el del nuevo pacto, al cual se alude en las palabras ya citadas del apóstol Pablo: "En verdad el primer pacto también tenía reglamentos del culto, y su santuario que lo era de este mundo." El uso de la palabra "también" implica que San Pablo ha hecho antes mención de este santuario. Volviendo al principio del capítulo anterior, se lee: "Lo principal, pues, entre las cosas que decimos es esto: Tenemos un tal sumo sacerdote que se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos; ministro del santuario, y del verdadero tabernáculo, que plantó el Señor, y no el hombre." (Hebreos 8: 1, 2, V.M.)
Aquí tenemos revelado el santuario del nuevo pacto. El santuario del primer pacto fue asentado por el hombre, construido por Moisés; éste segundo es asentado por el Señor, no por el hombre. En aquel santuario los sacerdotes terrenales desempeñaban el servicio; en éste es Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, quien ministra a la diestra de Dios. Uno de los santuarios estaba en la tierra, el otro está en el cielo.
Además, el tabernáculo construido por Moisés fue hecho según un modelo. El Señor le ordenó: "Conforme a todo lo que yo te mostrare, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus vasos, así lo haréis." Y le mandó además: "Mira, y hazlos conforme a su modelo, que te ha sido mostrado en el monte." (Éxodo 25: 9, 40.) Y San Pablo dice que el primer tabernáculo "era una parábola para aquel tiempo entonces presente; conforme a la cual se ofrecían dones y sacrificios;" que sus santos lugares eran "representaciones de las cosas celestiales;" que los sacerdotes que presentaban las ofrendas según la ley, ministraban lo que era "la mera representación y sombra de las cosas celestiales," y que "no entró Cristo en un lugar santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros." (Hebreos 9: 9, 23; 8: 5; 9: 24, V.M.)
El santuario celestial, en el cual Jesús ministra, es el gran modelo, del cual el santuario edificado por Moisés no era más que trasunto. Dios puso su Espíritu sobre los que construyeron el santuario terrenal. La pericia artística desplegada en su construcción fue una manifestación de la sabiduría divina. Las paredes tenían aspecto de oro macizo, y reflejaban en todas direcciones la luz de las siete lámparas del candelero de oro. La mesa de los panes de la proposición y el altar del incienso relucían como oro bruñido. La magnífica cubierta que formaba el techo, recamada con figuras de ángeles, en azul, púrpura y escarlata, realzaba la belleza de la escena. Y más allá del segundo velo estaba la santa shekina, la manifestación visible de la gloria de Dios, ante la cual sólo el sumo sacerdote podía entrar y sobrevivir.
El esplendor incomparable del tabernáculo terrenal reflejaba a la vista humana la gloria de aquel templo celestial donde Cristo nuestro precursor ministra por nosotros ante el trono de Dios. La morada del Rey de reyes, donde miles y miles ministran delante de él, y millones de millones están en su presencia (Daniel 7:10); ese templo, lleno de la gloria del trono eterno, donde los serafines, sus flamantes guardianes, cubren sus rostros en adoración, no podía encontrar en la más grandiosa construcción que jamás edificaran manos humanas, más que un pálido reflejo de su inmensidad y de su gloria. Con todo, el santuario terrenal y sus servicios revelaban importantes verdades relativas al santuario celestial y a la gran obra que se llevaba allí a cabo para la redención del hombre.
Los lugares santos del santuario celestial están representados por los dos departamentos del santuario terrenal. Cuando en una visión le fue dado al apóstol Juan que viese el templo de Dios en el cielo, contempló allí "siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono." (Apocalipsis 4: 5, V.M.) Vio un ángel que tenía "en su mano un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso, para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos, encima del altar de oro que estaba delante del trono." (Apocalipsis 8: 3, V.M.) Se le permitió al profeta contemplar el primer departamento del santuario en el cielo; y vio allí las "siete lámparas de fuego" y el "altar de oro" representados por el candelabro de oro y el altar de incienso en el santuario terrenal. De nuevo, "fue abierto el templo de Dios" (Apocalipsis 11: 19, V.M.), y miró hacia adentro del velo interior, el lugar santísimo. Allí vio "el arca de su pacto," representada por el cofre sagrado construido por Moisés para guardar la ley de Dios.
Así fue como los que estaban estudiando ese asunto encontraron pruebas irrefutables de la existencia de un santuario en el cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un modelo que le fue enseñado. San Pablo declara que ese modelo era el verdadero santuario que está en el cielo. Y San Juan afirma que lo vio en el cielo.
En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado en juicio y en justicia. En el lugar santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada toda la humanidad. El arca, que contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propiciatorio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor del pecador. Así se representa la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención humana. Sólo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y sólo el poder infinito podía realizarla; es una unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario terrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el cual las huestes celestiales contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericordia que los ángeles desean contemplar, a saber: que Dios puede ser justo al mismo tiempo que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus relaciones con la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo de la perdición y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su propia justicia, a fin de unirlas con ángeles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de Dios.
La obra mediadora de Cristo en favor del hombre se presenta en esta hermosa profecía de Zacarías relativa a Aquel "cuyo nombre es El Vástago." El profeta dice: "Sí, edificará el Templo de Jehová, y llevará sobre sí la gloria; y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono; y el consejo de la paz estará entre los dos." (Zacarías 6: 12, 13, V.M.)
"Sí, edificará el Templo de Jehová." Por su sacrificio y su mediación, Cristo es el fundamento y el edificador de la iglesia de Dios. El apóstol Pablo le señala como "la piedra principal del ángulo: en la cual todo el edificio, bien trabado consigo mismo, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien —dice— vosotros también sois edificados juntamente, para ser morada de Dios, en virtud del Espíritu." (Efesios 2: 20-22, V.M.)
"Y llevará sobre sí la gloria." Es a Cristo a quien pertenece la gloria de la redención de la raza caída. Por toda la eternidad, el canto de los redimidos será: "A Aquel que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados en su misma sangre, . . . a él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 1: 5, 6, V.M.)
"Y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono." No todavía "sobre el trono de su gloria;" el reino de gloria no le ha sido dado aún. Solo cuando su obra mediadora haya terminado, "le dará el Señor Dios el trono de David su padre," un reino del que "no habrá fin." (S. Lucas 1: 32, 33.) Como sacerdote, Cristo está sentado ahora con el Padre en su trono. (Apocalipsis 3: 21.) En el trono, en compañía del Dios eterno que existe por sí mismo, está Aquel que "ha llevado nuestros padecimientos, y con nuestros dolores . . . se cargó," quien fue "tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado," para que pudiese "también socorrer a los que son tentados." "Si alguno pecare, abogado tenemos para con el Padre, a saber, a Jesucristo el justo. " (Isaías 53: 4; Hebreos 4: 15; 2: 18; 1 Juan 2: 1, V.M.) Su intercesión es la de un cuerpo traspasado y quebrantado y de una vida inmaculada. Las manos heridas, el costado abierto, los pies desgarrados, abogan en favor del hombre caído, cuya redención fue comprada a tan infinito precio.
"Y el consejo de la paz estará entre los dos." El amor del Padre, no menos que el del Hijo, es la fuente de salvación para la raza perdida. Jesús había dicho a sus discípulos antes de irse: "No os digo, que yo rogaré al Padre por vosotros; pues el mismo Padre os ama." (S. Juan 16: 26, 27.) "Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo." (2 Corintios 5: 19, V.M.) Y en el ministerio del santuario celestial, "el consejo de la paz estará entre los dos." "De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna." (S. Juan 3: 16, V.M.)
Las Escrituras contestan con claridad a la pregunta: ¿Qué es el santuario? La palabra "santuario," tal cual la usa la Biblia, se refiere, en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como figura o imagen de las cosas celestiales; y, en segundo lugar, al "verdadero tabernáculo" en el cielo, hacia el cual señalaba el santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico. El "verdadero tabernáculo" en el cielo es el santuario del nuevo pacto. Y como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta dispensación, el santuario al cual se refiere debe ser el santuario del nuevo pacto. Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos que no había santuario en la tierra. De manera que la profecía: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario," se refiere indudablemente al santuario que está en el cielo. Pero queda aún la pregunta más importante por contestar: ¿Qué es la purificación del santuario? En el Antiguo Testamento se hace mención de un servicio tal con referencia al santuario terrenal. ¿Pero puede haber algo que purificar en el cielo? En el noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos, se menciona claramente la purificación de ambos santuarios, el terrenal y el celestial. "Según la ley, casi todas las cosas son purificadas con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Fue pues necesario que las representaciones de las cosas celestiales fuesen purificadas con estos sacrificios, pero las mismas cosas celestiales, con mejores sacrificios que éstos" (Hebreos 9: 22, 23, V.M.), a saber, la preciosa sangre de Cristo.
En ambos servicios, el típico y el real, la purificación debe efectuarse con sangre; en aquél con sangre de animales; en éste, con la sangre de Cristo. San Pablo dice que la razón por la cual esta purificación debe hacerse con sangre, es porque sin derramamiento de sangre no hay remisión. La remisión, o sea el acto de quitar los pecados, es la obra que debe realizarse. ¿Pero como podía relacionarse el pecado con el santuario del cielo o con el de la tierra? Puede saberse esto estudiando el servicio simbólico, pues los sacerdotes que oficiaban en la tierra, ministraban "lo que es la mera representación y sombra de las cosas celestiales." (Hebreos 8: 5, V.M.)
El servicio del santuario terrenal consistía en dos partes; los sacerdotes ministraban diariamente en el lugar santo, mientras que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de expiación en el lugar santísimo, para purificar el santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente. Luego se mataba el animal. "Sin derramamiento de sangre," dice el apóstol, no hay remisión de pecados. "La vida de la carne en la sangre está." (Levítico 17: 11.) La ley de Dios quebrantada exigía la vida del transgresor. La sangre, que representaba la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote al lugar santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador había transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, por intermedio de la sangre, al santuario. En ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía entonces comer la carne, como Moisés lo había mandado a los hijos de Aarón, diciendo: "Dióla él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación." (Levítico 10: 17.) Ambas ceremonias simbolizaban por igual la transferencia del pecado del penitente al santuario. Tal era la obra que se llevaba a cabo día tras día durante todo el año. Los pecados de Israel eran transferidos así al santuario, y se hacía necesario un servicio especial para eliminarlos. Dios mandó que se hiciera una expiación por cada uno de los departamentos sagrados. "Así hará expiación por el Santuario, a causa de las inmundicias de los hijos de Israel y de sus transgresiones, con motivo de todos sus pecados. Y del mismo modo hará con el Tabernáculo de Reunión, que reside con ellos, en medio de sus inmundicias." Debía hacerse también una expiación por el altar: "Lo purificará y lo santificará, a causa de las inmundicias de los hijos de Israel." (Levítico 16: 16, 19, V.M.)
Una vez al año, en el gran día de las expiaciones, el sacerdote entraba en el lugar santísimo para purificar el santuario. El servicio que se realizaba allí completaba la serie anual de los servicios. En el día de las expiaciones se llevaban dos machos cabríos a la entrada del tabernáculo y se echaban suertes sobre ellos, "la una suerte para Jehová y la otra para Azazel." (Vers. 8.) El macho cabrío sobre el cual caía la suerte para Jehová debía ser inmolado como ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote debía llevar velo adentro la sangre de aquél y rociarla sobre el propiciatorio y delante de él. También había que rociar con ella el altar del incienso, que se encontraba delante del velo.
"Y pondrá Aarón entrambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus transgresiones, a causa de todos sus pecados, cargándolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y le enviará al desierto por mano de un hombre idóneo. Y el macho cabrío llevará sobre sí las iniquidades de ellos a tierra inhabitada." (Levítico 16: 21, 22, V.M.) El macho cabrío emisario no volvía al real de Israel, y el hombre que lo había llevado afuera debía lavarse y lavar sus vestidos con agua antes de volver al campamento.
Toda la ceremonia estaba destinada a inculcar a los israelitas una idea de la santidad de Dios y de su odio al pecado; y además hacerles ver que no podían ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse. Se requería de todos que afligiesen sus almas mientras se celebraba el servicio de expiación. Toda ocupación debía dejarse a un lado, y toda la congregación de Israel debía pasar el día en solemne humillación ante Dios, con oración, ayuno y examen profundo del corazón.
El servicio típico enseña importantes verdades respecto a la expiación. Se aceptaba un substituto en lugar del pecador; pero la sangre de la víctima no borraba el pecado. Sólo proveía un medio para transferirlo al santuario. Con la ofrenda de sangre, el pecador reconocía la autoridad de la ley, confesaba su culpa, y expresaba su deseo de ser perdonado mediante la fe en un Redentor por venir; pero no estaba aún enteramente libre de la condenación de la ley. El día de la expiación, el sumo sacerdote, después de haber tomado una víctima ofrecida por la congregación, iba al lugar santísimo con la sangre de dicha víctima y rociaba con ella el propiciatorio, encima mismo de la ley, para dar satisfacción a sus exigencias. Luego, en calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los llevaba fuera del santuario. Poniendo sus manos sobre la cabeza del segundo macho cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos así figurativamente de él al macho cabrío emisario. Este los llevaba luego lejos y se los consideraba como si estuviesen para siempre quitados y echados lejos del pueblo.
Tal era el servicio que se efectuaba como "mera representación y sombra de las cosas celestiales." Y lo que se hacía típicamente en el santuario terrenal, se hace en realidad en el santuario celestial. Después de su ascensión, nuestro Salvador empezó a actuar como nuestro Sumo Sacerdote. San Pablo dice: "No entró Cristo en un lugar santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros." (Hebreos 9: 24, V.M.)
El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario, "adentro del velo" que formaba la entrada y separaba el lugar santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo. La obra del sacerdote en el servicio diario consistía en presentar ante Dios la sangre del holocausto, como también el incienso que subía con las oraciones de Israel. Así es como Cristo ofrece su sangre ante el Padre en beneficio de los pecadores, y así es como presenta ante él, además, junto con el precioso perfume de su propia justicia, las oraciones de los creyentes arrepentidos. Tal era la obra desempeñada en el primer departamento del santuario en el cielo.
Hasta allí siguieron los discípulos a Cristo por la fe cuando se elevó de la presencia de ellos. Allí se concentraba su esperanza, "la cual —dice San Pablo— tenemos como ancla del alma, segura y firme, y que penetra hasta a lo que está dentro del velo; adonde, como precursor nuestro, Jesús ha entrado por nosotros, constituido sumo sacerdote para siempre." "Ni tampoco por medio de la sangre de machos de cabrío y de terneros, sino por la virtud de su propia sangre, entró una vez para siempre en el lugar santo, habiendo ya hallado eterna redención." (Hebreos 6: 19, 20; 9: 12, V.M.)
Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho siglos en el primer departamento del santuario. La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación del santuario.
Así como en la antigüedad los pecados del pueblo eran puestos por fe sobre la víctima ofrecida, y por la sangre de ésta se transferían figurativamente al santuario terrenal, así también, en el nuevo pacto, los pecados de los que se arrepienten son puestos por fe sobre Cristo, y transferidos, de hecho, al santuario celestial. Y así como la purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales había sido contaminado, así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados registrados en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del santuario implica por lo tanto una obra de investigación— una obra de juicio. Esta obra debe realizarse antes de que venga Cristo para redimir a su pueblo, pues cuando venga, su galardón está con él, para que pueda otorgar la recompensa a cada uno según haya sido su obra. (Apocalipsis 22:12.)
Así que los que andaban en la luz de la palabra profética vieron que en lugar de venir a la tierra al fin de los 2.300 días, en 1844, Cristo entró entonces en el lugar santísimo del santuario celestial para cumplir la obra final de la expiación preparatoria para su venida.
Se vio además que, mientras que el holocausto señalaba a Cristo como sacrificio, y el sumo sacerdote representaba a Cristo como mediador, el macho cabrío simbolizaba a Satanás, autor del pecado, sobre quien serán colocados finalmente los pecados de los verdaderamente arrepentidos. Cuando el sumo sacerdote, en virtud de la sangre del holocausto, quitaba los pecados del santuario, los ponía sobre la cabeza del macho cabrío para Azazel. Cuando Cristo, en virtud de su propia sangre, quite del santuario celestial los pecados de su pueblo al fin de su ministerio, los pondrá sobre Satanás, el cual en la consumación del juicio debe cargar con la pena final. El macho cabrío era enviado lejos a un lugar desierto, para no volver jamás a la congregación de Israel. Así también Satanás será desterrado para siempre de la presencia de Dios y de su pueblo, y será aniquilado en la destrucción final del pecado y de los pecadores." (El Conflicto de los Siglos, págs. 465-475)
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