MUNDO Y RELIGION - M&R
   
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  Juan 19:19-20 ¿A quién crucificaron los judíos?
 


"Y escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz. Y el escrito era: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. Y muchos de los judíos leyeron este título: porque el lugar donde estaba crucificado Jesús era cerca de la ciudad, y estaba escrito en hebreo, en griego, y en latín." (Juan 19:19-20)

EL TÍTULO
(Mateo 27:37;Marcos 15:26;Lucas 23:38;Juan 19:19-20)

Como parte del proceso de la crucifixión romana, el título (titulus) era una tablilla que tenía por función especificar el nombre y motivo de la condena del crucificado: generalmente precedía al condenado de camino al lugar de ejecución, o se la colgaba de su cuello.​ Existía cierta liberalidad en la redacción, al punto de permitirse burlas o ironías mordaces.​ En la tablilla constaba el nombre del condenado, eventualmente su lugar de residencia, y la causa por la que había sido condenado. Todo esto de manera muy breve y concisa.​

En todos los casos, el propósito del título era desalentar a otros a cometer el mismo crimen. Una vez que el condenado era fijado al madero, sobre su cabeza, se ubicaba la tablilla con la causa de su condena en breves palabras. Esta tablilla era escrita en los idiomas propios de cada región. En este caso, por ser Jerusalén una ciudad importante y visitada por gentes de todas las nacionalidades, el "título" de Jesús fue escrito en hebreo, griego y latín. 

"Tan pronto como Jesús estuvo clavado en la cruz, ésta fue levantada por hombres fuertes y plantada con gran violencia en el hoyo preparado para ella. Ésto causó los más atroces dolores al Hijo de Dios. Pilato escribió entonces una inscripción en hebreo, griego y latín y la colocó sobre la cruz, más arriba que la cabeza de Jesús. Decía: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos.” Esta inscripción irritaba a los judíos. En el tribunal de Pilato habían clamado: “Crucifícale.” “No tenemos rey sino a César.” San Juan
19:15. Habían declarado que quien reconociese a otro rey era traidor. Pilato escribió el sentimiento que habían expresado. No se mencionaba delito alguno, excepto que Jesús era Rey de los judíos. La inscripción era un reconocimiento virtual de la fidelidad de los judíos al poder romano. Declaraba que cualquiera que aseverase ser Rey de Israel, era considerado por ellos como digno de muerte. Los sacerdotes se habían excedido. Cuando maquinaban la muerte de Cristo, Caifás había declarado conveniente que un hombre muriese para salvar la nación. Ahora su hipocresía quedó revelada. A fin de destruir a Cristo, habían estado dispuestos a sacrificar hasta su existencia nacional." (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 732)

LA ESCRITURA DEL TÍTULO

La frase, que aparece en la tablilla, varía ligeramente en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento: se encuentra en su versión más corta en el Evangelio de Marcos 15:26 "El rey de los judíos" y en el de Lucas 23:38 "Éste es el rey de los judíos"; es más extensa en el Evangelio de Mateo 27:37 "Éste es Jesús, el rey de los judíos", y completa en el de Juan 19:19 "Jesús de Nazaret, rey de los judíos" ubicado usualmente por encima de la figura de Jesús.

De los cuatro evangelistas, fue Juan el único que estuvo presente en el juicio de Pilato, y más tarde en la crucifixión. Siendo así, es de toda lógica que el vio directa y personalmente el título que el gobernador romano escribió de su propio puño y letra y se puso sobre la cabeza de Jesús y por tanto transcribió literalmente lo que en la tablilla fue escrito: "Jesús nazareno rey de los judíos". También es el único que describe el orden correcto en que fue escrito el título, a saber: hebreo, griego y latín.



Recreación del título puesto sobre la cabeza de Jesús 
que decía: "Jesús Nazareno Rey de los Judíos"
y estaba escrito en hebreo, griego y latín.

EL TÍTULO EN HEBREO
La elección del pueblo judío 

Si bien Jesús de Nazareth fue crucificado por orden de Poncio Pilato, gobernador romano de Judea, lo cierto es que la responsabilidad de crucificar a Cristo recae sobre el pueblo judío, nación con la que Dios se comunicó desde los inicios de ella en idioma hebreo. Resulta entonces muy significativo que el título puesto sobre la cabeza de Jesús estuviera primeramente en hebreo. 

"Cuando Pilato se declaró inocente de la sangre de Cristo, Caifás contestó desafiante: “Su sangre sea sobre nosotros sobre nuestros hijos.” Estas terribles palabras fueron repetidas por los sacerdotes y gobernantes, y luego por la muchedumbre en un inhumano rugir de voces. Toda la multitud contestó y dijo: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.” El pueblo de Israel había hecho su elección. Señalando a Jesús, habían dicho: “Quita a éste, y suéltanos a Barrabás.” Barrabás, el ladrón y homicida, era representante de Satanás. Cristo era el representante de Dios. Cristo había sido rechazado; Barrabás había sido elegido. Iban a tener a Barrabás. Al hacer su elección, aceptaban al que desde el principio es mentiroso y homicida. Satanás era su dirigente. Como nación, iban a cumplir sus dictados. Iban a hacer sus obras. Tendrían que soportar su gobierno. El pueblo que eligió a Barrabás en lugar de Cristo iba a sentir la crueldad de Barrabás mientras durase el tiempo.

Mirando al herido Cordero de Dios, los judíos habían clamado: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros 
hijos.” Este espantoso clamor ascendió al trono de Dios. Esa sentencia, que pronunciaron sobre sí mismos, fue escrita en el cielo. Esa oración fue oída. La sangre del Hijo de Dios fue como una maldición perpetua sobre sus hijos y los hijos sus hijos. Ésto se cumplió en forma espantosa en la destrucción de Jerusalén y durante dieciocho siglos en la condición de la nación judía que fue como un sarmiento cortado de la vid, una rama muerta y estéril, destinada a ser juntada y quemada. ¡De país a país a través del mundo, de siglo a siglo, muertos, muertos en delitos y pecados! Terriblemente se habrá de cumplir esta oración en el gran día del juicio. Cuando Cristo vuelva a la tierra, los hombres no le verán como preso rodeado por una turba. Le verán como Rey del cielo. Cristo volverá en su gloria, en la gloria de su Padre y en la gloria de los santos ángeles. Miríadas y miríadas, y miles de miles de ángeles, hermosos y triunfantes hijos de Dios que poseen una belleza y gloria superiores a todo lo que conocemos, le escoltarán en su regreso. Entonces se sentará sobre el trono de su gloria y delante de él se congregarán todas las naciones. Entonces todo ojo le verá y también los que le traspasaron. En lugar de una corona de espinas, llevará una corona de gloria, una corona dentro de otra corona. En lugar de aquel viejo manto de grana, llevará un vestido del blanco más puro, “tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.” Y en su vestidura y en su muslo estará escrito un nombre: “Rey de reyes y Señor de señores.” Los que le escarnecieron e hirieron estarán allí. Los sacerdotes y príncipes contemplarán de nuevo la escena del pretorio. Cada circunstancia se les presentará como escrita en letras de fuego. Entonces los que pidieron: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos,” recibirán la respuesta a su oración. Entonces el mundo entero conocerá y entenderá. Los pobres, débiles y finitos seres humanos comprenderán contra quién y contra qué estuvieron guerreando. Con terrible agonía y horror, clamarán a las montañas y a las rocas: “Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero: porque el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?” Apocalipsis 6: 16-17." (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 726-727)

LA PROVIDENCIA DIVINA GUIÓ EL TEXTO DEL TÍTULO
PUESTO SOBRE LA CABEZA DE JESÚS EN LA CRUZ

Es sabido que los acontecimientos que tuvieron que ver con la muerte y crucifixión de Jesús de Nazareth fueron anticipados con siglos de antelación. Así es con las palabras que el pronunció antes de morir, la forma en que fue crucificado y muchos aspectos de la crucifixión (Lea Salmo 22). Del mismo modo, la escritura del Título sobre su cabeza fue un evento providencial y que estuvo bajo el control de Dios.

"Un poder superior a Pilato y a los judíos había dirigido la colocación de esa inscripción sobre la cabeza de Jesús. Era la providencia de Dios, tenía que incitar a reflexionar e investigar las Escrituras. El lugar donde Cristo fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Miles de personas de todos los países estaban entonces en Jerusalén, y la inscripción que declaraba Mesías a Jesús de Nazaret iba a llegar a su conocimiento. Era una verdad viva transcrita por una mano que Dios había guiado." (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 733)
 

En el texto del Título aún había un mensaje para el pueblo judío. El texto mismo de la condena de Jesús de Nazareth sería para siempre una reprensión para un pueblo ciego de entendimiento y duro de corazón.   
 
LOS JUDÍOS PROTESTAN POR EL TÍTULO
ישוע הנצרי ומלך היהודים

Es sabido que en la cultura judía de hace dos mil años y como también lo es hoy día, después de dos mil años, es una costumbre asignar significados místicos, misteriosos y particulares a ciertas palabras o conjuntos de palabras que leídas en conjunto o partes de ellas, aportan además del significado natural, un significado oculto o misterioso al ser leídas bajo ciertas perspectivas. Esto es lo que se conoce como "acróstico". ¿Qué es un acróstico? Pues bien, un acróstico es una composición, cuyas letras iniciales, medias o finales forman un vocablo, una frase o una palabra oculta o misteriosa. Los judíos de la época de Cristo, eran muy asiduos a componer y dar a conocer acrósticos con mensajes místicos o misteriosos. ¿Qué pasó con con el título que fue puesto sobre la cabeza de Jesús? Veamos. 

"Los sacerdotes vieron lo que habían hecho, y pidieron a Pilato que cambiase la inscripción. Dijeron: “No escribas, Rey de los judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos.” Pero Pilato estaba airado consigo mismo por su debilidad anterior y despreciaba cabalmente a los celosos y arteros sacerdotes y príncipes. Respondió fríamente: “Lo que he escrito, he escrito.” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 732-733) ¿Por qué los judíos protestaron por el título? Sencillamente, porque vieron que las primeras letras de cada palabra escrita en hebreo, reflejaban algo que ellos no querían ni estaban dispuestos a reconocer. ¿Qué era esto? Veálo Ud. mismo.

   

La primera letra del nombre "Jesús" es una Yod, luego la palabra "nazareno" o "de Nazaret" comienza con la letra Hei que corresponde al artículo definido "el", la palabra "Rey" comienza con la letra Vau que corresponde a la conjunción "Y", y finalmente la expresión "de los judíos" con la letra Hei que igualmente corresponde al artículo definido "los". Así tenemos יהוה nombre que en la mayoría de las Biblias se transcribe como: JEHOVÁ.


Esta circunstancia providencial, no agradó nada a los judíos porque "Jehová" o יהוה es el nombre del Dios que ellos decían adorar. Por eso, se apresuraron en dirigirse a Pilato para que modificara el título, ya que resultaba reprensivo que dicho título, sugiriera siquiera que ellos eran responsables de crucificar al Dios de la Biblia. Aunque en la realidad, eso fue justamente lo que hicieron. Vea nuevamente el título. 
 


¿CRUCIFICARON LOS JUDÍOS AL DIOS DE LA BIBLIA?
Zacarías 12:10
 
El apóstol Pablo hablando a la comunidad cristiana de Corinto dijo:  "Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria: la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de gloria." (1 Corintios 2:7-8)  ¿Quién es el Señor de Gloria? Veálo Ud. mismo en Salmo 24:7-10. 

"El Señor de gloria estaba muriendo en rescate por la familia humana. Al entregar su preciosa vida, Cristo no fue sostenido por un gozo triunfante. Todo era lobreguez opresiva. No era el temor de la muerte lo que le agobiaba. No era el dolor ni la ignominia de la cruz lo que le causaba agonía inefable. Cristo era el príncipe de los dolientes. Pero su sufrimiento provenía del sentimiento de la malignidad del pecado, del conocimiento de que por la familiaridad con el mal, el hombre se había vuelto ciego a su enormidad. Cristo vio cuán terrible es el dominio del pecado sobre el corazón humano, y cuán pocos estarían dispuestos a desligarse de su poder. Sabía que sin la ayuda de Dios la humanidad tendría que perecer, y vio a las multitudes perecer teniendo a su alcance ayuda abundante." (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 739)

¿En qué momento se cumple lo anunciado en el Salmo 24:7-10? Después de la resurrección y ascención al cielo para recibir la gloria de parte de su Padre (Juan 17:5). Veamos.

"Todo el cielo estaba esperando para dar la bienvenida al Salvador a los atrios celestiales. Mientras ascendía, iba adelante, y la multitud de cautivos libertados en ocasión de su resurrección le seguía. La hueste celestial, con aclamaciones de alabanza y canto celestial, acompañaba al gozoso séquito.

Al acercarse a la ciudad de Dios, la escolta de ángeles 
demanda:

“Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria.” Gozosamente, los centinelas de guardia responden: “¿Quién es este 
Rey de gloria?”

Dicen ésto, no porque no sepan quién es, sino porque 
quieren oír la respuesta de sublime loor: “Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria.” Vuelve a oírse otra vez: “¿Quién es este Rey de gloria?” porque los ángeles no se cansan nunca de oír ensalzar su nombre. Y los ángeles de la escolta responden: “Jehová de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria.” Salmo 24:7-10.

Entonces los portales de la ciudad de Dios se abren de 
par en par, y la muchedumbre angélica entra por ellos en medio de una explosión de armonía triunfante. Allí está el trono, y en derredor el arco iris de la promesa. Allí están los querubines y los serafines. Los comandantes de las huestes angélicas, los hijos de Dios, los representantes de los mundos que nunca cayeron, están congregados. El concilio celestial delante del cual Lucifer había acusado a Dios y a su Hijo, los representantes de aquellos reinos sin pecado, sobre los cuales Satanás pensaba establecer su dominio, todos están allí para dar la bienvenida al Redentor. Sienten impaciencia por celebrar su triunfo y glorificar a su Rey." (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 817-818)

¿QUIÉN ERA EN VERDAD JESÚS DE NAZARETH?
Juan 1:1


 
A pesar de que Jesús de Nazareth dio muchas pruebas de su Divinidad, los judíos jamás aceptaron la realidad de que el Hijo de Dios era igual al Padre y en consecuencia era igual a Dios (Juan 5:18). 

Si bien la Divinidad de Jesús siempre fue puesta en duda por los judíos, las obras que él hacía daban testimonio de su naturaleza divina (Marcos 2:1-12). Note que las señales y obras maravillosas de Jesús de Nazareth no sólo eran conocidas y sabidas por el pueblo, sino también por los dirigentes del pueblo, quienes deliberada y concienzudamente decidieron ignorarlas a fin de condenar a un inocente (Lea Juan 11:47-53).

Las señales que Jesús de Nazareth hizo delante de todas las gentes, sanando enfermos, resucitando a los muertos y otras muchas cosas, tenían por objeto que ellos reconocieran su autoridad y naturaleza divina (Juan 5:36). Hubo personas que al ver las señales reconocieron que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios (Juan 3:1-2; 4:46-54)

En más de una oportunidad, Jesús declaró su Divinidad (Juan 8:58-59) y manifestó su unidad con el Padre, el Dios de los judíos (Juan 10:30; 14:8-11; 17:21-22). En más de una oportunidad Jesús manifestó ser el Dios del Antiguo Testamento como la luz del mundo (compare Juan 8:12 y Salmo 27:1), el buen pastor (compare Juan 10:14 y Salmo 23:1). 

"Con solemne dignidad Jesús respondió: "De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, YO SOY." Cayó el silencio sobre la vasta concurrencia. El nombre de Dios, dado a Moisés para expresar la presencia eterna había sido reclamado como suyo por este Rabino galileo. Se había proclamado a sí mismo como el que tenía existencia propia, el que había sido prometido a Israel, "cuya procedencia es de antiguo tiempo, desde los días de la eternidad.'" (E.G. de White, El Deseado de Todas las Gentes).

"Los judíos nunca antes habían oído estas palabras de labios humanos, y una influencia convincente los asistió, porque parecía que la divinidad destellaba a través de la humanidad, cuando Jesús dijo: 'Yo y el Padre una cosas somos' (Juan 10:30). Las palabras de Cristo estaban llenas de profundo significado al asegurar que él y el Padre son de una misma sustancia y poseen los mismos atributos." (E. White. The Signs of the Times, 27 de noviembre 1893, pág. 54)   

Los cristianos creemos que Jesús era Dios antes de que el mundo fuese. Se despojó de su Divinidad para venir al mundo y se hizo hombre (Juan 1:1 y 14). Aunque en el cielo era la Majestad del Universo, existiendo en forma de Dios y siendo igual a Dios, se humilló a sí mismo tomando la forma de un hombre (Filipenses 2:5-8). Por tanto, Dios fue manifestado en carne (1 Timoteo 3:16) y dio su vida por nosotros (Zacarías 12:10; Hechos 20:28). Dios estaba en Cristo, muriendo en la cruz y reconciliando el mundo a sí mismo (2 Corintios 5:19). 

Jesús es el gran YO SOY (יהוה) del Antiguo Testamento el Dios que habló a Moisés y que dirigió a Israel durante gran parte de su historia (Éxodo 3:13-15; Juan 8:56-59; Juan 8:24; Juan 13:19). El propio Jesús anticipó que cuando fuera crucificado, se haría evidente su identidad como el gran YO SOY (Juan 8:28). Esta es la verdad que aún hoy no quiere aceptar el pueblo judío.  
 
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