MUNDO Y RELIGION - M&R
   
  MUNDO Y RELIGIÓN - M & R
  Juan 16:7-8 y 13-14 ¿Quién es el Espíritu Santo?
 



Hermoso vitral que representa al Espíritu Santo
en forma de paloma
Mateo 3:16

Dentro del cristianismo hay diversos puntos de vista sobre muchos y diferentes puntos de doctrina. Uno de esos desencuentros dice relación con la naturaleza del Espíritu Santo.

Mientras para la mayoría de los cristianos el Espíritu Santo es la tercera persona de la Divinidad, hay, sin embargo, grupos minoritarios que impugnan esta idea y sostienen que el Espíritu Santo es en realidad una manifestación, energía o influencia procedente de Dios, pero no una persona.

Esta idea se ve plasmada de manera clara en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras en sus diferentes ediciones (1967, 1987, 2019) que vierte Génesis 1:1-2 de una manera muy particular diciendo: “En [el] principio Dios creó los cielos y la tierra. Ahora bien, resultaba que la tierra se hallaba sin forma y desierta y había oscuridad sobre la superficie de [la] profundidad acuosa, y la fuerza activa de Dios se movía de un lado a otro sobre la superficie de las aguas.” 

Salta inmediatamente a la vista la expresión “la fuerza activa de Dios” en el v.2 en referencia al Espíritu Santo y que en la casi totalidad de las traducciones de la Biblia refiere como: “El Espíritu de Dios”.

En efecto, consultadas a lo menos 10 distintas traducciones de la Biblia, todas y sin excepción, vierten “Espíritu de Dios”, incluida La Biblia Textual, a diferencia de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras que traduce “fuerza activa de Dios”. ¿Por qué se produce este problema?

Bueno, para el caso de Génesis 1:1-2, el problema viene producto de la traducción del hebreo al griego.

Veamos la traducción de la Septuaginta que vierte directamente del hebreo original al griego el texto de Génesis 1:1-2:

᾿Εν ἀρχῇ ἐποίησεν ὁ θεὸς τὸν οὐρανὸν καὶ τὴν γῆν. ἡ δὲ γῆ ἦν ἀόρατος καὶ ἀκατασκεύαστος, καὶ σκότος ἐπάνω τῆς ἀβύσσου, καὶ πνεῦμα θεοῦ ἐπεφέρετο ἐπάνω τοῦ ὕδατος.

Esto traducido sería: "En principio creó Dios los cielos y la tierra, empero la tierra estaba desordenada y vacía y la oscuridad sobre el abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas".

En todo el texto, no aparece la expresión "fuerza activa" y en cambio sí aparece la expresión πνεῦμα θεοῦ que se traduce Espíritu de Dios.

Recordemos que la Septuaginta o Biblia de los Setenta, es una traducción en griego de la Biblia Hebrea que según fuentes históricas fue traducida por orden de Ptolomeo Filadelfo II  (284-246 A.C)  por aproximadamente 70 eruditos de las lenguas hebreas y griegas, escogidos cuidadosamente por su conocimiento de estas lenguas, teniendo a la vista escritos en hebreo muy antiguos guardados por la tradición judía del Siglo III antes de Cristo. 

¿Cree Ud. que estos 70 eruditos, recién iniciado el trabajo encomendado por Ptolomeo Filadelfo II, se equivocaron al traducir "Espíritu de Dios" para los dos primeros versículos de la Biblia directamente del hebreo para Génesis 1:1-2? ¿Cree Ud. que los traductores de la Biblia de la WatchTower, que nunca se ha sabido quienes son, superaron en asertividad a los 70 sabios de Ptolomeo Filadelfo II al traducir "fuerza activa" en vez de "Espíritu de Dios" la expresión original hebrea para Génesis 1:1-2? Creer algo parecido raya en un fanatismo ciego y en una miopía delirante.

La expresión hebrea que la Septuaginta traduce como "Espíritu de Dios" es 
רוח אלהים "ruaj Elohim". Efectivamente, esta expresión se puede traducir por Espíritu de Dios, con mayúscula o sin ella, siendo traducida también como viento de Dios, etc., pero no se puede traducir "fuerza activa", porque definitivamente estas palabras no aparecen ni en el original hebreo ni en la traducción griega.

Se hace claro que cuando los 70 eruditos que tradujeron las Antiguas Escrituras Hebreas al griego en la Septuaginta, tradujeron "ruaj Elohim" como "Espíritu de Dios", tuvieron razones para hacerlo. Ellos no sólo eran expertos en griego y especialmente escogidos para realizar la obra encomendada por Ptolomeo Filadelfo II, sino que además se hicieron asesorar por personas versadas en la tradicción judía escrita, de donde resultó esta traducción de las Antiguas Escrituras Hebreas y que hoy es reconocida como de gran valor para el estudio filológico de la Biblia. Siendo así, la traducción "Espíritu de Dios" a partir de "ruaj Elohim" en Génesis 1:1-2 viene a representar este enorme esfuerzo por parte de estos sabios por traducir fielmente lo que el texto bíblico quiere decir, trabajo ajeno a interpretaciones tendenciosas y si buscando apegarse estrictamente a lo que el hebreo original quería enseñar.

Diccionarios y enciclopedias que tratan de la correcta traducción de Génesis 1:1-2 describen la expresión usada en el texto como viento o espíritu en movimiento y la labor de un aplicado traductor es transcribir las palabras de la manera más fiel posible y sin anteponer a una fiel traducción lo que él cree que la expresión puede significar, que es el problema con la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras respecto de Génesis 1:1-2, haciéndose patente que en ninguna traducción bíblica se encuentra la expresión "fuerza activa" o alguna idea semejante para la expresión hebrea o griega del pasaje en estudio, esta es una expresión libre de la WatchTower al traducir Génesis 1:1-2.

Lo anterior, se ve agravado por la inconsecuencia, ya que apareciendo la misma expresión hebrea 
 רוח אלהים "ruaj Elohim" y griega πνεῦμα θεοῦ en Génesis 41:38; Exodo 31:3; 35:31 y Números 24:2, en dichos textos no se tradujo la expresión como "fuerza activa" sino como "Espíritu de Dios", respetando lo que los 70 sabios tradujeron para la Septuaginta. Esta actitud inconsecuente en la traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras para la expresión hebrea "ruaj Elohim" deja ver que la traducción "Espíritu de Dios" vertida en todas las demás traducciones de la Biblia es totalmente aceptable y que la traducción "fuerza activa" es meramente antojadiza, oportunista y poco lograda al seguir fielmente el texto hebreo o griego posterior.

Efectivamente, en todos los textos mencionados en la Septuaginta aparece la expresión πνεῦμα θεοῦ y en todos ellos la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras vierte "espíritu de Dios", lo cual no sucede en Génesis 1:1-2. ¿Por qué? Se alega que la expresión se interpreta de acuerdo al contexto, sin embargo, no hicieron esto los traductores de la Septuaginta. Hacer algo así, es decir interpretar una expresión de acuerdo a lo que el traductor o los traductores interpretan del contexto es poco objetivo ya que quedamos a merced de las particulares creencias de los traductores, como es el caso en cuestión, en que los traductores de la WatchTower creen que en Génesis 1:1-2 debe querer significar "fuerza activa" aunque el texto no dice fuerza activa sino "Espíritu de Dios". Si es así, se debiera aclarar en algún lugar destacado de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras que este trabajo corresponde a una "versión libre" de la Biblia y eso sería mucho más honesto que decir que es una traducción que consulta "fielmente los antiguos textos hebreo y griego", aunque claro, siguiendo la modalidad de la WatchTower habría que tratar de entender qué significa para ellos "consultar fielmente" los antiguos textos hebreo y griego.

¿Por qué este esfuerzo de traducir “fuerza activa” en Génesis 1:1-2 en desmedro de “Espíritu de Dios” como tradujeron los setenta sabios reclutados por Ptolomeo Filadelfo II?

Sencillamente, porque quienes sostienen que el Espíritu de Dios es una fuerza, una energía, un poder o una influencia procedente de Dios, no aceptan que el Espíritu Santo es una persona divina. Entre tales personas se encuentran los simpatizantes de la WatchTower y algunos grupos minoritatios que no aceptan la doctrina de la Trinidad, algunos disidentes adventistas entre ellos y que se aferran a los errores doctrinales de algunos pioneros dentro del movimiento millerista de 1844.

¿QUÉ ENSEÑA LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD?

Recordemos que la doctrina de la Trinidad sostiene que Dios es una entidad que existe y se manifiesta a través de tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, quienes existen en perfecta unidad. Son tres personas distintas, individuales e inconfundibles, cada una de ellas poseedora de una misma esencia y naturaleza inmaterial, divina y eterna. No son tres dioses, sino tres personas y un solo Dios.

El Padre, corresponde a la primera persona de la Trinidad. Jesús, el Verbo, corresponde a la segunda persona de la Trinidad y el Espíritu Santo corresponde a la tercera persona de la Trinidad, siendo más allá de su individualidad uno en esencia, naturaleza y autoridad.

La unión de esencia y naturaleza, impide decir que haya tres dioses, sino sólo un Dios. Esta única esencia y naturaleza inherente a las tres personas divinas constituye tres realidades que no se superponen ni se confunden con la unión, sino que, mantienen cada una su consistencia personal, individual y dinámica, constituyendo la unidad de Dios. Por tanto, los cristianos no creen en tres dioses sino en tres personas divinas, que comparten una misma esencia y naturaleza y que constituyen en su unidad el único Dios. Consecuentemente, el cristianismo no confiesa tres dioses sino un solo Dios en tres personas. Un solo Dios por naturaleza. Cada una de las tres personas es esta realidad en sustancia, esencia y naturaleza divina. 

La enseñanza de la Trinidad si bien se rastrea claramente en las Santas Escrituras, en gran medida se encuentra reflejada y postulada en la llamada “coma joánica” de 1 Juan 5:7 y que textualmente dice: "Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno."

No obstante, más allá de esta definición que intenta explicar la naturaleza de Dios, la Trinidad es un misterio divino y ningún mortal podrá jamás comprenderla plenamente (Job 11:7-8), de manera que ante esta realidad es prudente ser cautos y acercarse con mucho respeto (Exodo 3:5).

LA TRINIDAD EN LOS PRIMEROS SIGLOS

¿Cómo llegaron los cristianos a creer en las tres personas divinas? 
Muchos detractores de la enseñanza de la Trinidad se adelantan a decir que esta doctrina surgió en el Concilio de Constantinopla celebrado en el año 381 d.C. y que, por tanto, la doctrina en sí es resultado de la unión del paganismo con el cristianismo. Sin embargo, los hechos dejan ver que esto no es así y que referencias a las tres personas divinas ya se registraban siglos antes del Concilio de Nicea.

A lo menos dos siglos antes del Concilio de Nicea, ya se hablaba de las tres personas divinas:

"Son tres personas no por la cualidad, sino por el orden; no por la substancia, sino por la forma; no por el poder, sino por el aspecto, pues los tres tienen una sola substancia, una sola naturaleza, un solo poder, porque no hay más que un solo Dios. Más por razón de su rango, de su forma y de su aspecto, se les designa con los nombres Padre, Hijo y espíritu Santo." (Tertuliano, que nació en Cartago el año 155 d.C.)

"Hay una Trinidad perfecta, en gloria y eternidad y majestad, que no está dividida ni separada. No hay, por consiguiente, nada creado ni esclavo en la Trinidad, ni tampoco nada sobreañadido, como si no hubiera existido en un período anterior, y hubiera sido introducido más tarde. Y así, ni al Padre le faltó nunca el Hijo, ni el Espíritu Santo al Hijo, sino que, sin variación ni mudanza, la misma Trinidad ha existido siempre. " (Gregorio el Taumaturgo, nacido en Neocesarea del Ponto el año 213 d.C.)

En el año 215 d. C., es decir más de 160 años antes del Concilio de Constantinopla, Tertuliano fue el primero en usar el término "Trinidad". El mismo Tertuliano señala en sus escritos que "los tres son uno, por el hecho de que los tres proceden de uno, por unidad de substancia." Anteriormente, Teófilo de Antioquía ya había usado la palabra griega τριάς (tríada) en su obra A Autólico (c. 180) para referirse a Dios.

De lo anterior, vemos que la fe en las tres personas divinas es muy anterior al Concilio de Nicea y formaba parte de la fe cristiana ya en los primeros siglos de nuestra era presente.

Sin embargo, cabe preguntar: ¿cómo llegaron los cristianos a creer en la existencia de tres personas divinas? Como primer punto debemos saber que en los días de Jesús no todos tenían conciencia de la existencia personal del Espíritu Santo (Hechos 19:1-2), así como tampoco entendían que el Mesías o el Cristo era en verdad el Hijo de Dios y por esta misma razón gran parte del esfuerzo cristiano se centraba en dar a conocer al mundo que Jesús de Nazaret era en verdad el Hijo de Dios (Juan 20:30-31).

Como se puede ver, en principio no estaba muy clara la forma en que Dios se manifestaba al hombre, muchos no tenían conciencia de la existencia del Espíritu Santo y otros no comprendían que el Cristo era en verdad el Hijo de Dios. Como se desprende de los Evangelios, principalmente el Evangelio de Juan, Jesús se esforzó en dar a entender a las gentes que él era el Hijo de Dios y que de Dios había venido (Juan 3:16-18, 35-36).  Al decir Jesús que él era Hijo de Dios daba a entender que compartía la naturaleza de Dios, es decir que el Hijo de Dios era Dios en la misma medida que el Padre era Dios (Vea Juan 5:17-18; 10:30-33). De esta manera, los cristianos aceptaron a Jesús como Dios (Juan 1:1; Romanos 9:5; Tito 2:13; 2 Pedro 1:1).

Quedaba pendiente, sin embargo, la posición del Espíritu Santo, ya que, desde el inicio del relato bíblico, la participación del Espíritu Santo se había revelado como algo fundamental en la obra de Dios (Génesis 1:1-2). 

Es bueno recordar que la presencia y acción del Espíritu Santo no sólo es descrita en la Biblia como participando en la creación, sino también en el nacimiento de Cristo, el bautismo de Jesús y finalmente en la conversión de cada cristiano (Mateo 1:18-23; Lucas 1:34-35; Mateo 3:16-17; Mateo 28:19-20).

Esto llevó a los cristianos a preguntarse seriamente: ¿quién es el Espíritu Santo? La respuesta llegó de las propias enseñanzas de Jesús, quien se refirió en todo momento al Espíritu Santo como si fuera una persona (Juan 14:16-17).

LA POSICIÓN DEL CRISTIANISMO
RESPECTO A LA TRINIDAD

Como se dijo, si bien la mayoría de los cristianos acepta la doctrina de la Trinidad como algo que efectivamente se enseña en la Biblia. Unos pocos, impugnan la doctrina o bien le asignan interpretaciones diferentes.

Ya desde muy temprano, en la iglesia se desarrolló el arrianismo, una doctrina propia del Siglo III que rechaza el dogma de la Trinidad y que fue popular en algunas zonas de Europa. Esta corriente afirma que Jesucristo fue creado por Dios Padre y está subordinado a él. Las enseñanzas arrianas fueron atribuidas a Arrio (c. 250-335), un presbítero de Alejandría, Egipto, y se oponen a las llamadas creencias ortodoxas acerca de la naturaleza divina. La cristología arriana sostiene que el Hijo de Dios no existió siempre, sino que fue creado por Dios Padre. 


Grabado de Arrio argumentando la supremacía de Dios Padre, y que el Hijo tuvo un comienzo, al haber tenido un verdadero nacimiento.

Hoy en día, los simpatizantes de la WatchTower también conocidos como “Testigos” siguen las ideas de Arrio y enseñan que Jesucristo no es Dios sino un dios menor creado por el Padre. Igualmente, niegan la personalidad del Espíritu Santo enseñando que es la “fuerza activa” de Dios.

Algo muy parecido, pero con algunas variantes muy sutiles enseñan algunos grupos minoritarios y disidentes dentro de los adventistas del séptimo día indicando que Jesucristo es Dios, pero engendrado por el Padre y que el Espíritu Santo es una influencia o energía que emana del Padre y del Hijo.

Estos adventistas disidentes, alegan seguir en sus enseñanzas a los pioneros del movimiento adventista, muchos de los cuales efectivamente promovían ideas arrianas y antitrinitarias como parte de su fe, sin embargo, una de las principales divulgadoras del adventismo del séptimo día, la Sra. Elena G. de White deja ver que desde que se inició el movimiento adventista y la posterior fundación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en 1863 se comenzó a reconocer a las tres personas divinas el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como los tres grandes poderes que han estado colaborando en la salvación de la humanidad del pecado y de la muerte.

En sus escritos, la Sra. White establece claramente y sin lugar a dudas la posición de los adventistas del séptimo día respecto a la Trinidad:

“Hay tres personas vivientes en el trío celestial; en el nombre de estos tres grandes poderes el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son bautizados los que reciben a Cristo mediante la fe, y esos poderes colaborarán con los súbditos obedientes del cielo en sus esfuerzos por vivir la nueva vida en Cristo.” (E. G. de White, El Evangelismo, pág. 446). — Special Testimonies, Serie B, 7:62, 63 (1905). 

“Los eternos dignatarios celestiales — Dios, Cristo y el Espíritu Santo —armándolos [a los discípulos] con algo más que una mera energía mortal... avanzaron con ellos para llevar a cabo la obra y convencer de pecado al mundo” (E. G. de White, El Evangelismo 447) - Manuscrito 145, 1901.  

¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?

En torno a la “naturaleza” del Espíritu Santo, hoy en día se sostienen básicamente varias interpretaciones o posiciones distintas:

1. El Espíritu Santo es una “persona divina”, la tercera persona de la Divinidad en unicidad del principio divino. Esta posición es compartida por católicos, ortodoxos y la mayoría de las denominaciones protestantes.

2. El Espíritu Santo es una “fuerza o cualidad divina”, el poder o fuerza activa de Dios, considerando que el Espíritu Santo es un “algo” y no un “alguien”.

3. El Espíritu Santo es una “entidad espiritual” de naturaleza angélica, muy cercana a la divinidad, pero diferente a ella por su condición de criatura.

4. El Espíritu Santo es la misma persona del Padre y del Hijo en una distinta dispensación y rol respecto del plan de salvación.

Es claro que los seres humanos difícilmente podremos comprender y explicar en detalle la naturaleza del Espíritu Santo y ante este campo del conocimiento, debemos ser humildes y atenernos sólo a aquello que nos ha sido revelado.

Frente a esto, cabe tener en cuenta el siguiente comentario:

“La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado. Los hombres de conceptos fantásticos pueden reunir pasajes de las Escrituras y darles interpretación humana; pero la aceptación de esos conceptos no fortalecerá a la iglesia. En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro”. (E. G. de White, Los Hechos de los Apóstoles, págs. 42-43).

No obstante, y según se desprende de numerosos pasajes de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, el Espíritu Santo es una persona divina y que ha estado colaborando en todo tiempo en favor de la salvación de la humanidad.

“La personalidad del Espíritu Santo — Necesitamos comprender que el Espíritu Santo, que es una persona así como Dios es persona, anda en estos terrenos.” — E. G. de White, Manuscrito 66, 1899. [Extracto de un discurso dado a los alumnos del Colegio de Avondale, Australia.] El Evangelismo, pág. 447. Manuscript 130, 1901

"El mal se había estado acumulando durante siglos, y sólo podía ser restringido y resistido por el grandioso poder del Espíritu Santo, la tercera Persona de la Divinidad, que vendría con energía no modificada, sino con la plenitud del poder divino. Debía hacerse frente a otro espíritu; porque la esencia del mal trabajaba de todas maneras, y la sumisión del hombre al cautiverio satánico era asombrosa” (E. G. de White, Testimonios para los Ministros, pág. 398).

“El príncipe del poder del mal puede ser mantenido en jaque únicamente por el poder de Dios en la tercera persona de la Divinidad, el Espíritu Santo.” (Special Testimonies, Serie A, Nº 10, pág. 37. Año 1897)”. El Evangelismo, pág. 448).

"El pecado podía ser resistido y vencido únicamente por la poderosa intervención de la tercera persona de la Divinidad, que iba a venir no con energía modificada, sino en la plenitud del poder divino. El Espíritu es el que hace eficaz lo que ha sido realizado por el Redentor del mundo. Por el Espíritu es purificado el corazón. Por el Espíritu llega a ser el creyente partícipe de la naturaleza divina. Cristo ha dado su Espíritu como poder divino para vencer todas las tendencias hacia el mal, hereditarias y cultivadas, y para grabar su propio carácter en su iglesia." (Elena G. de White, El Deseado de Todas las Gentes, pág. 625)

EL ESPÍRITU SANTO
UNA PERSONA DIVINA

Si bien algunos, aun dentro del propio cristianismo desconocen la persona del Espíritu Santo, lo cierto es que la Biblia deja ver que el Espíritu Santo es una persona en la misma medida en que el Padre y el Hijo son personas.

¿Qué se requiere para que algo o alguien sea reconocido como persona? ¿Es Dios una persona? La mayoría por no decir todos los cristianos que creen en un Dios personal, dirían que Dios es una persona porque la Biblia deja ver que es un ser racional, ve, escucha, tiene sentimientos (se entristece, se enoja, se alegra, etc.), posee voluntad, decide, habla de sí mismo como una persona, etc.

Luego, si esos son los criterios que nos llevan a asumir que Dios es una persona, entonces consecuentemente, tendríamos que asumir que el Espíritu Santo es una persona, ya que la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento nos dejan ver en el Espíritu Santos rasgos o características que son propias de una persona.

Veamos Isaías 63:10. Aquí se deja ver que el Espíritu Santo se enoja, se enemista con el pueblo y se vuelve adversario de ellos. 

Las palabras de Jesús en Juan 16:7-8 y 13-14 dejan ver claramente que el Espíritu Santo, el Consolador, es una persona divina y no tan sólo una manifestación del poder de Dios.

'El os guiará a toda la verdad'.- Jesús atribuye al Espíritu Santo la capacidad de guiar u orientar a la Iglesia en cuanto a la verdad.  'No hablará de sí mismo'. Jesús deja ver que el Espíritu Santo puede hablar, y aún más, le atribuye definidamente una personalidad ya que indica que no hablará de sí mismo, como persona, sino que 'hablará todo lo que oyere'. Jesús continúa diciendo: 'Y os hará saber las cosas que han de venir' 'El me glorificara'.  

CREENCIAS ERRÓNEAS ACERCA DEL ESPÍRITU SANTO

Como se dijo hay quienes creen que el Espíritu Santo es una especie de fuerza o energía que procede de Dios, la fuerza activa de Dios. Así creen y enseñan los simpatizantes de la WatchTower.

Otros, los llamados unicitarios, enseñan que el Espíritu Santo es una persona, pero en realidad una y la misma persona que el Padre y el Hijo. Es decir, una persona divina que asume, según las circunstancias los diferentes roles de Padre, Hijo y Espíritu Santo. En consecuencia, el Espíritu Santo sería la misma persona del Padre, y que también es el Hijo, y consecuentemente también es el Espíritu Santo. Lo interesante de esta posición es que sí acepta que el Espíritu Santo es una persona.

Sin embargo, otras personas, que se hacen llamar adventistas del séptimo día, pero no pertenecen a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, afirman y enseñan que el Espíritu Santo, siendo el "Espíritu de Cristo" según Romanos 8:9, 1 Pedro 1:11; Gálatas 4:6 debe ser "la naturaleza divina de Cristo" despojada de las restricciones de "la naturaleza humana de Jesús". En otras palabras, el Espíritu Santo es el propio Cristo, pero en una naturaleza espiritual distinta a su naturaleza humana y sin ser limitado por dicha naturaleza humana. Según esta creencia, existen dos personas divinas, el Padre y el Hijo, pudiendo este último manifestarse en dos naturalezas, una humana como el hombre Cristo Jesús y otra espiritual como el Espíritu Santo. En esta naturaleza incorpórea Jesús, ahora en su rol de Espíritu Santo viene a ser como una influencia, un poder o emanación que procede del Hijo. En otras palabras Jesús es el Espíritu Santo. 

Es interesante notar los matices que va adoptando el error para confundirnos de la clara verdad. Note que en esta última creencia, se mezclan los errores de las dos anteriores. Se enseña que el Espíritu Santo es una influencia, un poder que procede de una persona divina, en este caso el Hijo. No obstante, también se enseña que el Hijo, siendo una persona, adopta distintos roles de acuerdo a las circunstancias y necesidades, en ocasiones siendo el Hijo y en otras ocasiones siendo el Espíritu Santo. Se llega incluso a decir, a fin de tratar de concordar con los que enseñan los adventistas del séptimo día, que el Hijo, siendo la segunda persona de la Divinidad, después del Padre, vendría siendo en su distinto rol de Espíritu Santo, la tercera persona de la Divinidad haciendo coincidir esto, con la doctrina de la Trinidad, que justamente dice que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Divinidad. 

¿Cómo se puede llegar a estar tan confundido? Lea 2 Pedro 3:14-18. A quienes enseñan que el Espíritu Santo es una fuerza activa y no una persona, les bastaría con leer desprejuiciadamente todos los textos de la Biblia en que se presenta al Espíritu Santo como una persona y no solamente como una fuerza.  

Por otra parte, quienes enseñan que el Espíritu Santo es el mismo Padre, que adopta a su vez el rol de Hijo les bastaría con leer Mateo 3:16-17 y ver que en realidad el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres entidades diferentes e inconfundibles que colaboran en la salvación de la humanidad y por tanto, como tres entidades individuales y unidas en una sola naturaleza y propósito, se les menciona bajo un único y mismo nombre en Mateo 28:19-20, lo cual es válido también para quienes afirman que el Espíritu Santo es el propio Jesús en un rol distinto.

En otro ámbito, quienes razonan que el Espíritu Santo es Cristo mismo porque se le menciona como "el espíritu de Cristo" o "el espíritu del Señor", tenemos que decir, que se debiera aplicar el mismo razonamiento frente a Isaías 11:2 en que se dice que el Espíritu Santo es "el espíritu de Jehová" e Isaías 61:1 en que se dice: "el espíritu del Señor Jehová" o bien Juan 15:26 en que se dice que el Espíritu Santo "procede del Padre". 

En una lectura reflexiva de los dos textos anteriores y en que se habla de la obra terrenal del Mesías, es decir Jesús el Cristo, se indica que el Espíritu de Jehová reposará sobre él, no que el Mesías sea el Espíritu, sino que el Espíritu reposará sobre él que es lo que ocurrió en Mateo 3:16-17. Esto fue confirmado por el propio Jesús, quien nunca dijo que el fuera el Espíritu Santo, sino por el contrario y confirmando las Escrituras dijo: "El Espíritu del Señor es sobre mí" (Lucas 4:14-21).

La enseñanza bíblica y apostólica no enseña que Jesús es el Espíritu Santo como enseñan algunos disidentes adventistas, sino más bien: "Cuanto a Jesús de Nazaret; como le ungió Dios de Espíritu Santo y de potencia" (Hechos 10:38) coincidiendo con todas las Escrituras tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento (Isaías 11;2; 61;1; Mateo 3:16-17; Lucas 4:14-21).

Note también, que el Espíritu Santo es llamado "el espíritu de Dios" y el "espíritu de Cristo" en Romanos 8:9-11. ¿Por qué sucede esto? Sencillamente, porque el Espíritu Santo es uno con el Padre y también uno con el Hijo, en la unión perfecta de tres que llegan a ser uno en naturaleza, autoridad y propósito. 

"El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad como una persona distinta, y sin embargo era uno con el Padre." (1 Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 238)

Quienes majaderamente, insisten en que el Espíritu Santo es el propio Cristo despojado de la naturaleza humana, citan prejuiciosamente un pasaje de la siguiente autora para reforzar su error:

"'Cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad.' Tan sólo mediante la ayuda de aquel Espíritu que en el principio 'se movía sobre la haz de las aguas;' de aquel Verbo por quien 'todas las cosas... fueron hechas;' de aquella 'Luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo,' puede interpretarse correctamente el testimonio de la ciencia. Sólo mediante su dirección pueden discernirse sus verdades más profundas." (Elena G. de White, La Educación, pág. 130)

¿Enseña este pasaje que el Verbo (Cristo) y el Espíritu Santo son una misma persona? Claro que no. Sin embargo, son una misma cosa. ¿Cómo puede ser esto? De la misma manera en que Jesús explicó diciendo: "Yo y el Padre somos una cosa" (Juan 10:30). ¿Dijo Jesús que él y el Padre eran una misma persona? No claro que no, Jesús identificó dos personas "Yo y el Padre" y entonces dijo: "somos una cosa". El Espíritu Santo es una sola y misma cosa con el Padre y con el Hijo, por ello no se puede hablar de tres dioses, sino un solo Dios. 

No debiera resultarnos extraño que al Espíritu Santo se lo menciona como a Cristo, así como tampoco debiera resultarnos extraño que al Espíritu Santo se lo menciona como al Padre. ¿Significa esto que el Espíritu Santo es Cristo o que el Espíritu Santo es el Padre? No, de ninguna manera, sin embargo, es uno con Cristo y con el Padre. 

¿Es Cristo el Espíritu Santo? No, definitivamente no. "El Espíritu Santo es el representante de Cristo, pero despojado de la personalidad humana e independiente de ella. Estorbado por la humanidad, Cristo no podía estar en todo lugar personalmente. Por lo tanto, convenía a sus discípulos que fuese al Padre y enviase el Espíritu como su sucesor en la tierra. Nadie podría entonces tener ventaja por su situación o su contacto personal con Cristo. Por el Espíritu, el Salvador sería accesible a todos. En este sentido, estaría más cerca de ellos que si no hubiese ascendido a lo alto." (Elena G. de White, El Deseado de Todas las Gentes, pág. 623)

El pasaje anterior, indica claramente que el Espíritu Santo no es Cristo mismo sino "El Espíritu Santo es el representante de Cristo", "su sucesor en la tierra". Jesús no es el Espíritu Santo sino que "Por el Espíritu, el Salvador sería accesible a todos." 

"El Espíritu Santo es el Consolador, en el nombre de Cristo. El personifica a Cristo, sin embargo, es una personalidad diferente." (Elena G. de White, MR 20, 324 - Ms. 93, 1893)

¿Se debe adorar al Espíritu Santo como se adora al Padre y al Hijo? La pregunta de si debemos adorar al Espíritu Santo se responde simplemente determinando si el Espíritu Santo es Dios. Si el Espíritu Santo es Dios, entonces debe ser adorado junto al Padre y al Hijo. 

Hay profesos cristianos que enseñan que no se debe adorar al Espíritu Santo, sin embargo, vea el siguiente comentario:

"A medida que los santos en el reino de Dios son aceptados en el amado, escuchan: 'Vengan, benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo'. (Mateo 25:34) Y luego se tocan arpas doradas, y la música fluye por todo el ejército celestial, y se caen y adoran al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo." (Elena G. de White, M 139-1906.32)

Si bien, no aparece en la Biblia una declaración terminante y clara que indique que debemos adorar al Espíritu Santo, es claro que el Espíritu Santo es Dios, y por tanto debiera ser adorado igual que el Padre y el Hijo (Hechos 5:3-4).

EL ESPÍRITU SANTO "EL CONSOLADOR"

¿De qué otra manera Jesús atribuyó una personalidad al Espíritu Santo? En Juan 14:16-17, 26 según la traducción Reina - Valera 1909 y 1960 Jesús llama al Espíritu Santo como "El Consolador". Sin embargo, otras traducciones vierten la expresión "ayudante" como sucede con la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras o The New King James Versión en inglés, lo mismo que ocurre con la English Standard Version. Por su parte la Nueva Traducción Viviente vierte "Abogado Defensor".

La definición "Consolador" es una traducción del griego παράκλητος que significa "socio", "ayudante", "colaborador", "apoyador". Es importante destacar que la expresión Consolador (παρακαλῶν) también es usada en la Biblia con relación al Padre (Isaías 51:12 y 18) y al Hijo (παράκλητος en 1 Juan 2:1) de donde se desprende que la Biblia nos habla de tres personas que son colaboradoras o están asociadas en el plan de la salvación de la humanidad y son denominadas con el término griego παράκλητος.  

Siendo así, el Padre es Consolador, el Hijo es Consolador y el Espíritu Santo es Consolador, ya que los tres colaboran en la salvación de la humanidad.

En consonancia con 1 Juan 2:1 en que a Cristo se le llama Consolador o abogado (
παράκλητος) se dice lo siguiente:

"Cristo debe ser conocido por el bendito nombre de Consolador." (Elena de White, Sra. 7, par. 10, 26 de enero de 1902).  En hecho, la misma comentadora indica sobre el Espíritu Santo en Juan 14:16-17: "Esto se refiere a la omnipresencia del Espíritu de Cristo, llamado el Consolador." (Elena de White, Manuscript Releases 14. p. 179:2)

En la declaración de Juan 14:16 Jesús señala a los discípulos que el Padre enviará "otro Consolador" que es la traducción de la expresión griega
 ἄλλον παράκλητον. Resulta interesante notar que en griego existen dos expresiones para indicar la idea de otro, a saber έτερος (hetero) que señala a otro de distinta naturaleza  y que se usa por ejemplo en la expresión "heterosexual" que aplica a una persona que se relaciona afectivamente con personas de otro y distinto sexo (un hombre con una mujer). Sin embargo, la expresión  ἄλλος señala a otro de igual naturaleza, como por ejemplo en la expresión "alopata" que se aplica a la medicina tradicional y que generalmente en el uso de fármacos, sana una enfermedad, pero mediante efectos secundarios puede llegar a generar otra enfermedad con el tiempo.

Cristo presenta al Espíritu Santo en este texto como ἄλλον Παράκλητον. Las palabras ἄλλον Παράκλητον significan “otro Consolador” u “otro Ayudador”. El término ἄλλον significa “otro de la misma especie” u “otro de la misma clase” u “otro igual”. “Visto que la palabra griega ἄλλον significa “otro de la misma clase”, se deduce que el Espíritu Santo era de la misma clase que Cristo, a saber, una persona divina”.

Siendo así, la expresión usada por Jesús en Juan 14:16 ἄλλον παράκλητον al decir que el Padre enviará "otro Consolador", está reconociendo que este otro Consolador posee la misma esencia y naturaleza que él, y que en definitiva es la misma esencia y naturaleza del Padre. La expresión "otro Consolador" ubica al Espíritu Santo en la misma posición que el Padre y el Hijo, siendo en consecuencia tres colaboradores que trabajan por la salvación de la humanidad. En este párrafo de la Biblia, Jesús asigna al Espíritu Santo su rol como "socio", "colaborador" o "ayudante" en el plan de la redención humana, siendo en consecuencia un tercer "colaborador" en el plan de la salvación del hombre, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tal como él mismo Jesús expresa en la conocida fórmula bautismal que hoy en día usan todos los cristianos (Mateo 28:19-20). 

Que la expresión usada por Jesús en Juan 14:16 ἄλλον παράκλητον refiere a "otro" aparte de él, se entiende fácilmente de una sana y desprejuiciada lectura del texto. El Espíritu Santo, el Consolador, es una persona distinta a Jesús, el Hijo. El Espíritu Santo y Jesús el Hijo, no son la misma persona como enseñan equivocadamente unos pocos adventistas disidentes, sino una persona distinta a Jesús pero en unión con el y el Padre (Lea Juan 16:7-14).

LA FÓRMULA BAUTISMAL
MATEO 28:19-20

En la fórmula bautismal (Mateo 28:19-20), se bautiza a los nuevos cristianos "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Si Dios es sólo una persona, el Padre, entonces los cristianos deberían ser bautizados en el nombre de ese sólo Dios, o definidamente en el nombre del Padre. Si como dicen algunas corrientes dentro del cristianismo, Jesús es un "dios menor", entonces los cristianos deberían ser bautizados en el nombre del Padre y del Hijo, pero no del Espíritu Santo, ya que éste no sería una persona, sino como dicen "el poder", "la virtud", o la "fuerza activa" de Dios. La fórmula bautismal dice que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen un único nombre, y por la autoridad de ese único nombre, son bautizados los cristianos. Razonar sin prejuicios sobre este hecho que se observa en la fórmula bautismal, nos lleva a reconocer que hay tres personas que por esencia son el único Dios verdadero y en el nombre de este único Dios verdadero, que comprende al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, son bautizados los nuevos cristianos.

"Hay tres personas vivientes en el trío celestial; en el nombre de estos tres grandes poderes - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo - son bautizados los que reciben a Cristo mediante la fe, y esos poderes colaborarán con los súbditos obedientes del cielo en sus esfuerzos por vivir la nueva vida en Cristo." (Elena G. de White, El Evangelismo, 446).

“Cuando os entregáis a Cristo, hacéis una promesa ante la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, las tres grandes personalidades, dignatarios del cielo” (E. G. de White, Hijos e hijas de Dios, p. 353).

"La obra es trazada frente a cada alma que ha confesado su fe en Jesucristo mediante el bautismo, y se ha convertido en un receptáculo de la promesa que procede de las tres personas de la divinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo." (Elena G. de White, Manuscrito 57 de 1900 publicado en el Comentario Adventista).

Los tres poderes del cielo se unieron en el bautismo de Jesucristo. Jesús, como hombre se sometió a los requerimientos de justicia aceptando el bautismo de Juan en el río Jordán. El Espíritu Santo dando una señal de aprobación manifestándose por medio de una paloma que se posa en el hombro de Jesús y la voz del Padre que acepta el bautismo diciendo: "Este es mi Hijo amado en el cual tengo contentamiento." (Mateo 3:16-17).

Como vemos, en varios pasajes de las Santas Escrituras, se deja ver la participación de tres poderes celestiales comprometidos en la obra de la redención del hombre, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Evidentemente, esto no es casual y debemos darle importancia. 

UN CONSEJO OPORTUNO

"No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión qué es el Espíritu Santo. Cristo nos dice que el Espíritu es el Consolador, "el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre." (Juan 15: 26.) Se asevera claramente tocante al Espíritu Santo, que en su obra de guiar a los hombres a toda verdad, "no hablará de sí mismo." (Juan 16: 13) La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado. Los hombres de conceptos fantásticos pueden reunir pasajes de las Escrituras y darles interpretación humana; pero la aceptación de esos conceptos no fortalecerá a la iglesia. En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro." (Elena G. de White, Los Hechos de los Apóstoles, 42-43). 
 
 
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